No me salen las palabras. Ver "Il Postino" es ver uno de esos cuadros de Friedrich, con figuras que se reconocen como humanas por actitudes de un temor absorto y una melancolia que solo pueden ser humanas: figuras minusculas, insignificantes ante el paisaje sin medida.
De "Il Postino", al final, solo queda el brillo de las estrellas en el cielo y el ronroneo constante del mar, demasiado bellos para ser recreados por la poesia; demasiado grandes para enjaularlos en la sinfonia siempre incompleta, inexacta, de las palabras.
Pero ademas de eso, "Il Postino" grita alta y clara una verdad de las relaciones humanas que quiza por evidente, en ocasiones se olvida: la subjetividad, el punto de vista.
A veces una persona irrumpe en una vida tranquila y monotona y la vuelve del reves, dejandole el corazon al sujeto de la accion -o del sentimiento- en carne viva; pervirtiendo sus emocines; forzando un cambio en el pensamiento y en el "ser". Y a veces , esa persona que irrumpe, haciendo saltar por los aires los cimientos de una vida tranquila y monotona, ni siquiera es consciente de ello o, al menos, no de la gravedad del asunto; del estado de absoluto desamparo emocional en que queda el sujeto de la accion o el sentimiento. Esa persona que mira desde lo alto y, desde su omnipotencia sobre nuestras emociones, nos sabe fragiles y nos sonrie con piedad, o nos pone una mano en el hombro con compasion.
Y no hace falta que esa persona sea Pablo Neruda. Puede ser un amigo muy querido, pero que nunca llama; o ese amor perdido por el que estuvimos suspirando durante anyos hasta que se apago en el olvido.
Y en realidad, la culpa no es de ninguno de ellos, sino de ese ser humano que se mira dentro y ve el vacio; y cree encontrar fuera el infinito: esa persona insignificante para si misma.
25.10.05
La insignificancia del ser humano ante si mismo
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