27.7.05

Kundry

Ella es la auténtica protagonista del drama místico y mitológico que es Parsifal. Por una razón muy sencilla: Kundry es humana, mientras el resto de personajes sólo son bocetos, ensayos de un mismo hombre, ese hombre ideal, leit motiv de la cultura alemana a lo largo de su Historia, que para sublimarse -el concepto de "lo sublime" también lo inventaron ellos- debe ir superando pruebas hasta encontrar su propio grial, la perfección. Ritos de autoanálisis y purificación.

En la ópera alemana, lejos de la heroicidad de otras protagonistas femeninas universales -Mimí contra la enfermedad, Dido y Butterfly contra el abandono, Rossina contra los tejemanejes- las mujeres son un mero complemento al hombre-actor, teniendo un papel pasivo o, en el mejor de los casos, propiciatorio, siendo madres, cuidadoras y benefactoras; o bien, les corresponde representar al mal absoluto, véase la Reina de la Noche en La Flauta Mágica.

Aunque en Wagner debía estar presente también este desprecio a lo femenino -que se hace evidente al incluir un harén y al retratar a Kundry como un ser sin voluntad-, por alguna razón, decidió no ahorrar esfuerzos para darle entidad, y por tanto verdad, al personaje. Así, por encima de Amfortas, a quien el compositor señaló como protagonista y regaló una agónica y magistral aria al final del primer acto; y Parsifal, a quien sin razones de peso se otorgó el nombre de la ópera; Kundry sobresale tanto a nivel literario como musical.

La soprano Michaela Schuster -este post va al hilo de lo que pude ver el 18 de Julio en el Maestranza- tuvo que echarle mucho valor para enfrentarse a esta partitura en que, durante cuatro horas, encarna la visceralidad de las emociones humanas. A lo largo del drama, Kundry es salvaje, inconsciente, cruel, inocente, sierva, esclava, pecadora, amante y prostituta; y para explicar esta aparente veleidad, estos cambios sin ton ni són, Wagner recurre al sueño, un sueño reparador y beatífico en que purgar los pecados. Kundry se acuesta y se levanta siendo otra; a lo mejor ella también consulta las cosas con la almohada.

Ella es la representación de todas las pasiones humanas, del bien y del mal, pero no como valores absolutos, sino como esos pequeños matices que pueden abrir un abismo sobre el cual el hombre se ve suspendido a menudo, hasta que reacciona, en un sentido u otro. Y de hecho, Kundry es también sinónimo de reacción, equivocada o acertada; del sometimiento a las miserias humanas y de la lucha por escapar de estas ligaduras para hacer un camino propio. Kundry se convierte así en el retrato de todos nosotros.

Respecto al montaje que pudimos ver hace unos días en el Maestranza, de espectacular escenografía y con una importante carga audiovisual, sólo tengo una queja: el castillo de Klingsor. Aunque me pareció acertado presentar la sala principal como la negación de la arquitectura, un simple abismo de fuego donde el malvado Klingsor está atrapado en su propia pasión; me indignó que el harén del eunuco fuera diseñado como una recreación de la Mezquita de Córdoba. Sencillamente insultante.

Por lo demás, añadir que no dejo de oir en mi cabeza el Preludio, la joya más brillante de esta ópera, aunque asociado siempre a imágenes cinematográficas. Wagner tenía vocación de compositor de bandas sonoras. Seguro.

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