26.9.05

Caos y desorden a la italiana

Las frases tipicas y topicas mas manidas de los turistas mas quejicas se quedan cortas: el caos circulatorio de Roma no solo es un hecho constatado, sino que es un autentico peligro para la integridad fisica de los viandantes.

Como viandanta, y en nombre de todos ellos, me gustaria aclarar lo siguiente:

Podemos pasar por alto la necesidad del italiano medio de presumir de coche, llevandolo a sus ultimas consecuencia, es decir, a la velocidad del sonido; podemos pasar por alto que en muchos tramos la carretera absorba todo el espacio publico y que los peatones nos quedemos sin acera -"es que hay unas ruinas romanas ahi", "ahhh"-; incluso podriamos pasar por alto el ser relegados a personajes de segunda categoria en la comedia del trafico al obligarnos a cambiar de acera, cruzar la calle subiendo pasos elevados o bajando pasos subterranos, sin una razon aparente y con preferencia cero ante los coches.

Pero lo que no se puede pasar por alto es que, en una plaza tamanyo campo de futbol, con ocho carriles y coches circulando en todas direcciones, no haya un mal semaforo al que reclamar amparo. Y asi el valiente peaton -somos todos unos heroes- tiene que echar mano de su mano, su mano poderosa que, situandose extendida delante del coche a punto de atropellarle, conseguira hacerle frenar en seco.

Y asi hasta que al peaton le toque uno de los chulos mencionados mas arriba, de los que les gusta pisar, que no tenga tiempo de ver su manita temblorosa y, por tanto, de reaccionar a tiempo para evitar una muerte segura.

Pero lo curioso es que este aparente descontrol se intenta paliar con un exceso de control por otro lado. Y asi cuando a alguien se le ocurre que el peaton merece una oportunidad de salvar su vida y decide ponerle un semaforo, resulta que es tricolor y con frecuencia, la mayor parte del tiempo el semaforo esta en un incomprensible ambar con lo que, automaticamente, se produce una involucion o regreso al estado anterior.

Algo similar a este "descontrol-hipercontrol" ocurre en el transporte publico. El suenyo de todo golfo debe ser vivir en Roma, porque al parecer es el lugar del mundo donde mas sencillo es colarse en todas partes.

Te montas en el autobus y civicamente picas tu billete. Automaticamente ves que todo el mundo a tu alrededor te mira con perplejidad y tu reaccionas constatando que tu bragueta esta abrochada. Y es que ninguno de ellos ha picado. Para que? Nadie le ob liga.

En Sevilla, el que se monta en el autobus sin picar, como minimo se lleva una bronca del conductor y, como maximo, abucheos y patadas de los asistentes, junto a la correspondiente multa. Aqui el conductor solo sirve para conducir y ni siquiera te ve entrar (es posible entrar por cualquier puerta). Menos aun es capaz de darte los buenos dias. Y si se le pregunta por una calle, te mira con schiffo, algo que solo tienen ellos-los italianos.

En el metro es casi obligatorio pagar, sobre todo si quieres que se te abran las puertecitas de entrada. Pero teniendo en cuenta que muchas veces estan abiertas y que, cuando no lo estan, son faciles de esquivar, no se comprende como es que haya tontos que sigan abonando el precio del viaje.

Yo sigo picando. Hasta en el tranvia. Momento jocoso cuando, al entrar, se lee la advertencia: "A partir del 1 de junio, habra controles policiales en todo el transporte publico metropolitano para garantizar que los billetes son abonados. No mostrar el correspondiente billete supondra una multa de 101 euros." 101? Por que? Por ser capicua?

Y en el lado opuesto, el hipercontrol de los trenes. Pero un hipercontrol descontrolado, claro. Si no, no seria italiano del todo.

Por un lado esta el revisor que te pide el billete, que no sabe si te lo ha pedido ya o si aun se lo tienes que mostrar; que no sabe si los asientos estan reservados o no; que no sabe si el tren se llenara o no; o que te pide varias veces el mismo billete, incapaz de recordar tu cara.

Ademas, al usar un tren no solo es necesario comprar el correspondiente billete sino, convalidarlo; es decir, picarlo como si de un bonobus se tratara, en las maquinas que para este fin se situan en los andenes.

Aquel a quien se le ocurrio la idea no es que quiera hacer perder el tiempo estupidamente a los viajeros, es que, sencillamente, es un vago. La historia esta de convalidar se debe a que, salvo en caso de utilizar el Eurostar -el tren pijo de Italia- los billetes que se venden son genericos para que la persona que los expide no tenga que pensar mucho en la fecha, la hora y el asiento. De este modo, los billetes regionales, por ejemplo, solo indican las estaciones de origen y destino y la fecha limite para su convalidacion. Y si no hay convalidacion, hay multa, como me ha pasado a mi.

No basta con que hagas ver al revisor que el que tienes en tu mano es tu billete, que lo has comprado tu, que lo has pagado con la tarjeta de credito y que, por tanto, se puede demostrar hasta la fecha y la hora en que lo hiciste. De nada servira que le expliques que tenias que cambiar de tren y que apenas tenias diez minutos para hacerlo, todo ello en una estacion desconocida y sin un minimo de personal a quien preguntarle por el anden correspondiente. Todas las explicaciones son inutiles: el billete no esta convalidado.

Cinco euros me ha costado la tonteria de preocuparme mas por no perder el tren que por picar un billete que ya estaba pagado. Yo, que era la unica en picar en todos los transportes publicos de Roma.

Empiezo a parecerme al tio Matt (vease los Fraggle). Seguire informando.

Quitando eso y los precios desorbitados, mucho arte.

17.9.05

10 verdades sobre música

1. Queens of the Stone Age son unos guarros (y es una lástima porque, si no fuera por eso, podría decir que me gustan bastante).
2. La mejor versión de la historia de la música es la que hizo Jeff Buckley del Hallelujah de Leonard Cohen (mil veces mejor que la original). Las demás no habría ni que tenerlas en cuenta; son sinónimo de vejación.
3. La única guerra donde sólo hubo vencedores fue la que inventaron los medios de comunicación para enfrentar a Blur y Oasis. Diez años después, siguen brillando.
4. Ni la Filarmónica de Berlín ni la Aida de Verdi en el Maestranza. El mejor concierto de mi vida, el de Radiohead (Madrid, 16 de Julio de 2003).
5. El festivo y saltarín pop británico dio himnos existenciales. Los suicidas de Seattle apenas consiguieron hacer disfrutar a su público (tarea difícil cuando tu lema es el tedio).
6. Nuestros grupos favoritos decaen en la medida en que, o bien crecemos nosotros (la perspectiva cenital del snob medio motiva su eterno disgusto), o bien les puede la fama, el dinero y todo lo que ello conlleva.
7. En toda la historia de la música popular contemporánea, las drogas han sido siempre una pieza clave: han significado la muerte lenta de genios y grupos; han provocado su absoluta transformación hasta convertirlos en un esperpéntico fantasma de sí mismos; y en ocasiones, les han permitido crear, salivando hasta la deshidratación, sus mejores perlas.
8. La música española no existe.
9. Escribir una canción es fácil. Lo difícil es escribir una buena canción.
10. Que la música es una de las artes más sugerentes, es cierto. Pero eso no justifica que haya "canciones del verano".

Ciao Italia

Dos semanas de preparativos, de no despegarme del ordenador, navegando por las cantarinas fuentes de la sabiduría italiana -trenitalia, atac, etc.- han dado su fruto. Todo está listo, calculado al milímetro: una planificación detallada hasta el extremo, vertida en un documento de word con formato tabla. A la izquierda las horas, los minutos; después una breve descripción de lo que haremos en cada momento, introduciendo ya palabras en italiano para no despistarme, no vaya a ser que quiera comunicarme en castellano; y por último, el precio de cada actividad, garantizando la gratuidad de algunas de ellas, como el sencillo pero agradable acto de pasear entre pedruscos de más de mil años.

Así soy, por qué negarlo: neurótica hasta para viajar, maniática y compulsiva. Si no cumplimos mi plan, si nos saltamos alguna de las filas de mi tabla en tres columnas, si echamos a perder todos los esfuerzos cogiendo un autobús que no estaba previsto, mi furia puede ser indescriptible.

La chispeante textura de la ilusión, que sabe a burbujas de cocacola, se mezcla con la tensión agria del miedo. Así que mi próxima partida, sabe a Bitter kas. Los nervios no me permiten pensar con claridad. La maleta todavía sin hacer y mi cama llena de trastos inútiles. Pensando qué libro llevarme, aunque sé que no voy a leer. "Como una biblia, para dejar junto a mi cama, donde leer párrafos sueltos cuando me dé la nostalgia de mi tierra y de mi lengua", he dicho.

Mañana marcho a Italia. Pero como dijo Terminator, volveré. En realidad no he visto esa película, pero es como la escena de la ducha de psicosis: es conocida por todos, cinéfilos o no.

3.9.05

Pepe, Inspector de Desastres

Es tan alto que, a veces, sobre todo en los días de niebla, no se sabe donde termina. Su cabeza es una isla de masa en un cuerpo que es de aire y pellejo. Sus huesos rotundos, que parecen querer salirse de la piel, haciéndola jirones, traen a la memoria fotografías de Gandhi, esas que supieron marcar los contrastes situando el foco de luz donde correspondía. Pero Pepe no hace régimen, ni siquiera huelga de hambre. Come como un cerdo entregando su alma impura a las filosofías orientales, y claro, así se digiere todo con más facilidad.

Hace unos años se compró una cueva para meditar, una pequeña loma rodeada de prados verdes. Le advertí que no lo hiciera, que podía traerle problemas; que la cueva estaba muy limpita, con sus paredes lisas y sus cráneos desparramados por el suelo. Pero él insistió, y se compró un dolmen. Ahora está en tramites legales por su custodia con las autoridades culturales.

En la aterciopelada oscuridad del dolmen, respirando el aire de miles de años, dejándose envolver por la sabiduría de los espíritus de todos los que fueron enterrados allí, deseando ser salvados para una vida futura por un dios solar, Pepe se sabe invadido por una conciencia superior, que entra a bocanadas en sus pulmones.

Así que cuando abandona su rincón de paz, el Planeta Tierra es un lugar fácil y acogedor. Se acabó la sensación punzante de destrucción, el carácter de un mundo rugoso y estéril como un papel de lija. Ya no ve nada de eso, lo que no quiere decir que exista. El nirvana no se lo permite. Y deambula por la ciudad, de casa en casa, de lugar en lugar, adoptando siempre la postura de la flor de loto, ingrávida sustancia, en sus animadas charlas con vecinos y compañeros, que le paran por la calle.

Vaya donde vaya, tiene la respuesta. En contacto con los espíritus de la paz y el diálogo, sabe lo que decir en cada momento para aliviar la pesadumbre de los seres humanos. Y ha descubierto en esto una vocación ignota para él hasta hoy.

Así que, tras una última visita a su dolmen, para cargar las pilas de paz espiritual, Pepe sale al mundo, envuelto en su camisa blanca y su pantalón arrugado -es lo que tiene el lino- a salvar almas. Le pueden tomar por un vagabundo, un ser sin una razón para vivir más allá del hedonismo, un matemático calculador de las consecuencias de todos los actos de la humanidad, un visionario de hielo o un ladrón de aforismos y de utensilios de primera necesidad. Pero vaya donde vaya, él busca el desastre para imponerle las manos de una verdad curativa. Y llega la paz.

Pepe, Inspector de Desastres, suspira por un mundo volátil que no es capaz de recuperar, al menos íntegramente. Fue a salvar las almas de la ciudad destruida de Bam, desaparecida en el polvo. Repartió panes y peces de posguerra en los Balcanes, mientras se admiraba con la belleza de la perdida Spalato. Fue a investigar las causas del inoperante sistema económico sudamericano, mientras se bañaba en las playas de Ipanema. Y ahora marcha a Nueva Orleans, a vacunar a niños contra las epidemias que se pueden desatar, al tiempo que revisa la historia de la literatura norteamericana auxiliado por Mark Twain y sus amiguitos del Mississipi.

Allá donde hay un desastre, está él, aliviando tensiones, facilitando la capacidad de racionamiento en los hombres, impulsando una reacción positiva. Como un ángel que eternamente sobrevuela nuestras vidas, se distingue en lo alto la figura desgarbada de Pepe, Inspector de Desastres.