24.12.06

Vaticano, Servicios Turísticos Integrales

En proporción a sus habitantes, el Vaticano debe ser el Estado con mayor afluencia turística del mundo. Diariamente, miles de personas hacen cola para visitar sus interminables museos: salas y salas donde conviven obras maestras de toda la Historia del Arte.

El acceso al museo, cualquier día de la semana, a cualquier hora, puede dilatarse entre una hora, para los más madrugadores; y tres o cuatro, para el resto. Las colas ordenadas, pero muy pobladas, suelen dar varias vueltas al recinto. Pero merece la pena plantarse allí a esperar y pagar doce euros, para ver las maravillas del arte universal, donde se integran piezas que no son siempre de carácter devocional, como el famosísimo Laocoonte, uno de sus principales reclamos.

El Vaticano es visita ineludible de la capital italiana: allí, es posible ver la Capilla Sixtina, así, de pasada, llevado en volandas por la multitud; y es también un lugar idóneo para el desarrollo de otros segmentos turísticos. De hecho, una fuente de ingresos nada desdeñable para el pequeño estado romano es sin duda la venta de material religioso: los rosarios y calendarios con la efigie del Papa tienen precios desorbitados y, aún así, se venden como rosquillas. Los peregrinos no le harán ascos a las imágenes religiosas, ni tampoco a los souvenirs oficiales del museo, con imprimación de las obras con las que acaban de deleitarse. Desde camisetas, a puzzles, pasando por tazas de café.

Pero además, en ciertas épocas del año, el Centro Turístico popularmente conocido como Vaticano, o Santa Sede, ofrece espectáculo. Desde el Vía Crucis que suele hacer el Papa cada Semana Santa, que cuenta con miles de espectadores todos los años; a fiestas tan entrañables como la de hoy.

Días antes, las autoridades se encargan de prepararlo todo. Es fundamental contar con un buen Belén en la Plaza de San Pedro, que suele ir acompañado por un árbol inmenso; para que quienes quieran acercarse a la Misa del Gallo, cuenten con el calor del hogar de ese Niño que ha nacido, ya que el invierno romano es tan frío como cualquier otro. La plaza se llena de sillas para los asistentes, como en tantos otros eventos. Y la multitud se agolpa a las puertas del templo más importante de la ciudad con la esperanza de entrar a formar parte de ese centro del mundo católico, que es la Iglesia de San Pedro.

Hace hoy un año exactamente, tuve la oportunidad de acercarme a ver lo que se cocía en el centro del mundo católico. Y debo reconocer que mi intención de asistir a la Misa del Gallo oficiada por Benedicto XVI no respondía a la llamarada de fe, que súbitamente había podido encenderse en mi pecho. Yo, como buena turista, iba a ver el espectáculo.

Después de una cena abundante, a base de sopa calentita, entre otros manjares, en una trattoría de la zona, que estaba a rebosar; mi padre y yo nos dirigimos a la plaza, con la sola intención de ver el ambiente. Debían ser las nueve de la noche y la cola rodeaba varias veces la columnata de Bernini. Nos situamos donde pudimos, con la picardía de quien está muy habituado a colarse en las casetas de feria. Pero allí no había ni coros de monjas cantando, ni gente del Opus uniformada, ni grupos de religiosos rezando, nada... Una estafa. Ni una pizca de emoción en la noche más importante del calendario cristiano, después del Domingo de Resurrección, claro está. Lo único que había en la Plaza de San Pedro era un montón de gente estirando el cuello para ver si podía entrar a la iglesia.

Con diversas tretas, de las que sólo se aprenden después de pasar muchos años accediendo sin invitación a las casetas más exclusivas de la Feria de Sevilla, y con una sola entrada regalada, mi padre y yo nos colamos en el templo. Y quizá tuvo algo de interés la misa cantada en latín, por la novedad; porque es algo que no había escuchado nunca. Y el sermón del Papa en italiano, que decía más o menos lo que ET, que hay que ser buenos; además de otras cosas más cercanas a ese tono de radicalillo que caracteriza a Ratzinger, como la necesidad de garantizar la defensa de la familia, que, al parecer, estaba en peligro y no nos hemos dado cuenta.

Pero en realidad nada de eso me interesaba. Yo sólo quería ver si, acercándome al núcleo de la vida cristiana, podía acercarme a todo lo bueno que tiene la religión, porque lo tiene, y mucho. Aunque fuera una creencia descafeinada, un cristianismo sin fe en Dios, donde celebrar la esperanza en la bondad humana, que podría terminar salvando este mundo de mierda.

Pero Ratzinger y los suyos sabían muy bien lo que se hacían. Ellos iban dando su espectáculo hasta el final, con paseíllo incluido, cantando aquel famoso villancico italiano Tu scendi delle stelle, que debe ser como nuestros Campanilleros. Sin perder la compostura, el Papa iba bendiciendo a todo aquel que se le acercaba entre la multitud. Y eso, aún sabiendo que quienes van todos los años a escuchar su sermón de la Misa del Gallo no son fieles, sino turistas que quieren espectáculo.

21.12.06

Reposicionamiento I

- Voy a pasar el fin de año en España.
- ¿Ah, si? ¡Qué bien! ¿Cuándo vienes?
- Llego el día 27 a Barcelona y vuelvo el día 2 de Enero a Alemania.
- ¿A Barcelona?
- Sí, sería una buena oportunidad para vernos, ¿no?
- ¡Voy a buscar vuelos!
- ¿Entonces podremos vernos?

No tengo dinero para ir. Lo tendría si no tuviera que pagar mi seguro de coche de novata. Lo tendría si le pidiera algo a quienes me lo pueden dar. Pero aunque lo tuviera, no sé qué decisión tomaría. ¿Por qué ha elegido Barcelona? Ya que hace tantos kilómetros, ¿qué más le daba venir a Sevilla?

He cometido el error de pararme a pensar. Me he frenado cuando estaba a punto de contratar uno de esos vuelos relativamente baratos por internet. He apartado el ratón de la palabra "confirmar", porque he dudado. Me he preguntado... ¿A ella le importa realmente?

Su pregunta quedó en el aire. Aún tengo que contestarla.

15.12.06

Crisis en la transición del XVI al XVII español

Consultando un texto al respecto, del historiador Alfredo López Serrano, que espero me permita citarle en estas páginas, encuentro afirmaciones como éstas:

La prosperidad había hecho adquirir a los españoles malos hábitos económicos: lujo en el consumo, especulación como forma de vida, con préstamos al Estado, siempre en déficit...

(...)

La burguesía y las clases medias, deseosas de prosperar, consideraron que para lograr el prestigio social y la nobleza lo primero que había que hacer era abandonar los oficios “viles”.

(...)

En resumen, los españoles no querían trabajar. En el cambio de siglo se consolida la abrumadora presencia de los pícaros, de toda condición, en las ciudades y los campos. La dimensión de la mendicidad se hizo alarmante. Para los españoles de entonces el trabajo era una maldición. Dejaron para otros las tareas más duras. Vinieron numerosos extranjeros atraídos a la Península por los altos salarios (franceses sobre todo, que fueron ocupados en la vendimia o la siega, mientras las mujeres lo eran en el servicio doméstico). No se podía prescindir de ellos, pero se dieron brotes de xenofobia (de entonces data la palabra gabacho, con sentido peyorativo) y se les hace responsables de la inseguridad de las ciudades. También los moriscos se ocuparon de las tierras más duras, pero aun así se les expulsará en 1609. Los gitanos sufrieron también un acoso social importante.

Afirma el autor que, entre otros factores que empujaron a la economía española al borde de la ruina, como el descenso demográfico a causa de epidemias, hambrunas y desastres climatológicos; destaca esta mentalidad de rechazo al trabajo y búsqueda del enriquecimiento rápido, aunque efímero.

Vivir de las rentas. Y que trabajen otros.

No hemos cambiado tanto: no hay más que sustituir "pícaros" por "caso Malaya" y "franceses" por "inmigrantes de Sudamérica, el Norte de África y la Europa del Este".

14.12.06

Penya Japan

Admiro la afición de esta gente por el deporte en sí mismo, sin necesidad de hacer patria.

9.12.06

Licenciado en Historia del Arte

1. Dícese de la persona que conoce y comprende, de forma somera, términos más o menos técnicos, ajenos a otros colectivos, como esgrafiado, rocallas, entablamento o anastilosis. También aquel que los utiliza sin ton ni son, con la sola intención de epatar a sus interlocutores.

2. Aquel que al contemplar una obra arquitectónica, pictórica o escultórica, es capaz de situarla en un marco cronológico, con un margen de error de 100 años.

3. Persona con nociones básicas de Historia, tales como distinguir la Antigüedad de la Edad Media a grandes rasgos, que abre mucho la boca al entrar en cualquier museo o exposición.

4. Afortunado que aprueba todas las asignaturas de la carrera, sin que ello sea garantía de haber aprendido nada.

5. Término aplicable a cualquier ser humano que reúna varias de las características anteriores, o todas ellas.

A propósito de "Nuestros Nuevos Amos"...

Ayer, con un poco de retraso debido a la sucesión de días festivos que algunos hemos podido disfrutar esta semana, leí el último artículo de Arturo Pérez-Reverte publicado en el Semanal. Es una costumbre que conservo desde hace años, coger la revista e irme directamente a la página de don Arturo, capaz de encandilar almas cándidas con la frescura de su narrativa y su lenguaraz aguijón.

Semana tras semana, suele cantar verdades como puños. Pero a veces le pierden las formas y termina resultando soberbio, de una soberbia mezquina por su incapacidad para la empatía, o para disculpar errores ajenos.

Esta semana, su artículo me ha gustado mucho. Tanto, que suscribiría cada una de sus palabras. Sólo me queda una duda... ¿cómo lo solucionamos? Definir los problemas de nuestra sociedad es necesario; recrearse en ellos puede resultar un ejercicio de autocomplacencia. Así que conviene ser práctico, ¿qué se hace? ¿En manos de quién está la solución?

Que el señor Pérez-Reverte y algunos más, lectores o no, sean conscientes de nuestros males no implica capacidad para solventarlos.

Moraleja

Una moraleja es como un chiste mal contado que requiere explicación. No sólo pierde la gracia, sino que evidencia la incapacidad del narrador.

8.12.06

Queridos Reyes Magos

Aprovechando que este año cuento con un medio de mayor difusión que la tradicional carta, he decidido escribiros a través del blog, esperando que así mis palabras tengan un alcance más amplio y también más profundo. En fin, que para variar, este año me encuentre con lo que he pedido y no con el best-seller comprado a última hora, como último recurso.

No sé si lo mereceré, porque casi diría que no veo cambios de un año para otro. La vida se me ha convertido en un continuo, que en ocasiones se hace aburrido; en otras, insoportable; y muy de vez en cuando, en bastante llevadero. He ido cometiendo los mismos errores de siempre y es que no paro de tropezar, a pesar de haber descartado ya los zapatos de tacón de mi armario. Probablemente, junto a los vicios de siempre, también han ido creciendo las virtudes que empecé a alimentar desde niña.

Pero lo que es seguro es que todo se ha vuelto más borroso y no sólo porque cada vez esté más miope, que lo estoy. No, ya me compré unas gafas nuevas y eso está solucionado. El problema, o quizá no tanto, es que se difuminan los límites. Así que mi postura, ante casi todo lo que me va viniendo, es menos reactiva en un primer momento; más reflexiva; y sobre todo, menos definitiva.

De aquel armario que tenía, he desechado algunos vestidos viejos: el dramatismo es quizá el que más me ha costado tirar. Pero he dejado alguno que otro que, remendado, puede ser un buen sustituto: el sarcasmo y la ironía, nuevas drogas para la supervivencia.

Por lo demás, y mirando el envoltorio, cualquiera diría que no ha habido cambios. Pero yo sé que vosotros sí los veis, que para eso sois los reyes...

Aquí os adjunto mi lista de regalos:

1. Quisiera un diccionario etimológico, para cumplir los mandatos de mi religión, que me requiere un amor profundo al lenguaje. Y nada mejor que un diccionario, para aprender a amar.

2. Quisiera un libro de autoayuda de los que venden en las librerías especializadas a los estudiantes de Comunicación Audiovisual, con un título del estilo: "Cómo escribir un guión documental" o "Narrativa audiovisual para principiantes", para dejar de decir que soy autodidacta, frase que algunos interpretan como una ventaja, en lugar de considerarlo como la limitación que es.

3. Quisiera que me tocara el piso de la promoción de viviendas para jóvenes en que me he inscrito. Ese, u otro, me da igual. O bien, que consigais con vuestros superpoderes de reyes magos, que el precio de las viviendas deje de crecer.

4. Y por último, os voy a pedir un regalo que no es para mí: que mi padre se mejore de lo suyo, no porque sea grave, sino porque... ¡es un quejica!

Yo con eso me conformo. No voy a hacer una lista de propósitos a enmendar, porque sé que no la voy a cumplir. Ni siquiera, aquello de apuntarme al gimnasio. Más que nada porque ese propósito sólo podría cumplirlo, previa negociación con mi jefe sobre los horarios. Y eso, seguro, seguro, que ni lo voy a intentar...

4.12.06

Cosas de la vida moderna

A veces sueño con vivir en un pueblecito junto al mar, en una casa vieja de techos altos, donde el aire helado del mar de invierno se cuela por las rendijas de las ventanas desvencijadas. Sueño con dejar mi puerta siempre abierta, sólo resguardada por la sombra del esparto. Sueño con sentarme y mirar por la ventana, mirar a la calle a mis pies, por donde pasará gente más o menos atareada, pero casi siempre conocida. Sueño con un balancín y una silla baja de enea.

Sueño con una con una casa sin televisión, ni radio, ni ordenador. Sueño con apartarme de internet. Sueño con que las únicas ventanas que abra sean las de mi casa.

Sueño con vivir mirando al mar, amando y dejándome amar; acompañando a mis niños al colegio; bebiendo limonada en verano y horneando galletas con sabor a canela cuando empieza el invierno.

Sueño con no tener que mirarme más al espejo. Sueño con no tener que comprarme ropa todos los años fijándome en las revistas de moda, para no llamar demasiado la atención. Sueño con olvidar lo que es una revista de moda.

Sueño con escribir todo lo que piense, no en un blog, sino en un cuaderno. Miles de cuadernos viejos que se irán amontonando en una estantería. Sueño con una estantería que se llenará de libros conforme los voy leyendo y no según los voy comprando para dejarlos luego arrinconados.

Sueño con que mi única profesión vuelva a ser la que soñé de niña: sueño con que me sea posible vivir pintando acuarelas, pasteles, óleos... Y si no, con tener tiempo para pintarlos. Sueño con vivir abrazada a una guitarra. Sueño con no estar ocupada en hablar, para poder cantar. Sueño con que en aquel pueblo junto al mar me conozcan como "la loca que pinta cuadros y no vende ni uno" o "la loca que se pasa el día cantando en un idioma incomprensible".

Sueño con no hacer nada, con no tener profesión, con ser un parásito de esta sociedad, donde todos estamos llamados a ser productivos.

Pero me temo que si algún día, por azares de la lotería que no juego, puedo cumplir mi sueño, me aburriré. Y en dos meses volveré al ansia internáutica de ver mundo más allá de donde estoy. Desdeñaré camisones con flores; caeré en las redes de cualquier peluquería, aunque sea de barrio; moriré por comprarme un mp3 o un portátil. Y por Navidad, no habrá galletas, pero sí carísimos regalos.

3.12.06

Un Restaurante Japonés

La primera vez que fuimos, hace más de tres años, fue casi por casualidad. Pasábamos por allí y sentimos la tentación de entrar a probar los platos de una carta que nos sonaban a chino, aunque fueran japoneses.

Como no éramos capaces de decidirnos, pedimos un menú. Como no sabíamos usar los palillos, pedimos cubiertos.

El arroz tres delicias no era como el de los restaurantes chinos.
La sopa miso, calentita y deliciosa.
El sashimi, una sorpresa. No pensé que pudiera llegar a gustarme tanto el pescado crudo.
Y el helado de té verde, ni fu ni fa.

Espiábamos, a escondidas, a un compañero de trabajo que también cenaba allí con su novia, envidiando la maña que se daban con los palillos.

Mirábamos deleitados la decoración, minimalista pero llena de detalles curiosos. Después supimos que esos pequeños detalles, los colores, las formas, los temas, iban cambiando con el paso de las estaciones. Como los kimonos de las camareras.

Las sucesivas visitas nos animaron a probar platos nuevos: el tofu, el tiriyaki, los pinchitos de pollo, que poco tienen que ver con los morunos... Y mientras tanto, encontramos nuestro menú perfecto: sunomono, harumaki, yakisoba y sushi mixto.

¡Un barco! ¡Yo quiero un barco de sushi! Me gritabas de vez en cuando, como un niño caprichoso.

La jefa de camareras nos reconocía y saludaba cordialmente. Bromeaba con nosotros cada vez que nos tomaba nota, porque siempre pedíamos lo mismo; cada vez que yo me derramaba la salsa de soja o la bebida por encima. Aunque el restaurante estuviera a rebosar, como todos los fines de semana, siempre era capaz de encontrarnos un par de toallitas calientes, humeantes, para las manos. El resto de los ocasionales visitantes no tenían esa suerte. Hemos vivido mes a mes su embarazo. La última vez que fuimos, le preguntamos si había sido niño o niña.

El árbol de otoño, cada vez con menos hojas. El calor del hogar y un abrazo. Hoy me apetece una sopa miso, bien caliente, a tu lado. Y basta.

Por si alguien está por Sevilla y le apetece ir, está en los Remedios, en la Calle Salado.

30.11.06

En ocasiones oigo voces...

De fútbol, todos los fines de semana, y más si se enfrentan Sevilla y Betis; de toros, durante la feria; de feria, desde Navidad hasta Semana Santa; de Semana Santa, según la persona, bien todo el año o sólo desde los Carnavales hasta el Rocío; del Rocío, cada vez que sale a relucir Carmina Ordoñez o María Jiménez; de "personajes y personajas", todos los días; de flamencos, flamenquitos y flamenquines, entre el café de la mañana y el almuerzo...

¿Y de política? ¿Cuándo se habla de política en esta tierra?

Nunca. Y es que aquí la política no existe. Existe la Junta de Andalucía y está tan integrada, tan asimilada, tan cotidianizada, que el absoluto proteccionismo, en unos casos, o intervencionismo descarado, en otros, pasa completamente desapercibido.

A veces envidio a los catalanes, que sí oyen voces...

Sin Control

Si el destino, la providencia y los caminos del señor, que son inescrutables, son producto de nuestra desbordada imaginación para no caer en la más absoluta desesperación. Si la absurda creencia de que todo en esta vida tiene un sentido y una razón de ser, que nos permite elucubrar teorías que no se sostienen en pie para trazar un camino razonable y bien hilado conforme a los bandazos de nuestra vida a tumbos, es un consuelo vano para seguir adelante y dejarnos zarandear de nuevo por nuestras ocurrencias y las de los demás.

Entonces, el pensamiento de aquel que necesita tenerlo todo bajo control, prometiéndose a sí mismo que le irá bien si obra bien; que conseguirá lo que desea si se lo propone y lucha hasta el final; ¿no está también carente de sentido?

26.11.06

Libre

Ni con mis pies balanceándose al borde del abismo más profundo. Ni en la cima más alta, sintiendo como el viento oscuro me desenreda el pelo. Ni con los ojos posándose en el horizonte del mar inmenso, en busca del lugar a donde va la luz del ocaso. Ni cuando dejo volar mis sueños.

Con un lápiz en las manos es como más libre me siento.

15.11.06

¿Qué diría Moneypenny?

Bien

Mal

No es que sea muy aficionada a la saga de películas de James Bond. Es más, diría que no he podido terminar de ver ninguna, de puro aburrimiento. Pero el agente 007 se ha convertido en un icono cultural del calibre de la mismísima Marilyn que serigrafió Andy Warhol, por lo que, no sólo me voy a permitir opinar sobre el actor que han elegido para encarnar al personaje en la última entrega de esta serie, sino que me atrevería a solicitar su declaración como Patrimonio de la Humanidad.

Tampoco soy una purista. Es decir, no me quedo exclusivamente con el Bond que materializó en los inicios el escocés-con-faldita-a-cuadros Sean Connery. Muy al contrario, aprecio como positivas las aportaciones de los diversos James Bond de la historia del cine, excepción hecha del cara-plástico Timothy Dalton, al que sólo le faltaba el brillito en el diente. El más reciente, Pierce Brosnan, aka Remington Steel, dejaba sin embargo buen sabor de boca, quizá porque recordaba a ese mítico personaje de serie ochentera, que salía indemne de cualquier aventura, sin siquiera despeinarse, y con más guasa y salero que auténtico cuajo frente a los malos.

Pero la elección de este botarate con cara de gañán, conocido como Daniel Craig, ha sido sin duda desafortunada. ¿Qué hacía especial a James Bond? Pues eso, que no se despeinaba. Que sabía mantener la calma frente a cualquier situación sin alarmarse, con la capacidad de urdir, en momentos de auténtico peligro, un plan brillante, sutil e imaginativo, que le permitiera salir airoso, con el menor esfuerzo. Y también, a qué negarlo, una sexualidad implícita -indirecta diría Hitchcock-, donde lo que se oculta es más atractivo que lo que se muestra: el arte de la sugerencia.

Bond ha sido siempre una especie de Odiseo moderno, cuyo recurso principal es la astucia, en lugar de la fuerza, con la diferencia de que, en lugar de trabajar incansable para volver a su Ítaca, el inglés trabajaba al servicio de Su Majestad. Y mientras, cepillándose a las Circes que iba encontrando por el camino: esas malísimas magas, infiltradas siempre del bando contrario, que caían rendidas a los pies del moreno y gallardo enemigo.

Todo aquello se ha perdido con Daniel Craig y el resto de artífices de Casino Royale. Aquí Bond no es más que un matón brutote, un héroe de acción como otro cualquiera, que recuerda terriblemente al gobernador de California en sus buenos tiempos. Un tío que, empapado y a contraluz, emerge de las brillantes aguas del mar, colocándose el paquete.

Asimilar al siempre elegante James Bond a cualquier personaje de acción pega-puñetazos de cualquier película americana no es una forma de revitalizar al personaje: es una estrategia que evidencia el natural desgaste después de tantos años. ¿Qué más daba Daniel Craig que Bruce Willis? Casi habría sido más interesante ver cómo este último se metía en la piel del agente británico, puestos a pedir metamorfosis extravagantes. Así, además, habríamos podido rememorar con él otra de aquellas series míticas de los ochenta.

Dado que, batacazos como éste demuestran que la serie toca a su fin, yo propondría una última película que, en lugar de seguir narrando las aventuras del personaje, culminara con su muerte. Y no me refiero a una muerte violenta a manos de un malo malísimo, porque eso acabaría con el mito. No, yo veo a un James Bond anciano, en una casita preciosa, que dedica sus últimos días a regar las plantas de su jardín y pasear al perro. Un James Bond que, mientras lee el periódico esperando a que esté listo su té, cae fulminado, simplemente, porque su corazón está cansado de bombear sangre. Un James Bond mayor que, puestos a pedir, podría encarnar de nuevo el propio Connery, que ya está en edad.

11.11.06

Recuerdos de un abuelo que no conocí I

Recuerdo vagamente a mi abuela materna, que murió siendo yo muy niña. Me viene a la mente una imagen de esas enormes, que sólo se ven tan grandes desde la infancia, de un cabello blanquinegro. No gris, sino blanco y negro, entreverado. Los ojos también negros, pequeños y amables, que podían clavarse como alfileres, si era necesario imponer disciplina. Y las ropas negras, como las ancianas de hace 20 años, que eran mucho más viejas que las de hoy. Y recuerdo el dibujo que hice, cuando supe que había muerto; no por recordarme a mí misma haciéndolo, sino por haberlo visto por casa mil veces: el dibujo de una niña que llevaba flores a una tumba.

A mi abuelo, su marido, no le llegué a conocer. Murió mucho antes de nacer yo. Murió cuando mi madre era aún "mocita", como se decía entonces. Pero ella siempre procuró hacerme llegar su recuerdo, como una leyenda o un cuento, transmitido por tradición oral, de generación en generación.

Había una foto muy pequeña, casi de tamaño carné, en un marco sobre una repisa, que ahora no sé donde está (ni la foto, ni el marco, ni la repisa). Una de esas viejas fotos donde, a falta de Photoshop, los fotógrafos de la época habían aplicado algo de pintura sobre el rostro de mi abuelo, para hacerle brillar los ojos y colorearle las mejillas rechonchas. Debía tener en la imagen unos 60 años, pero aparentaba más.

Cuando yo tenía frío, en invierno, envuelta en mi bata rosa, nos sentábamos en la cama de mi madre y ella cogía mis dos manos temblorosas entre las suyas. "Tu abuelo tenía las manos enormes y siempre calientes. Y yo era muy friolera, como tú. Así que cuando tenía las manos heladas, me las cogía así". Y yo me imaginaba dos enormes hogazas de pan tierno y humeante, con vida propia, que venían a calentar los témpanos de mis dedos.

"Su madre, mi abuela, es decir, tu bisabuela, era italiana... De apellido Rossi".

El apellido paterno de mis abuelos maternos era el mismo, así que debín ser parientes lejanos, que habían ido a nacer uno a cada lado del mismo mar Mediterráneo: la una, en Santa Pola y el otro, en la Isla de Tabarca.



Debió ser allí, en la isla, donde aprendió su oficio. Mi madre nunca me dijo que era pescador, siempre decía que era "patrón de un barco de pesca". Y yo me lo imaginaba como al Spencer Tracy de "Capitanes Intrépidos", personaje que además mostraba un carácter dulce, y debía tener las manos siempre calientes.

Una de mis tías era pelirroja, y la llamaban "la rubia". También murió hace años.

Quizá fuera por las uniones consanguíneas, pero la familia de mi madre está repleta de casos de enfermedades debidas a la herencia genética, y alguna, sin cura conocida por el momento.

Yo me parezco a mi abuela paterna, o eso dicen, que falleció el año pasado a la edad de 92 años y más por aburrimiento que por otra cosa. Quizá no herede ninguna de aquellas enfermedades fatales, pero tampoco he tenido la suerte de ser pelirroja.

No tengo más recuerdos de mi abuelo, pero siempre me intrigó el hecho de haber tenido ascendientes italianos. ¿Quizá mi italianofilia se deba a eso? ¿O será más bien por mi interés por el arte? También creo que a él se debe mi amor infinito por el mar infinito, así como el respeto que le profeso, a sabiendas de que en cualquier momento, si no interpreto bien sus señales, se puede levantar contra mí.

8.11.06

Cassette de gasolinera

Sí, es cutre. Sí, de gasolinera. Pero lo he grabado para tí, con todo mi cariño, porque ¡ya tienes carné! ¡Yuhu! Mil millones de felicidades, y sobre todo, acuérdate de lo que dice la canción para darle un buen uso.

PD. Para los no iniciados: hoy es un día histórico. El hombre que no tenía carné de conducir, ya lo tiene. Por fin se ha examinado, durante 40 interminables minutos, pero con éxito. Así que, hoy es un día grande, día de fiesta. Tendremos que salir a celebrarlo.

6.11.06

Una piedra para tropezar

Lo que caracteriza al ser humano, frente a otras especies animales, no es la inteligencia, ni la razón, sino el error: ese ingenioso invento, que condiciona la propia trayectoria vital y la de la estructura social general, y que otorga valores positivos o negativos, a veces de carácter moral, a las decisiones tomadas entre varias posibilidades.

Un problema, varias soluciones. Un problema, una elección.

En definitiva, lo que nos hace humanos es el error, la capacidad de errar y la conciencia de haber errado. El haber sido capaces de pensar que existen blancos y negros, e incluso grises. La libertad para elegir. La libertad para fallar.

Infectada

¡Aps! ¡Uy! ¿Qué ha sido eso? Creo que me ha picado un bicho. Me levanto la manga de la camiseta, y ahí está: una mancha informe, que va adquiriendo un tono rojizo, y que delata una leve inflamación. Tengo los dedos largos, como ET, así que no me queda más remedio que hacer como él: estirar el índice y señalar todo aquello que me llama la atención o me interesa; y tocar con la yema, para probar hasta dónde alcanza el nivel de dolor. ¡Uy!

Aún no duele mucho, pero sé que se hinchará. Y que la hinchazón no será más que el rastro de la lucha en mi cuerpo. El veneno ya se ha colado bajo mi piel. Estoy infectada y empiezo a sudar, no tanto por la fiebre, como por la angustia de saber que no tengo solución. Que lo único que puedo hacer es esperar a que termine la batalla, mientras sufro con entereza sus consecuencias; esperar a que pase la enfermedad y el dolor; asumir que la única cura es dar una respuesta hábil al veneno; crearla y desarrollarla; y, cuando el virus haya mutado, infectar a los demás...

Sí, me ha picado un "meme". Y no me queda más remedio que contestarlo. Se trata de responder a una serie de preguntas haciendo uso sólo de los títulos de las canciones de un grupo, el que sea. Como dicen en mi tierra: "el que más coraje te de".

No me da coraje, pero era evidente que mi grupo no podía ser otro que Radiohead, alabados sean. Vamos allá:

¿Eres hombre o mujer? Subterranean Homesick Alien
Descríbete The Tourist
¿Qué sienten las personas cerca de ti? How to disappear completely
¿Cómo te sientes? Climbing up the walls
¿Cómo describiría su anterior relación sentimental? Let Down
Describe tu actual relación con tu novio/a o pretendiente: Optimistic
¿Dónde quisieras estar ahora? In Limbo
¿Cómo eres respecto al amor? Nice Dream
¿Cómo es tu vida? Life in a Glass House
¿Qué pedirías si tuvieras sólo un deseo? Sail to the moon
Escribe una cita o frase famosa: ¡Error del sistema! No he encontrado citas ni frases famosas en toda la discografía de Radiohead. Más que nada porque supongo que preferirán inventarse frases nuevas para cada canción. Si no, ¿que interés tendrían?. Eso sí, si se trata de traer una canción llena de "tópicos" -en este caso tópicos sociales-, estoy entre Fitter Happier y la angustiosamente hermosa, casi sublime, No surprises.

Y, ya que quien me gustaría que contestara a un test de este tipo, no se digna a tener blog, tendré que infectar a otros. Mis elegidos son:

El Ché
Pies Automáticos
Lovesick
Y Sergio Mahugo

A ver quién se digna. Por cierto, ¡pero qué grandes son!

4.11.06

Diferencia y Equilibrio

Me he pasado media vida buscando a alguien igual a mí a quien amar. No me había dado cuenta de que para eso ya me tenía a mí misma. ¡Qué tonta!

La muerte de los dioses

En nuestra cultura occidental, hemos asistido a una dolorosa y traumática muerte del arte, que muchos no han aceptado todavía. Seguimos mirando las huellas que ha dejado su paso por nuestra casa, sus obras aún calientes, como panes recién sacados del horno, con admiración y hambre de belleza; preguntándonos cómo fue posible su decadencia, su vejez prematura y su definitiva desaparición.

Pero en realidad fue una muerte rápida, porque cuando llamamos arte a cualquier tipo de expresión humana con intención comunicativa y estética a partes iguales, erramos de objeto. A nuestros ojos, todas aquellas obras que fueron creadas en la antigüedad y en los siglos que vinieron después pueden parecer arte, pero nunca nacieron con la determinación de serlo. Sólo a partir del siglo XVIII el arte tomó conciencia de sí: fue. Y al mismo tiempo firmaba su sentencia de muerte. Quizá se le hincharon las narices, quizá el aire de divinidad de los artistas, las alas desplegadas, hería los sentimientos de las obras, al borde del suicidio. Quién sabe...

Cuando Kant definió lo bello y lo siniestro, e hizo converger estos conceptos estéticos en lo sublime, quizá no lo sabía pero estaba anunciando la agonía del arte. Lo sublime es la chispa que hizo al arte reventar de tanta belleza; una belleza que no se puede soportar.

El arte murió de una enfermedad incurable, pero hemos asistido al fallecimiento de otros conceptos de igual valor por voluntad de los hombres. Y si no, no hay más que ver cómo Nietzsche mató a Dios con sus propias manos. Y sin temblarle el pulso.

Quizá estas ideas fueron el preludio de la muerte definitiva de todos los valores, el nacimiento de la nada como destino vital y la negación de la moral. Hemos regresado, o quizá nunca nos fuimos, al relativismo moral de los sofistas. Nos hemos desecho de una verdad única, inmutable y absoluta. Y mientras tanto, para soportarlo, hemos ido levantando nuestros pequeños dioses.

Esos dioses son las afirmaciones infantiles de nuestro ser: un ansia de perfección que nos encumbrará a la fama, al triunfo, a la nada. Nos han dicho que en cada uno de nosotros puede haber un dios y nos empeñamos en sacarlo a la luz, intentando situarlo por encima de los otros pequeños dioses. La competitividad por sí misma, sin otorgar valor a aquello por lo que se compite; y el ansia de superación de la que fácilmente se puede hacer ostentación, y que por tanto se basa en aspectos materiales y superficiales, mueven el mundo.

Mi pequeño dios me impulsa a pretensiones vanas: ser la mejor, la más brillante, en mi trabajo; la más guapa; la más inteligente... Bien podía animarme a ser mejor persona, mejor amante, más que amada. Pero nuestros pequeños dioses, como aquellos de la mitología, nos conducen por el camino más humano y menos divino. Y de momento, son bien aceptados entre nosotros.

¿Para cuándo un movimiento filosófico que se deshaga de ellos? ¿Cuándo empezará el hombre a caminar sin tener que cogerse de la mano de un ser supremo, por mundano que sea?

1.11.06

¡Está viva!

La anciana dama, regocijada en la contemplación diaria de su imagen ajada, cargada de joyas sin brillo, en el espejo, parece despertar de su letargo. A veces, deja de suspirar, para abrir los ojos y las ventanas, y respirar con fuerza, hacer suyo el aire fresco que entra en sus pulmones. Aire y luz que hacen visible esa belleza antigua que la consagra y también, el polvo que cubre sin piedad sus ropas y los muebles abandonados de su casa.

A veces, Sevilla despierta, reniega de esa eterna voz que no hace más que quejarse de esa falta de reconocimiento, de ese olvido en que ha caído, frente a otras ciudades más activas, quizá más vivas, pero con menos sueños de perdurabilidad de un imposible.

A veces, Sevilla resucita en el presente y recobra algo de esa voluntad, casi perdida, por seguir adelante con una existencia en la que apenas tiene fe.

Y como soy la primera en criticarla, en quejarme de sus obras sin fin y de su inmovilismo feriante y semanasantero; también debo estar rápida para reconocer que no todo es tan malo. Y que, en ocasiones, cuando abre los ojos somnolientos, casi se puede decir que... ¡Está viva!

De vez en cuando pasan cosas en esta ciudad, cosas que no aparecen reflejadas en ese espejo de Blancanieves en que se mira. El Eventoblog no sólo es una noticia extraordinaria, por inusitada e infrecuente, sino que está cargada de energía positiva por su carácter, o al menos su intención, completamente vanguardista. Porque, como ya dije por ahí, Sevilla se quiere poner al día y quiere ser la primera de su clase, no sólo, en nuevas tecnologías y comunicación, sino en la influencia que éstas tienen, y reciben, en cualquier aspecto de nuestras cotidianas e insignificantes vidas.

Por otro lado, además de exposiciones de arte cofrade, de vez en cuando, se nos ofrece, a nosotros cotidianos espectadores de este mundo, la oportunidad de conocer más que el arte del pasado, el arte del futuro, proyectos de vanguardia. En esta ocasión, ha sido el Colegio de Arquitectos, que ha llevado a cabo una exposición, por cierto a punto de finalizar, donde se daban cita las obras más significativas de arquitectos contemporáneos, integradas a la perfección en ciudades históricas. ¿Acaso el Colegio de Arquitectos le estaba diciendo al Ayuntamiento algo así como "tomad nota"? Sería otra noticia extraordinaria, en caso de confirmarse.

Y por último, otro de esos eventos que se producen de vez en cuando, y que muy probablemente me perderé por los problemas de siempre, a los que no quiero ni referirme: el Festival de Cine. Hace años, cuando empezó a convocarse, alguien tuvo la genial idea de unir en la misma oferta el cine y el deporte. Pero, ¿a cuántos frikis gafapastas apasionados del cine europeo de autor, o simplemente fans de Woody Allen aunque ya esté pasado de moda, le interesan los mundiales de atletismo? La cosa no funcionaba y, al final, ha sido como debe ser. Cine 100% cine. Y los mundiales de atletismo ya pasaron.

28.10.06

Cuando seas padre...

...comerás huevos.

He oído tantas veces ese refrán, me lo dijeron tantas veces, que fui tonta y me lo creí. Nunca lo asocié al hecho de tener hijos, sino al de cumpliar años. Interpretaba: "Cuando seas mayor, serás libre". Y yo, de nuevo, fui tonta y me lo creí.

Desde entonces, fui cumpliendo años y reservándome para el gran momento de comer huevos, de ser adulta. Decidí portarme bien, hacer lo que todo el mundo esperaba de mí sin preguntarme si era lo que yo quería, procuré no defraudar a nadie y ser "una niña buena".

Perdí todas las oportunidades de rebelarme contra la autoridad, porque deseaba con todas mis fuerzas colaborar con ella. Seguramente deseaba era ser aceptada. Y mi única queja, mi pequeña rebelión, se producía sólo cuando no se tomaba en serio el esfuerzo que estaba haciendo, cuando se minimizaba.

Ya está bien. Ya soy adulta, o eso dicen. Y no compensa. He conseguido cargarme de responsabilidades y obligaciones que no puedo asumir. Y como siempre lo he dado todo, se sigue esperando que realice los mismos esfuerzos de antaño. Y estoy harta de superarme.

Ya está bien. Ya ha pasado todo.

Y no dejo de preguntarme por qué, cuando tuve la oportunidad, cuando era el momento de hacer las cosas, no lo aproveché. Esperé. Quise ser legal.

Y mi recompensa es haberme perdido la vida que pude tener. Porque ahora ya ha pasado todo. Ya no puedo romper las ataduras, ya no puedo soltar amarras. Debí hacerlo antes, cuando todos lo hacían. Debí ser insolente, irresponsable y despreocupada. Debí ser egoísta. Debí pensar en mí, cuando nadie lo hacía.

Eso sí, los huevos no me gustan. Ni fritos ni de ninguna otra forma. Será por eso que renuncié a comerlos.

26.10.06

Con la vista perdida

Ya lo anunciaba sutilmente, como viene siendo habitual en ese tipo de ofertas, la letra pequeña del rimbombante anuncio del periódico, en un lenguaje que no conseguí descifrar, pero que me sugería sin paños calientes que estaba demasiado miope como para hacerme unas gafas nuevas a buen precio.

No es que no fuera capaz de leer la "letra pequeña". Nada de eso. Si los ojos, hoy por hoy, para lo que me sirven es para leer. Eso sí, no me pidas que salga a cazar perdices, que me pueden pasar a dos metros en vuelo rasante y seguramente no las veré.

No, se trataba de un mensaje más o menos críptico incluido en el anuncio, por lo demás muy clarito, que venía a decir algo así: "Montura y cristales, 20 euros. Precio limitado a existencias, a los modelos más feos de nuestro escaparate y a miopes que tengan entre una y dos dioptrías". O algo así.

Pero me arriesgué. Me arriesgué a quedar como la cegata del pueblo. La muchacha que me atendió me dijo: "Es que con los cristales que tú necesitas no te lo podemos hacer, porque te pasas el límite de dioptrías. Además, esto está limitado a cristales sin reducción". Lo que era fácilmente traducible como: "Además, como no te hagamos reducción en los cristales, te veo con dos culos de vaso en la cara, bonita". Creo que aquella chica se reía para sus adentros. ¡Cuánta maldad hay en este mundo!

Después llegó la odisea de las monturas. La chica sólo me sacaba gafas que llevaban inscrito en el lateral cosas como "Carolina Herrera", o "Prada", o "CK"... No sé si es que no tenía otras o que me veía con ganas de tirar el dinero, aunque si fuera esto último podríamos decir que la que estaba totalmente ciega era ella. Era indiferente, con marca o sin ella, ninguna me gustaba, ninguna me sentaba bien.

Al fin, encontré unas gafas que, muy a pesar mío tenían una de esas inscripciones, pero resultaban más o menos discretitas. Y sin embargo, cada vez que me las pongo, no dejo de ver en el espejo a la inimitable Rosa León.

Con todo esto, lo que quiero decir es que, mirar seguiré mirando al infinito, aunque cada año vea menos. Y el dinero que me cuesta.

¿Por qué cosas tan básicas como ésta no las paga la Seguridad Social?

23.10.06

Bromas de la Historia

El almirante británico sir George ROOKE, al frente de una escuadra angloholandesa formada por más de 80 buques, tomó en 1704 la ROCA o Peñón de Gibraltar, sin apenas resistencia. Sus habitantes huyeron a diversas poblaciones cercanas, si bien la mayoría se reunió alrededor de la ermita de San ROQUE, donde fundaron una nueva localidad, con el mismo nombre.

Además de los juegos de palabras, lo más famoso de este pueblo gaditano, en cuyo término municipal se sitúa el yacimiento púnico-romano de Carteia, es su perro, mil veces mutilado por el dicho popular. El animalillo tiene hasta una estatua.

22.10.06

Una casa

Una casa con zaguán en penumbra, que recibe al visitante con los brazos abiertos de silbante frescor, apaciguando con mimo su mirada de estruendosa cal, reflejada en el sol de las calles. Una casa con patio, apoyado grácil en columnas, columnillas o pilares enroscados de hojarasca, poco importa; centrado por el run-rún de la fuente infinita e inaccesible, de un agua que uno no ha de beber; despierto en el verde de hojas, que caen por doquier. Una casa con pasillos breves y estancias cercanas. Una casa con pavimentos cerámicos, que acarician con hielo intermitente los pies descalzos del verano; y se visten de otoño con ropas de lana suave, de colores mitigados. Una casa de verano y de inverno. Una casa con un piso alto, de cristales donde ver golpear las gotas de lluvia, desde el familiar abrazo a una taza de café humeante; de cristales donde ver brillar las primeras luces de la primavera temprana, desde donde tomar decisiones alegres, como prescindir de la bufanda. Una casa de escaleras crujientes. Una casa de habitaciones sin muebles, con paredes que hablan, forradas de arte y de inarte, con luces cálidas y cortinas voladoras. Una casa que vive hacia dentro, sin alardes exhibicionistas. Una casa con neveras inventadas, horadadas en las esquinas de las gruesas paredes. Una casa de piedra, de ladrillo, de madera, relumbrada de cal y de estuco; renombrada por pinturas romanas a mano alzada y mocárabes colgantes, auténticos o falaces. Una casa de verdad.

¡Cómo hecho de menos esa casa que nunca tuve y que, seguramente, no tendré jamás! Las casas ya no se hacen artesanalmente. Vivo en un décimo piso, sin décimos de lotería que me permitan, por azar, hacerme con suficiente dinero como para pagar una casa hecha a mano, como las de antaño.

La historia es sabia y toda ella está recorrida por casas como esa en esta tierra. Y sin embargo, a alguien se le ocurrió, hace años, que todas las ciudades debían seguir el mismo modelo, independientemente de la forma de vida de cada ciudad, de su clima o de su carácter. Todas las ciudades se han hecho una, con prefabricados de cemento de baja calidad y paredes de papel que dejan oir los suspiros del vecino, hacinados unos sobre otros, en una colmena cualquiera que es igual aquí que en Pekín.

Yo quiero una casa romana y mora, donde el baño se me empañe y el vaho ascienda hasta irse, silencioso y discreto, por las lucernas del techo.

21.10.06

Eventualmente, blogs

No soy muy dada a enlazar por enlazar, pero creo que este enlace se lo merece. Se trata de un Evento que tendrá lugar en Sevilla durante los días 17, 18 y 19 de Noviembre, y que presume de ser la primera gran cita estrictamente bloguera de España.

Y quizá lo sea, ya que aunque ha habido propuestas anteriores, siempre - que yo sepa - han ido vinculadas al periodismo y tratando de marcar las distancias entre en el periodista y el bloguero, que, aunque a veces lleguen a fundirse en una misma persona, suelen ejercer un papel u otro según las circunstancias. La última noticia respecto a este tipo de jornadas me llega vía Sergio Mahugo y tuvo lugar en Valencia: se trataba del Primer Congreso de Periodismo Interactivo.

El Evento sevillano tiene la intención, por su parte, de analizar el impacto de los blogs en todos los aspectos de la sociedad. En ese sentido, las "mesas redondas" que más me han llamado la atención y a las que me apetecería asistir son las referidas a "Blogs y Empresa" - el hecho de que tenga lugar el viernes por la tarde limita todas mis posibilidades de asistencia - y "Blogs y Ética" - que teniendo lugar un sábado, hace más fácil la participación de todos los interesados.

Pero hay algo que me tira un poco para atrás. Iba a apuntarme sin dudarlo, a pesar de la obligación de renunciar a la primera jornada por motivos de trabajo, cuando descubrí que el "formulario de asistencia" consistía nada más y nada menos que en dejar un comentario en la entrada "Ven a Sevilla. Inscríbete". A día de hoy, a las diez y media de la mañana, las personas que han dejado su comentario son 142. ¿Sólo 142? ¿Es ésta una forma seria y organizada de preparar un evento de esta, pretendida, magnitud e importancia? Desconfío, desconfío.

Así que en esas estoy, deshojando la margarita. ¿Voy? ¿No voy? ¿Alguien se apunta? ¿Alguien me da su opinión?

20.10.06

Plan General de Sensibilización: Humaniza

La Consejería de Humanidad de la Ajunta de Andalucía ha presentado recientemente el "Plan General de Sensibilización: Humaniza", elaborado con el fin de potenciar la sensibilidad de las relaciones humanas en la sociedad andaluza, que recuperarán de este modo un puesto destacado en la escala de valores de los ciudadanos.

Los objetivos del Plan Humaniza son los siguientes:
  • Garantizar la reubicación y valorización de las relaciones humanas, que se situarán al mismo nivel que otro tipo de relaciones, como las comerciales o de negocios.
  • Impedir la deshumanización progresiva de la sociedad, evitando principalmente los casos extremos de abandono familiar y transtornos mentales y del comportamiento derivados de la deshumanización, como depresión, angustia social, intentos de suicidio o compulsión maníaca de rechazo al mundo entero.
  • Dar a conocer y fomentar valores olvidados, como la amistad -sincera-, el cariño, el respeto, la solidaridad...
  • Recuperar modelos de vida y comportamiento que tan arraigados estuvieron en nuestra cultura, estableciendo de este modo una propuesta integral que actuará conjuntamente con áreas de cultura, patrimonio y etnología.
  • Mejorar las condiciones de vida emocional de personas deshumanizadas, para su reinserción en esta nueva sociedad humanizada.
  • Respaldar a aquellas personas que luchan por la humanización, aunque ello vaya en contra de sus intereses físicos, económicos o laborales.

Para llevar a cabo estos objetivos, la Consejería de Humanidad ha planteado varias líneas de actuación:

  • Campaña de Marketing: creación de imagen de marca del Plan Humaniza, diseño de contenidos, elaboración de folletos, trípticos y cartelería, spots para radio y televisión, etc.
  • Campaña de Sensibilización desde las Aulas: formación específica para el profesorado, organización de cursos y seminarios dirigidos a niños y jóvenes, para informarles de la existencia de estos valores.
  • Talleres con Mayores: se proveerá de personal específico a los centros de día y centros de la tercera edad, que será el encargado de recoger los testimonios de nuestros mayores, con el doble objetivo de reportarles la satisfacción de sentirse escuchados y de transmitir su experiencia a la siguiente generación.
  • Subvenciones para empresas: se dotará de un plus de "buen rollo" a todas aquellas empresas que, en lugar de premiar a los trepas desalmados, potencien la armonía de sus trabajadores, evitando que se originen perfiles como el del "aprovechado" o el "envidioso".

El Plan Humaniza ha establecido un marco cronológico infinito, para el desarrollo de estas líneas de actuación, que contarán con un presupuesto de cero euros, complementados con una enormidad de buenos sentimientos. De este modo, está previsto que durante los próximos años, los beneficios de felicidad personal, plenitud emocional y satisfacción humana se multipliquen.

Con todo ello, la Consejería de Humanidad pretende recuperar elementos tan básicos para la vida cotidiana de los andaluces, como el tradicional "buenos días", que solía decirse por las mañanas; evitar comportamientos egoístas, destinados al único beneficio personal; y garantizar un futuro donde una sonrisa sea capaz de mover el mundo.

18.10.06

Naturaleza Humana

Somos un devenir constante y lo que nos define es la evolución, el cambio. Así que, en esencia, se puede decir que casi no somos y que, más bien, estamos. Y eso, cuando estamos.

Los que dejan estelas, como los cometas, ya pueden presumir de "ser". El problema es que los que son y tienen estelas, casi nunca están. Sólo estuvieron. La trascendencia sólo se vislumbra a posteriori. Así que, quienes aspiran a "ser" nunca sabrán si lo han conseguido o no. Lo curioso es que la vida se disfruta más estando que siendo, porque las esencias monolíticas imponen ataduras difíciles de soportar.

16.10.06

Hablar por boca de otro

El listo, el snob y el tonto. Increíble, pero cierto. Hay algo peor. Hay un personaje que reúne las peores características de los tres anteriores: el erudito. Ese personaje que ha leído mucho y ha vivido poco; que esgrime las lecturas que a base de reglas nmemotécnicas va almacenando en su cerebro para quedar por encima de los demás, menos leídos. En ese almacén que tiene por cabeza casi se puede encontrar de todo: desde obras de arte, con la correspondiente reseña del catálogo; a noticias de actualidad, con la correspondiente referencia de fecha de publicación y autor. Una enciclopedia con patas que habla por la boca de otro.

Uno de sus mayores divertimentos consiste en lanzarse al cuadrilátero con otros de su especie a debatir cualquier asunto de interés, por el exclusivo medio de las "citas", gracias al cual el resto de los asistentes al combate se puede quedar a dos velas pensando que es medio imbécil. Para ello utilizan frases del tipo "según el pensamiento de fulanito... blablabla", con lo que quien no conozca al fulantio, poco puede opinar. De esta manera, persiguen una de sus mayores satisfacciones, humillar a la ciudadanía que pasaba por allí.

El otro objetivo es, sin duda, vencer al contrario con argumentos que no pueda rebatir. En ocasiones me recuerdan a los pokemon, si se me permite el símil: estos muchachos de dibujitos animados que tenían bolas con bichos dentro y que no hacían... ¡nada! Simplemente, lanzaban a sus bichitos -después de pedirles que salieran de sus bolas, claro- a pelearse entre ellos. Del mismo modo, los eruditos lanzan a los autores de sus libros de cabecera a pelearse entre ellos.

Quizá creen que sacarse de la manga a fulano o a mengano sea un ejercicio de ingenio, cuando no es más que un ejercicio de pedantería. Lo que piensan ellos nunca queda del todo claro, y así se cubren las espaldas, no vaya a ser que digan un sinsentido. Nunca dirán "yo creo", "yo pienso", "yo opino"... Quizá sea una cuestión de escasa autoestima.

Hay veces que se les ve el plumero, que con un poco de trabajo y conociendo mínimamente el idioma se pueden traducir-traslucir sus ideas. Y son de lo más sencillas. Pero eso sí, si estuvieran formuladas de un modo "natural" y, sobre todo, con una voz propia, carecerían de esa "pátina de verdad" de los autores antiguos o las ideas establecidas. Dejarían de ser crípticas, herméticas, y serían accesibles a todos. Y eso, para el mundo elitista de los eruditos, sería lo peor que les podría ocurrir.

El erudito renuncia al lenguaje universal. El erudito tiene demasiado miedo como para arriesgarse a crear imágenes propias. El erudito, quizá no lo sepa, pero con su actitud constante, reniega constantemente de la belleza.

9.10.06

Viajeros

Hay quien se va para no volver. Eso no es viajar, es huir. Como la juventud, divino tesoro. O como el tempus, que fugit.

Hay quien se va para volver tal como se fue. Ese es el viajero estilo "maleta", que lo mismo puede quedarse en el aeropuerto sin ser reclamado por nadie.

Hay quien se va para volver con menos dinero y más fotografías de sí mismo, en poses extrañas y supuestamente graciosas, tomadas en entornos de interés. Ese es el viajero estilo "guiri", que todos debemos evitar si queremos mantener intacto el equilibrio mental.

Hay quien se va sin desvelar a dónde ni tampoco cuándo volverá. Ese es el viajero estilo "aventurero". En realidad, cuenta con una red muy bien tupida de amigos-conocidos-familiares-compañeros en todo el mundo que seguramente le alojará o le hará la vida más fácil en su camino. No es de fiar: o bien te pide dinero o te mete en problemas.

Hay quien se va con los ojos abiertos y los bolsillos llenos. Ese es el viajero estilo "turista clásico". Disfrutará un montón, pero sólo serán vacaciones y hasta el año que viene no se pueden repetir.

Hay quien se va con una excusa difícilmente sostenible, sólo por cambiar de aires. Ese es el viajero estilo "hastiado de la vida". Volverá pronto y sin ganas de moverse de casa.

Hay quien se va intermitentemente, de manera que nunca sabes si está de camino o de regreso. Ese es el viajero estilo "guadiana". No sabe muy bien dónde está, qué día es o cómo se llama. Un despistado para fuera.

Hay quien se va a tan sólo unos metros de distancia. Al día siguiente, da un paso más; otro día, coge la bicicleta; de vez en cuando, un cercanías. Y cuando te quieres dar cuenta ha desaparecido de tu vida. Es el viajero estilo "viejo amigo". Cuando vuelves a verlo, ya no lo reconoces. Porque, casi sin ser consciente de ello, tú también diste un paso, cogiste la bicicleta y usaste el cercanías más de una vez.

Hay quien viaja montado en el mundo. Yo he recorrido hoy un día entero, sin moverme de aquí. Ese el viajero estilo "cómodo". Cree que viaja pero no sólo termina en el punto de regreso, sino que un día se da cuenta de que no ha hecho ningún recorrido. Y las piernas están ya demasiado endebles, han olvidado como caminar.

Desde la ciudad ficticia

La profesora de la Universidad de Málaga, Reyes Escalera, que espero no se disguste si se ve citada en estas páginas, me ha facilitado una documentación muy interesante -muy valiosa, me atrevería a decir- sobre la Fiesta Barroca, para realizar un trabajo que ahora no viene al caso.

Como buena historiadora, sus palabras nos permiten al resto de los mortales, no sólo comprender nuestro pasado, sino ver en él el reflejo de nuestro presente. Concretamente, habla de la transformación de la ciudad con motivo de la fiesta y cómo, llegado el momento, las calles, las casas, cobraban un aspecto completamente ajeno a la realidad, ocultando sus miserias con tramoyas y arquitecturas ficticias. Así, se llegaba a construir una "ciudad irreal, utópica, de teatro, de tramoya, ficticia, excepcional...", cito.

No estoy segura de qué tipo de crema antiarrugas utilizan los sevillanos, pero parece que va muy bien puesto que, 400 años después de aquello, la ciudad muestra la misma cara. La misma vida de desgaste cotidiano sin objetivos, cuyo único consuelo es la fiesta anual, pero ocasional. El sevillano vive por y para la fiesta y no, como en otras poblaciones con más sentido del "marketing", para sacarle un provecho económico a una vieja tradición. No, el sevillano lo vive desde dentro, de un modo visceral, completamente irracional, como una adicción al divertimento que surge de la conciencia agresiva de un vacío existencial. En Sevilla sólo existe la Feria y la Semana Santa.

Igual que hace 400 años, el tedio y las pocas ganas de trabajar son la norma de un modo de vida que sólo encuentra su sentido en la evasión de la fiesta, en no ir hacia ningún sitio. Igual que hace 400 años, la fiesta es una alabanza al poderoso. Igual que hace 400 años, acatamos las consecuencias de un clasismo que ya ha sido superado hace mucho en la otra cara de la vida, esa vida cotidiana y "racional" de todos los días. Igual que hace 400 años, aunque la ciudad se caiga a pedazos, cuando llegue el momento estará a punto para vestir sus mejores galas.

Las obras del metro no podrán con el Consejo General de Cofradías. Los derechos de los ciudadanos no podrán con las "sillas" que sólo pueden pagar unos pocos, comiéndonos las calles, ese preciado don llamado "espacio público". La diversión y el jamón "cinco jotas" de las casetas se apagarán al paso del interés general y el común de los mortales, mientras se encienden, tímidamente de nuevo, cada vez que se deja ver la característica figura del pícaro, que existe desde antes del Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán. Las fachadas se vestirán de domingo de ramos, con palmas y banderas de la ciudad, capaces de tapar los desconchones. Y en los balcones, los "señoritos", que ya eran señoritos hace 400 años, se asomarán más para dejarse ver, que para contemplar la fiesta.

Y el mundo entero se detendrá, frotándose los ojos, incrédulo, para comprobar cómo, un año más, el humo puede crear figuras hermosas donde sólo hay vacío y miserias. Un año más, y ya van 401.

Dejar de pensar

Últimamente he visto como se disparaban las visitas de mi blog y no sé si achacarlo a la casualidad o a la causalidad de visitar por mi parte otros blogs que, a su vez, tienen muchas visitas. De cualquier manera, esta inesperada "publicidad" me ha provocado un miedo escénico que ahonda más si cabe la incipiente crisis que vengo experimentando desde los últimos meses.

No es que antes escribiera más. Al contrario, la frecuencia de posteo ha ido aumentando, según se desintegraban las ideas y la auténtica necesidad de escribir.

A principios del verano, no sabría decir exactamente en qué mes, puesto que en Sevilla el verano es muy largo -empieza en abril y aún no ha terminado- me planteé cerrar el chiringuito. Un día, sin saber cómo ni por qué, sentí que ya se había producido el cambio: del capullo no salió una mariposa, sino otro capullo aún más grande. Había perdido completamente la fe -en general, en todo- y había hecho mella en mí el escepticismo, el cinismo, el sarcasmo. Estoy acomodada y "aburguesada". Casi "hamburguesada". Así que no merecía la pena seguir buscándole las cosquillas a este mundo, visto con estos ojos miopes. Los que llevo puestos detrás de las gafas y los otros.

He hablado desde entonces de filosofía, sin pretenderlo. He recurrido a la lógica oculta en la psicología para explicarme actitudes y comportamientos locos, de este loco mundo. Y todo, con la espinita clavada de intuir que, en realidad, todo es inútil.

Sin más preámbulos: me he agotado. Ahora sólo quiero descansar, no hacer nada. Descansar, dejar de hacer. Dejar de pensar. Dejar de escuchar la incongruencia de frases incoherentes y contrapuestas, como dos verdades en lucha que no se pueden demostrar, ni en positivo ni en negativo. Dejar de buscar la comodidad y falsa sonrisa del sarcasmo para autocomplacerme. Dejar de buscar la razón de la lógica. Dejar de buscar. Dejar de querer encontrar. Dejar de pensar.

¿Si dejo de pensar me negaré a mí misma? ¿Esta reflexión es aplicable a todos? Si así fuera, tendría sentido aquello de "no somos nadie".

2.10.06

¿Y si voy de esmoquin?

El próximo sábado tengo que asistir a una boda. No tengo gran interés, ya que no conozco ni al novio, ni a la novia: se trata de una de estas bodas de compromiso, en que el invitado tiene una relación laboral con el contrayente y ha de llevar un "acompañante" que, por razones que no termino de entender, tengo que ser yo.

La historia tiene sus ventajas: me invitan a cenar, conozco lugares nuevos -el bodorrio es en un pueblo del Aljarafe que no he visitado hasta ahora-, me permite romper la monotonía de las tardes de sábado de relax...

Pero en sí, casi todas estas ventajas, conllevan grandes desventajas. Lo de la cena de gorra no. Pero por lo demás: tengo que conducir por carreteras ignotas con una "ele" colgando de la esquina superior izquierda del parabrisas trasero de mi vehículo y con una ropa, seguramente, incomodísima; me van a negar mi siesta sagrada de los sábados; me van a obligar a meterme dentro de una iglesia, arriesgándose a que mi piel se inflame y se llene de llagas o empiece a vomitar bilis verde, mientras insulto a los novios; etc.

Pero lo más grave es que no me dejan ir en vaqueros. Nunca he sido una fanática de la moda y mi presupuesto no da para excesos en compras. Y bueno, cuando me lo he podido permitir, he preferido gastarme el dinero en viajes o comidas, antes que en trapitos. Así que, si ya tengo poca ropa, la ropa de fiesta directamente no entra en mi armario.

El hecho es que, por alguna razón que desconozco, estoy obligada a llevar un vestidito de fiesta. He podido esquivar el engorroso asunto de los floripondos, los tules y los volantes; lo que no he podido evitar es el desembolso económico. ¿Por qué para acompañar a alguien a una boda que ni me va ni me viene me tengo que gastar tanto dinero?

Hace poco me dieron una idea fantástica para librarme de pagar tan alto precio. "¿Por qué no alquilas un traje?". No caí en la cuenta de que la palabra que utilizó fue "traje" y no "vestido". Por alguna razón, los hombres que tengan un compromiso de este tipo no tendrán que gastar tanto dinero como yo, ya que tienen la posibilidad -posibilidades infinitas, diría yo- de alquilar en cualquier sastrería un traje, un chaqué, un esmoquin, un chaleco brillante de fiesta... Lo que quieran.

¿Por qué las mujeres no tenemos esa posibilidad? ¿Por qué estamos obligadas a ir preciosas, con vestidos monísimos e incomodísimos, y siempre distintos para cada ocasión? ¿Por qué si un hombre, en lugar de alquilar, se decide a comprar un traje, lo amortiza de aquí a 20 años; mientras que yo, si tengo una boda por año, durante los próximos 20 años, tendría que comprarme 20 vestidos?

Entonces me hice la gran pregunta: "¿qué pasaría si voy de esmoquin? ¿De verdad se armaría tanto revuelo? ¿Tomarían a mi pareja por gay y a mi por transexual? ¿Lo considerarían una excentricidad apoyada por las tendencias de moda de vanguardia? Es más, ¿por qué me tengo que ver en el ojo del huracán, criticada, censurada y juzgada por los demás asistentes en función de lo que vista? ¿De verdad importa tanto?". En realidad, lo que a mi me importa, es que el compañero de trabajo del novio, a quien acompaño, no se sienta incómodo y se lo pase bien.

Al final encontré un vestidito de urgencia, más o menos apañao y bien de precio -rebajado a la mitad de su precio original-, en el Factory, lo que implica que es de la colección de 2005. Con suerte, nadie se dará cuenta de que está anticuado. Con suerte, si tengo otra boda próximamente podré volver a utilizarlo porque, con suerte, no coincidiré con los invitados. Sólo espero no engordar.

PD. Tenía que escribir una frivolidad para desincrustarme las manchas de tristeza que llenaban mis últimas entradas.

30.9.06

Recuerdos de Jimeno

Ahora sí.
Ya puedo planchar la ropa, que nadie se tumbará encima, dejándola llena de pelos.
Ya puedo hacer la cama, sin que nadie enrolle en las sábanas o patalee sobre el colchón.
Ya puedo barrer debajo de los muebles, que no encontraré ningún obstáculo inesperado.
Ya podemos comprar muebles nuevos, que nadie los arañará.
Ya puedo abrir el armario, que no sorprenderé a nadie dentro, revolviendo entre mis cosas.
Ya puedo llenar de objetos decorativos cualquier repisa, que nadie va a caminar entre ellos, tirándolos.
Ya puedo dejar que se me caigan las cosas de las manos, que nadie las va a tomar por una pelota que se puede hacer rodar hasta la otra punta de la casa.
Ya puedo cerrar las puertas, sin temer dejar a nadie encerrado.
Ya puedo abrir mi ventana, sin temer que nadie se siente en el alféizar, jugándose la vida.
Ya puedo limpiar y preparar pescado para comer, que no tendré que compartirlo con nadie.
Ya puedo sentarme a comer, que nadie va a intentar robar comida de mi plato.
Ya puedo comprar plantas y flores, que nadie irá a comérselas.
Ya pueden entrar insectos en mi casa, que nadie los va a perseguir.
Ya puedo trabajar tranquila, sin que nadie juegue con mis papeles.
Ya puedo escribir en el ordenador, sin que nadie pisotee mi teclado.
Ya puedo tocar la guitarra, que nadie morderá las cuerdas.
Ya puedo entrar despreocupadamente en una habitación a oscuras, sin temer pisar a nadie.
Ya puedo tumbarme en el sofá, que nadie vendrá a sentarse en mi barriga.
Ya puedo llegar a casa destrozada del trabajo, que nadie se va a ovillar en mi regazo, para ronronear cálidamente y hacerme ver que siempre contaré con él.

Sólo era un gato, pero ha dejado esta casa vacía.

28.9.06

Jimeno


Así lo ví, hace más o menos cuatro años, durmiendo plácidamente. Y así lo quiero recordar. En el día de hoy, esta página sólo podía estar dedicada a él, mi "compañero de fatigas". Aquel que estuvo a mi lado cuando nadie más estaba; aquel que me hacía reír, cuando yo sólo quería llorar. Espero que en esta corta existencia, de tan sólo ocho años, haya sido feliz.
Hasta siempre, Jimeno.

26.9.06

El Retorno de los Archisónicos

A riesgo de parecer una niñata cualquiera, me voy a atrever a escribir la frase que lleva todo el día retumbándome en la cabeza: ¡Cómo mola el disco de Muse!

Después del fiasco megalómano que resultó ser Absolution, aburrido y completamente prescindible; estos tres pavos parecen decididos a purgar sus pecados con un disco sin pretensiones, justo lo contrario del anterior. Consiguen ahora tomarse un poco menos en serio a sí mismos, o así interpreto yo su actitud, a la vista de las declaraciones del castrato Bellamy en referencia a los alienígenas y la conspiración mundial. Pura ironía. Eso debe ser.

El asunto es que Black Holes and Revelations es un disco fácil de escuchar. Muy, muy sencillito. Pero chispeante y divertido, recuperando el espíritu cachondón del sobrevalorado Origin of Symmetry, que debió surgir como una broma de buen gusto y llegó a ser un disco de "kool-to" (léase "culto"), sin saber muy bien cómo. Y si no, escúchense las referencias de guitarra hispánica en "Plug In", que se reproducen de nuevo aquí. Qué humor tienen estos chicos.

No le he prestado ninguna atención a la letra, pero es evidente que la letra es lo de menos. Lo es siempre para Bellamy, demasiado preocupado en dar agudos como para pararse a respirar y vocalizar.

Lo que más mola del disco es la cantidad de oportunidades que brinda a pringaíllos ridículos como yo. Sonidos archisónicos sin par, de los que te permiten dar la rienda suelta a tus institos, haciéndote bailar como la chica de Flashdance -quien pueda, claro- y sobre todo, ofreciéndote un montón de registros expresivos para practicar poniendo caras en el espejo, o probando con maquillajes extravagantes y peinados frikis. En ocasiones como esta, sueño con tener el látigo de Jessica Alba en Sin City para menearlo haciendo "chás-chás", mientras susurro silabeando "su-per-mass-ive-black-hole!"

De referencias musicales, no merece la pena hablar, porque sobran. Sólo diré, que tienen suerte de que Schubert lleve tantos años muerto. Si llevara unos poquitos menos, aún tendría fuerzas para levantarse de la tumba y llevarles a juicio por el copieteo descarado del tradicional Ave María matrimonial, que perpetran sin pudor en el corte número cinco del disco, "A soldier's poem".

¿Cómo calificarlo? Como technorrock-barroco. ¡Cómo mola!

24.9.06

Odaliscas y Palos de Escoba

Hoy he estado hablando, fuera del ciberespacio, sobre el concepto de belleza femenina al que alude la entrada anterior. Mi interlocutor, además de confirmar a título personal esa teoría, tan defendida por parte de los hombres, de que las mujeres que de verdad les atraen no se asemejan en absoluto a las modelos escuálidas -se refirió a la imagen de lozana juventud que ofrecían en su momento Carmen Sevilla y Sofía Loren como iconos sexuales-; añadió un par de ideas interesantes. La primera, que muchos diseñadores prefieren modelos que no llamen la atención, para que no sean protagonistas por encima del vestido que lucen. La segunda, que el estilo filiforme de los cuerpos de las modelos tiene relación con la intención "artística" -estética, matizaría yo- de los diseñadores.

Al pensar en una mujer estilizada e ideal como obra de arte en sí misma, se me vino a la mente esta pintura:

Aunque de Ingres se haya dicho que estuvo a medio camino entre el clasicismo y el romanticismo, aunque se haya dicho que aplicaba las normas del dibujo clásico a un concepto romántico de la belleza; todo eso no implica que ese dibujo construyera formas extraídas de la realidad. En sus obras no hay naturalismo. La Gran Odalisca es una idealización, una conceptualización, de una belleza que no está en la naturaleza. La Gran Odalisca no es ninguna mujer: ni ha existido, ni existirá nunca.

¡Viva el Pelo!

Modelo.
(Del
it. modello).
1. m. Arquetipo o punto de referencia para imitarlo o reproducirlo.

Esta es la primera acepción que ofrece el diccionario de la RAE del término "modelo". Si los modelos son "ejemplos a seguir", tiene sentido que los responsables de eventos como la Pasarela Cibeles, pongan mucho cuidado en el "punto de referencia" que quieren transmitir a quienes van dirigidos este tipo de acontecimientos: tiendas y consumidores de moda. Pero no sólo eso, los medios de comunicación, principalmente televisión y revistas especializadas, magnifican la difusión de estos eventos, que puede llegar a cualquier ámbito y rincón de nuestra sociedad.

Por eso, no es de extrañar, que todas aquellas personas preocupadas por inculcar unos valores de salubridad, por encima de un concepto de belleza fútil e inalcanzable, desde poderes públicos a padres y madres que ven el espectáculo de la moda desde el sillón de sus casas, intenten frenar una tendencia que lleva muchos años siguiendo un camino torcido. No hace falta que venga ningún médico a explicarnos que las muchachas de las pasarelas están un poco faltas de carne: si las tuviéramos delante, seguro que más de uno le ofrecería un puchero o una ensaimada.

En definitiva, aplaudo llena de satisfacción que se haya tomado una iniciativa para evitar que personas enfermas puedan desfilar como modelos, esto es, como "ejemplos a seguir". ¿Es que vamos a hacer de la enfermedad un paradigma de belleza? Cibeles ha sabido verlo, aunque con cierto retraso.

Quizá sólo faltaba dar un paso más. ¿De qué se trata? ¿De impedir la entrada de una imagen escuálida en nuestro subconsciente como modelo de belleza? ¿O de presentar como modelos de belleza a mujeres reales? Porque si se tratara de esto último, cabe decir que los organizadores se han quedado cortos. Falta la estría y la celulitis de las mujeres reales; falta el poco tiempo para maquillarse y darse cremitas; falta la imposibilidad de ir todas las semanas a la peluquería a tomar tratamientos de hidratación intensiva contra la sequedad del cabello; faltan los conjuntos de tiendas de barrio o las piezas de mercadillo bien combinadas, porque no podemos ir a comprar ropa a los diseñadores que participan en Cibeles.

Pero sobre todo, falta pelo. ¿A quién se le ocurrió que la mujer perfecta era una mujer que carecía de pelo en todo el cuerpo, salvo en la cabeza, donde debía ser largo, sedoso y abundante? ¿A quién se le ocurrió que, periódicamente, debíamos sufrir esa tortura llamada "depilación"? ¿Qué tipo de sádico se excita con una mujer lo suficientemente masoquista como para provocarse esos daños? ¿Es que nadie se ha enterado de que las mujeres, como los hombres, tenemos pelo por todo el cuerpo? ¿Será posible que los hombres consideren a las pieles tersas, satinadas y "calvas" de las modelos como "modelos de belleza"?

Ya hemos dejado de pasar hambre para contentar a los hombres o a nosotras mismas, engañadas por un canon de belleza que hemos asimilado tras un hábil bombardeo de imágenes. ¿Para cuándo la rebelión contra la cera y las pinzas?

23.9.06

Conciencia Democrática

"Esta sociedad no está preparada para la democracia". Estas palabras se las oí decir a alguien, de quien no voy a revelar la identidad. Estas palabras consiguieron que me rebelara al instante, posicionándome radicalmente en contra, alabando, desde mi idealismo desbocado, las virtudes del ser humano de hoy que, felizmente guiado por su razón y su sentido de la moral, es capaz de regirse a sí mismo. Estas palabras, pronunciadas hace más de un año, no revestían para mí ni una sombra de duda.

Se refería a la sociedad y la democracia de otro país, Italia. Y al visitarlo, inconscientemente, fui entendiendo cómo pudo llegar a conclusiones tan extremas. Una sociedad con un desequilibrio tan abrumador entre el Norte y el Sur, que sigue los sucesos de su política con total pasividad. Una sociedad mediatizada, donde todos los medios pertenecen a una única persona, que casualmente, es (era) el Presidente de la República. ¿Cómo era posible que en el Sur, donde con más crudeza se viven las consecuencias de una mala gestión nacional, aderezadas con la presencia de ese "fantasma" regional, que lo sobrevuela todo y que se hace llamar mafia, nadie se plantee que es necesario un cambio?

Muy al contrario, todo al que se le preguntaba, contestaba casi ofendido, que allí no había problemas y que Berlusconi lo estaba haciendo muy bien. ¿Y sus conciencias? ¿Y su razón? ¿Y su sentido de la moral? ¿Es que no tenían esa vocecita en sus cabezas que les indicara lo que estaba bien y lo que estaba mal? Al parecer no escuchaban los susurros apagados, ahogados en las señales contradictorias de la experiencia de la vida cotidiana. Su actitud, por encima de las quejas constantes entre ellos que no llevan a ningún lado, se limitaba a esperar a que algo cambiara. Su actitud era completamente pasiva: esperaban que "alguien" resolviera sus problemas por ellos y su sueño era huir a un lugar mejor.

Quizá esta gente sin sueños, esperanzas o ambiciones; sin ganas de apartarse un poco de su realidad para poder comprenderla a fondo; sin intención de mejorar las condiciones de vida de su tierra... Quizá ellos no estaban preparados para la democracia. Quizá ellos no tenían la suficiente capacidad para escoger democráticamente, siguiendo los dictados de su conciencia, porque quizá no habían sido entrenados para escuchar a su conciencia. Quizá ellos, sin interés en participar en el destino de su país, no sabía elegir a un candidato que no había surgido de su sociedad, de sus problemas más reales, sino que venía importado del norte. Quizá se habían equivocado al hacer sus apuestas durante los últimos años.

Pero, ¿quién es tan ruin como para sentirse con la suficiente superioridad moral para quitarles el derecho a elegir? ¿La democracia significa "libertad para arruinar tu vida si te apetece"?

Es evidente que la democracia tiene grandes fisuras. Lo vemos diariamente en países donde se ha elegido democráticamente a sus gobernantes, y éstos resultan ser tiranos que se apoderan para siempre del poder. Lo vemos en países donde se ha elegido democráticamente una opción política que se distingue por su extremismo para coartar las libertades de ciertos grupos sociales. Lo vemos en países que, sin que nadie se lo pida, son capaces de otorgarse aquella superioridad moral que mencionaba para resolver los problemas del mundo, cuando ni siquiera son conscientes (o cierran los ojos ante) de la carencia de libertades que tienen en casa.

En fin, ¿estamos a salvo de nuestras propias decisiones?

20.9.06

Teoría de la Comunicación

Lecturas. Evangelio según María Magdalena. Capítulo 3, versículos 15-19.

Un día llegóse a mi puerta un forastero. Tal como el Señor me había enseñado, le recibí en mi casa como un padre recibiría a su hijo al regresar de una jornada de trabajo. Le dí pan y vino y le ofrecí un lecho en que dormir, para refugiarse del frío de la noche sin estrellas. Tras varios días, ví que era el diablo, vestido con sus engaños, que me tentaba en un ardor amoroso que era pecado. Entonces el Señor me mandó llamar: "¿Qué tienes, María?". "Mis palabras son vanas, pues puedes leer en mi alma." El Señor me dijo entonces: "Si pronuncias tu sentir en alto, María, lo responderé. Y mi respuesta hará tus palabras verdad".

Teoría de la Comunicación.

Amén.

Soledades en equilibrio

- ¿Por qué no me has llamado?
- Estaba disfrutando de mi soledad.
- ¿Y ahora qué quieres?
- ¡Te necesito! ¿Dónde estás?
- En mi soledad. Me arrojaste a ella. Ahora la disfruto y no quiero salir.

Qué difícil es encontrar el equilibrio.

17.9.06

España, de psicólogo

Una de las mayores sorpresas de mi exilio italiano -reconozcámoslo, no fue para tanto, sólo tres meses- no la encontré en el descubrimiento de aquel país, sino en lo que ese viaje me permitió descubrir de mí misma. Además de llegar a comprender que puedo sobrevivir lejos de casa o que puedo hacerlo en compañía de personas ajenas a mi entorno -las trabas sociales que tengo en España siempre me habían hecho pensar lo contrario-, lo más extraordinario fue descubrir que amo a mi país. Sí, a ese mismo país que, desde el interior de la cazuela, siempre he criticado, denostado y detestado. ¡Gran repulsa a nuestra ruindad patria!

Y sin embargo, allí, todo eran elogios. Cosas del exilio.

Pude hablar con australianos locos de acento insoportable, que no parecían echar de menos su casa; con alemanes enfurecidos por la inferioridad de la organización italiana en todos los aspectos de la vida, respecto a la propia; con ucranianos que hacían gala de tintes extravagantes, mientras referían el caer de las hojas de los árboles en el otoño de su país, que resultaba ser, por cierto, el más grande de Europa; con eslovenos incapaces de comprender por qué no otorgábamos la independencia a los vascos -"nosotros quisimos separarnos y lo hicimos", me decía un muchacho de 22 años que parecía no recordar lo que era la guerra-; con iraquíes que huían de su hogar y buscaban una nueva vida en un país distinto; y con italianos que parecían ver en mi la personificación de una especie de fraternidad cultural basada, por encima de todo, en la sangría, el fútbol y otros tópicos.

Y cuando a mí me preguntaban por España, me brillaban los ojos y comentaba: "lo mejor que tiene, es que tiene de todo". España es para todos los gustos, una suma de paisajes de todo tipo; de culturas, de formas de ser y de pensar; de estilos de vida. España encierra todas las bellezas.

Y curiosamente, lo que me parecía más hermoso de mi país resulta ser su peor lacra. Dentro de la cazuela, la diversidad, la diferencia, deja de ser algo digno de celebrarse, para ser hervor de envidias. Porque tu tienes más que yo, y el otro, más que los dos. Porque cuando tú tienes frío, yo tengo calor. Porque hablamos en distintos idiomas, o en el mismo desde dos modos de vida tan diversos, que nos impide entendernos. Porque lo mío es mío y de nadie más. Porque no sabemos compartir, porque no hay idea de fraternidad. Porque el vecino de enfrente no es nuestro amigo, ni nuestra familia, es la mala suerte que nos ha tocado. Como un hermanastro feo que llega a casa, con la unión indeseada de nuestros padres. Pero cuando descubrimos que no es tan feo y, lo que es peor, que le ha tocado más en herencia... Entonces nuestra ira puede ser terrible.

Ese mal endémico nuestro, que nace y crece a lo largo de toda nuestra sociedad, en forma de envidias, de cotilleos, de demostraciones de orgullo, no es la envidia en sí misma. Cualquier psicólogo puede confirmarlo: somos inseguros y tenemos la autoestima por los suelos. Somos pobres de espíritu, y lo sabemos, y por eso nos preocupa si el vecino tiene más o menos, o qué nos podemos inventar o exagerar para criticarlo. Nos queremos poco, nos sabemos débiles, y por eso, para quitarnos los miedos, nos arriesgamos al máximo: un país de cobardes que se juegan la vida, para demostrar que son muy machos, en las carreteras o corriendo delante de un grupo de toros, eso da igual.

Quizá deberíamos dejar de mirarnos al espejo y empezar a mirar al mundo. Quizá así podamos descubrir que somos muy afortunados de tener lo que tenemos y de ser como somos. Quizá dejemos de avergonzarnos y bajar la cabeza cuando se habla de España. Porque España, lo peor que tiene, es un problema psicológico muy extendido entre sus habitantes. Y eso, en un par de sesiones, se cura.

13.9.06

Mujeres del Renacimiento

La burocracia es lo que tiene. Se sabe cuándo empiezan a pedirte documentación, pero no cuándo terminan. Esta vez era un formulario que tenía que cumplimentar con mis datos para entregar una solicitud que no viene al caso.

Y de repente, en la casilla titulada "Profesión" me quedé en blanco, sin saber qué escribir. ¡Qué paradoja!

Se me ocurrió que podía otorgarme el apelativo de "mujer del renacimiento", pero luego pensé que nadie lo entendería.

Si en la casilla donde pedían que especificara mi sexo hubiera escrito "varón", el dilema ni siquiera se habría planteado. Los hombres no tienen reparo en llamarse entre ellos "hombres del renacimiento", o ya puestos, "humanistas", dando por hecho que todo el mundo sabe lo que eso significa. Y sin embargo, muchas veces, ni ellos mismos lo saben.

Pero, qué extrañas se ven esas mismas palabras cuando están referidas a una mujer. ¿Es que durante el Renacimiento no había mujeres? ¿O es que no hay "mujeres del renacimiento"? ¿Será que las mujeres de aquella época nunca ejercieron como "humanistas"?

A lo largo de la Historia del Arte, las artistas han sido escasas y poco reconocidas. ¿Podemos pensar por ello que no existieron? ¿Podemos achacar esa horfandad de madres para la criatura artística a la necesidad de cumplir con un determinado rol social?

Muchos hombres se dedicaron al arte sin alcanzar el éxito, ni el reconocimiento, ni un mínimo nivel económico que les permitiese una vida digna, ni el respaldo social. Pero por encima de todo, vivieron con el arte y a través del arte, y lo hicieron con tesón. ¿Podemos creer que la determinación de una mujer por ejercer un oficio u otro, por vivir su vida, era tan débil como para frenarse por el qué dirán? ¿Es posible que ninguna se lo planteara siquiera? ¿Que ninguna tuviera el gusanillo de crear algo más que... niños?
¿Dónde estaban las mujeres? ¿De verdad eran todas tan cobardes? ¿O es que la Historia escrita por los hombres no las ha querido recordar? ¿O no las ha sabido recordar, porque no entraban en los "cánones"? Como la deformación de una imagen que el cerebro sabe enderezar; la ausencia de un píxel, que el ojo rellena sin que se lo digamos. Quizá los "hombres del renacimiento" no supieron verlas a ellas, las "mujeres del renacimiento".
Para más adelante, cuando tenga tiempo para recopilar, dejo la obligatoria tarea de colgar referencias a algunas mujeres artistas. Se lo merecen.
Eso sí, reconozco que querer ser una "mujer del renacimiento" sólo por ejercer una profesión más o menos creativa, después de haber cursado una carrera que no tiene mucho que ver con mi oficio actual, pero que no deja de lado la creatividad, es bastante pretencioso.

12.9.06

El pez grande y el pez chico

Juanito tenía seis años y un pelo crespo y rebelde que se hacía difícil peinar. Los mechones rubios se desperezaban desde la coronilla, mientras su madre intentaba ponerle el uniforme, para su primer día de vuelta al colegio, tras las vacaciones.

Había tenido a su hijo con mucho trabajo, después de numerosos tratamientos de fertilidad junto a su marido. Y por fin, con 37 años consiguió dar a luz a esa criatura tan esperada, amada, deseada... Ahora tenía 43 y cada vez menos energía para correr detrás de esa pesadilla revoltosa que era el rey de la casa.

Ni fuerzas para castigarle cuando se portaba mal, ni voluntad para ponerle límites. Su hijo era más que su vida, su sol. Y no hacía más que repetírselo, mientras le ofrecía golosinas con la sola intención de ver de nuevo su sonrisa llenar de luz la habitación. No había nada que Juanito hiciera mal, y si lo había, se olvidaba pronto.

Así que aquel primer día de colegio estaba siendo duro. No había nervios, ni emoción en la cara de su hijo. Sólo un llanto intermitente y reivindicativo, que su madre fingía no escuchar. Contra su voluntad, lo dejó a cargo de la maestra y se fue lentamente, tras miles de abrazos desconsolados, lanzándole besos tras el cristal de la puerta, tal como había leído que debía hacerse en los libros de psicología infantil que acumulaba en su estantería.

Los primeros días entre los niños fueron más de juegos y risas, que de cuadernos y libros. Y sin embargo, el insatisfecho Juanito no cambiaba su expresión enfurruñaba. Apenas hablaba con nadie. Los ojos vacíos nunca se posaron en los lápices de colores de su mesa, ni en los dibujos que adornaban las paredes, ni siquiera, en los pájaros que volaban tras los cristales. Respondía a la maestra con un mutismo insolente. A veces, en contrapartida, le gritaba y volvía a lloriquear.

Juanito, en definitiva, echaba de menos los mimos de su madre.

Así que decidió tomarse la revancha. Pataleaba. Tiraba de las coletas a sus compañeras. A la maestra le lanzaba los libros. Pellizcaba a las niñas y pegaba patadas a los niños. Desobedecía cualquier orden. Si le pedían que hablara, callaba. Si tenía que callar, los gritos se oían desde el pasillo. Pronto empezaron el puñetazo y el cabezazo contra la pared; las marcas de tijera en las mesas y los garabatos en libros ajenos.

La maestra no perdía la calma, acostumbrada como estaba a muchos casos como aquel. Pero las visitas al psicólogo del colegio o al despacho del director no tenían efecto en el niño. Y así las clases iban pasando y mientras los demás comenzaban a leer, él se disputaba la atención de todos, perdiendo una tras otra las oportunidades de avanzar.

Un día se miró al espejo y sin saberlo, empezó a ver una imagen que no le gustaba. Las golosinas y mimos de su madre le habían convertido en un niño gordo; su falta de atención, en un niño tonto. Y la ira le consumía. Ya sólo le quedaba una cosa: el miedo.

Y aprendió que el miedo era un arma. Aprendió que podía amenazar a su madre, podía decirle que había dejado de quererla, para conseguir cualquier cosa. Aprendió que podía sacar de quicio a su maestra, para que le castigara y le evitara asistir a una de sus tediosas clases. Aprendió que podía golpear a sus compañeros hasta que éstos le dieran su bocadillo, le miraran con respeto, evitaran discutir sus ideas o levantar la voz en su presencia.

Aprendió que su fama de matón le precedía, que podía reclutar a un pequeño grupo de vándalos que harían lo que él dijese, por miedo a un enfrentamiento con esa bestia en que se había convertido. Aprendió que podía aprovechar su influencia sobre los demás para conseguir que los "empollones", tristes debiluchos que no hacían nada más divertido que estudiar, le hicieran los deberes que él no quería hacer. Y así fueron pasando los meses y los años.

Siendo niña, un día trajeron a mi clase a Juanito, castigado. Era un año mayor que todos nosotros y creo que la intención del psicólogo era ponerle a prueba: demostrarle lo que se sentía siendo un año mayor, y estando un año por detrás de sus compañeros; demostrarle que ser "un año más tonto" puede ser lo suficientemente humillante como para hacerle cambiar de actitud. Pero fue inútil.

Con nosotros, Juanito cometía los mismos errores. Se lo conté a mi madre, atemorizada. Me sonrió y me dijo: "Tranquila, deja que pase el tiempo".

Y pasó el tiempo. Y Juanito también pasó, sin pena ni gloria. Y es que todos los imperios del terror, tarde o temprano, caen.

Gracias a Grumman por haberme dado la idea para esta historia, a través de esta entrada.

11.9.06

Y por fin, la belleza

Ese concepto que los teóricos, estetas y aficionados llevan ya miles de años queriendo definir, sin éxito. A veces está y otras no está, simplemente.

Y en Alatriste, la belleza está. O así se presenta ante mis bienintencionados ojos. Lo que me gusta de la película:

- Alatriste en sí mismo, por su orgullo mudo; su altivez mesurada o desmesurada, según el caso; su gesto digno; su honradez para consigo; su aire de fanfarrón venido a menos; su pose torera; su voz aguardentosa; su aliento de borracho; sus manos cansadas de amar y de matar. Porque era un hombre de verdad y no un retrato idealizado. Porque las circunstancias le habían hecho un cabrón, y no la voluntad. Porque hacía lo único que sabía y podía: sobrevivir matando.

- La luz de Madrid, de Sevilla, de Cádiz... La luz de los palacios y las chabolas. Por ser dorada y brillante o lechosa y fría, según sople el viento.

- La pincelada suelta, capaz de captar una mota de polvo en el aire quieto, del que iluminó la escena en que Alatriste duerme... Y despierta.

- La gota del lienzo del Aguador de Sevilla, de Velázquez. Y cómo fascina a Alatriste.

- La Capilla del Salvador, en Úbeda.

- "¡Y tú que sabes!"- que le espeta el protagonista a María de Castro, cuando ésta le dice que no está enamorado de ella. Por lo que dijo y cómo lo dijo.

- El collar que debía ser para María de Castro.

- La secuencia en el hospital de sifilíticas. Porque me hizo llorar, y a Alatriste también.

- Angélica de Alquézar tomando en mitad de unas escaleras la decisión más importante de su vida.

- Las tijeras que Angélica clava en el muslo de Íñigo, porque amor y dolor van de la mano.

- El reencuentro en la playa de Alatriste e Íñigo tras su liberación, porque vi a un padre perdonando los errores de su hijo.

- La breve escena de taberna del comienzo y lo que podría haber sido si a Quevedo, el todopoderoso guionista le hubiera dejado decir aquello de: "No queda sino batirse".

- Alatriste, recitando a Olivares un poema de miserias sobre el "sol negro" de Flandes.

- Las sombras y el triste augurio que envuelve la secuencia del claustro desde el comienzo. Las palabras que cruzan Saldaña y Alatriste después de haber intentado matarse.

- Las brumas de Flandes en la primera secuencia. El frío y la humedad calando los huesos. La tiritera de Guadalmedina y el pañuelo en la boca. No saber por dónde puede aparecer tu asesino. Angustia, miedo y resolución.

- La lluvia de Flandes, años después. Porque Íñigo ya estaba allí, porque todo era distinto. Porque Alatriste y él habían cambiado. Y porque la lluvia no perdonaba a nadie.

- El fiel Copons, por la honestidad del personaje y porque Eduard Fernández lo clava.

- El destello de genialidad de Dechent interpretando a la víbora malhablada, traicionera, nauseabunda, pero guasona y compañera, al fin y al cabo, que era Garrote.

- Ver que la muerte es sucia y barata.

- Quevedo. Echanove, ya no sé quién es.

- Javier Cámara, que me convenció de que era Olivares.

- La batalla de Rocroi, porque lejos de las gestas espectaculares de cartón piedra, al estilo Braveheart, aquí no se hinchan las virtudes de un ejército que está perdiendo, pero sí se refleja un valor que escasea: lo que hacen cuatro gatos -españoles- que quedan vivos después de una masacre, cuando le ofrecen una rendición. Apretar los dientes y seguir.

- La marcha de Semana Santa que domina el final de esta secuencia, porque conmueve asociar ese sentir del patetismo de la Semana Santa; a la entrega a una muerte segura por un ideal. Y también por las connotaciones que luego he sabido que tiene el hecho de que la haya interpretado el Regimiento Soria 9.

Y más cosas, que seguramente se desvelarían en un segundo visionado. Éstos que escribo son sólo los recuerdos más impactantes que conservo, diez días después de haber visto la película.