13.12.05

El Segundo Mundo

El primer mundo es aquel que nada a crol, haciendose largos en la piscina olimpica que es este Planeta Tierra; exhibiendo con orgullo sus musuculos y su agilidad de joven campeon.

El tercer mundo no sabe nadar. Alguien lo ha empujado desde el borde de la piscina para hacer la gracia y ahora solo le mira de reojo, sin una pizca de culpabilidad. El tercer mundo es un ser olvidado, que con esfuerzo patalea; extiende hacia el cielo (o la boveda del pabellon que aloja la piscina olimpica) sus manos mojadas, atenazadas por el dolor inmediato de la muerte segura, consciente; mientras escupe tanta agua como traga. Entre las gotas de agua clorada, el sudor y el llanto han dejado de distinguirse.

Y que hay del segundo mundo? Haciendo del primero y el tercero casos extremos, se nos ha olvidado trazar los limites del segundo. Pero ahi esta, chapoteando y flotando agarrado a la fila de corchos que divide las calles; en esos lugares de encuentro entre el Norte y el Sur, que un dia fueron ricos precisamente por ser lugares de encuentro.

Ahi esta. Sabe nadar, pero no esta entrenado; hace mucho que no practica, y esta entumecido, anquilosado. Sabe, pero no cree en si mismo, amilanado ante la imponente presencia de su companyero del norte. Y sin estima de si, intenta imitarle en los gestos, resultando ridiculo; perdiendo en cada ademan reproducido maquinalmente, un pedacito de su alma.

Ahi esta. Sabe nadar, pero no quiere, avergonzado. Ahi esta, quieto, por no hacer un mal papel. Ahi esta, dedicado a mantenerse a flote, sin decidirse a tomar una direccion concreta.

"Los extremos de la piscina estan tan lejos! Es tan dificil llegar! Para que intentarlo? A lo mejor viene una corriente de agua que me empuja, y asi no tendre que nadar. Paciencia!"

El segundo mundo tiene alma calabresa: un alma rica, llena de luz y de sombras, de contrastes en armonia, con un sabor antiguo, profundo y acido. Un alma a punto de ser engullida por el sumidero.

5.12.05

Branquias

Branquias es una version comica de aquella dramatica sentencia de los Pink Floyd en Wish You Were Here: "We are two lost souls swimming in a fish bowl, year after year". Con un titulo icticola y un protagonista a medio camino entre un estudioso de la fauna acuatica y un piscicida -si se me acepta el termino- que encuentra en estos animales casos paradigmaticos que explican actitudes humanas, esta novela de Niccolò Ammaniti habla de cualquier cosa, menos de peces.

Desprovista de todo lirismo, la unica poesia de esta obra se encuentra en su rotunda cotidianeidad, que sobrevuela los acontecimientos mas alocados, gracias al irracional escepticismo nihilista de su protagonista, Marco Donati, que formula sus verdades mas obvias e hilarantes y las expele sin piedad, bien al lector, bien a sus companyeros de viaje.

Porque sobre todo, esta es la narracion de un viaje, fisico y metafisico, que se convierte en el accesorio mas util del protagonista de una road movie surrealista, aquello que no debemos olvidar meter en la maleta. Un libro inspirador para los viajeros amantes de ese tipo de aventuras de las que no hablan las guias turisticas.

De la Roma mas mundana, a una Nueva Dehli de pesadilla; del ansia autodestructiva de un enfermo terminal de cancer, a la voluntad vitalista y redentora de aquel que no tiene nada que perder. Los hilos que sostienen la logica de este viaje son crueles y absurdos, como la vida; y terminan por resultar esperpenticos, como la vida.

Los puristas de la lengua italiana podran criticar el uso de la primera persona del presente de indicativo como una forma de naracion que se revela no solo poco eficaz, sino simplona e incluso torpe; un estilo que empobrece ese lenguaje aulico que queda solo al alcance de unos pocos. Podran incluso quejarse de la exagerada presencia de "cazzos" y otras expresiones del genero que pueblan el sin embargo nutrido vocabulario del protagonista-autor; expresiones que dan sentido a un retrato lleno de verdad.

Del gore mas exacerbado y brutal, a un sadomasoquismo snob lleno de sutiles genialidades; del porno mas obscenamente pueril, a la moralina heroica de un antiheroe antisocial y autodestructivo; esta novela se ve constantemente atravesada por las perlas mas brillantes de un sentido del humor mas negro que mi futuro.

Recomendable para todos aquellos lectores sin escrupulos, dispuestos a reirse de las desgracias ajenas.

(Y yo que venia buscando a Dante y a Petrarca...)

11.11.05

Otonyo

Chispeante nerviosismo otonyal. El verano siempre muere languido, hastiado de si mismo y de su calor. Una tarde, vamos a ver la puesta de sol, ese sol rojo y surenyo, y cual es nuestra sorpresa al ver que ya no esta. El dia se acorta. La noche llega fria, impavida y sin piedad. La noche se extiende como un chicle mascado durante horas. La noche plastica de otonyo trae los primeros temblores, los escalofrios que recorren la espalda. Carne de gallina. Gaensehaut. Las luces han perdido su contraste y ya no sabemos donde empieza el dia y donde termina la noche. Un soplo humedo recorre las almas, refresa tiriteras olvidadas en los pasillos de los colegios. Llega el cosquilleo de los libros nuevos que, efimero, se agota despues de doblar las tres primeras paginas. Y entonces, ocurre el milagro.

Cuando las sonrisas debian irse apagando; cuando la lluvia parecia querer prohibirnos salir de casa; cuando la rutina de las tardes oscuras debia ir goteando por las paredes... Entonces... Salimos a la calle y vemos las luces doradas en las esquinas de niebla. Y de repente, un humo blanco se extiende denso frente a nosotros. Y aspiramos... Castanyas! Y el frio ya no es tan molesto, con la bufanda al cuello. Y nos quitamos los guantes, decididos, para que nuestras manos terminen negras como el carbon.

Bluff


Mi espiritu critico ha muerto en Reggio. Aqui es todo tan criticable que no puedo criticar. Y si dejara estallar mi espiritu critico, no podria vivir. Solo una afirmacion es posible: en Reggio Calabria nada funciona.

25.10.05

My Present


All'improvviso, ho trovato un'amica.
FROHER GEBURTSTAG, MEIKE.

Construir un puente

Al llegar a Reggio Calabria escribi lo siguiente:

El "Estrecho de Messina" no existe. El Estrecho de Messina, en su punto mas estrecho, no es mas que un salto en el vacio. El mar Tirreno no es tal; solo es un gran lago que bebe del Mediterraneo y que esta limitado por la costa siciliana, a un lado, y la calabresa, al otro.

Desde mi extremo calabres, veo a mis vecinos sicilianos saludar con la mano, tras una pincelada de oleo de mar azul, mucho mas azul; desde mi extremo calabres, busco un horizonte infinito de mar pero mi mirada fija choca siempre y sin descanso con las montanyas de la No-Isla que, al sur, se pierden en una bruma eterna.

Nunca quise ser profetica y, sin quererlo, parece que lo consegui. Sicilia dejara de ser una isla y el estrecho de Messina se transformara en el puente mas largo del mundo (malo es que alguien presuma de tamanyo).

Aparte de la idea romantica referida al aislamiento natural del territorio mas peculiar de Italia, el hecho de que viertan toneladas de cemento al mar no me hace mucha gracia, asi que me posiciono en contra del que, afortunadamente de momento, solo es un proyecto.

La insignificancia del ser humano ante si mismo


No me salen las palabras. Ver "Il Postino" es ver uno de esos cuadros de Friedrich, con figuras que se reconocen como humanas por actitudes de un temor absorto y una melancolia que solo pueden ser humanas: figuras minusculas, insignificantes ante el paisaje sin medida.

De "Il Postino", al final, solo queda el brillo de las estrellas en el cielo y el ronroneo constante del mar, demasiado bellos para ser recreados por la poesia; demasiado grandes para enjaularlos en la sinfonia siempre incompleta, inexacta, de las palabras.

Pero ademas de eso, "Il Postino" grita alta y clara una verdad de las relaciones humanas que quiza por evidente, en ocasiones se olvida: la subjetividad, el punto de vista.

A veces una persona irrumpe en una vida tranquila y monotona y la vuelve del reves, dejandole el corazon al sujeto de la accion -o del sentimiento- en carne viva; pervirtiendo sus emocines; forzando un cambio en el pensamiento y en el "ser". Y a veces , esa persona que irrumpe, haciendo saltar por los aires los cimientos de una vida tranquila y monotona, ni siquiera es consciente de ello o, al menos, no de la gravedad del asunto; del estado de absoluto desamparo emocional en que queda el sujeto de la accion o el sentimiento. Esa persona que mira desde lo alto y, desde su omnipotencia sobre nuestras emociones, nos sabe fragiles y nos sonrie con piedad, o nos pone una mano en el hombro con compasion.

Y no hace falta que esa persona sea Pablo Neruda. Puede ser un amigo muy querido, pero que nunca llama; o ese amor perdido por el que estuvimos suspirando durante anyos hasta que se apago en el olvido.

Y en realidad, la culpa no es de ninguno de ellos, sino de ese ser humano que se mira dentro y ve el vacio; y cree encontrar fuera el infinito: esa persona insignificante para si misma.

3.10.05

En un puerto italiano...


...al pie de las montanyas.
Marco vivia aqui, en Reggio Calabria.

26.9.05

Caos y desorden a la italiana

Las frases tipicas y topicas mas manidas de los turistas mas quejicas se quedan cortas: el caos circulatorio de Roma no solo es un hecho constatado, sino que es un autentico peligro para la integridad fisica de los viandantes.

Como viandanta, y en nombre de todos ellos, me gustaria aclarar lo siguiente:

Podemos pasar por alto la necesidad del italiano medio de presumir de coche, llevandolo a sus ultimas consecuencia, es decir, a la velocidad del sonido; podemos pasar por alto que en muchos tramos la carretera absorba todo el espacio publico y que los peatones nos quedemos sin acera -"es que hay unas ruinas romanas ahi", "ahhh"-; incluso podriamos pasar por alto el ser relegados a personajes de segunda categoria en la comedia del trafico al obligarnos a cambiar de acera, cruzar la calle subiendo pasos elevados o bajando pasos subterranos, sin una razon aparente y con preferencia cero ante los coches.

Pero lo que no se puede pasar por alto es que, en una plaza tamanyo campo de futbol, con ocho carriles y coches circulando en todas direcciones, no haya un mal semaforo al que reclamar amparo. Y asi el valiente peaton -somos todos unos heroes- tiene que echar mano de su mano, su mano poderosa que, situandose extendida delante del coche a punto de atropellarle, conseguira hacerle frenar en seco.

Y asi hasta que al peaton le toque uno de los chulos mencionados mas arriba, de los que les gusta pisar, que no tenga tiempo de ver su manita temblorosa y, por tanto, de reaccionar a tiempo para evitar una muerte segura.

Pero lo curioso es que este aparente descontrol se intenta paliar con un exceso de control por otro lado. Y asi cuando a alguien se le ocurre que el peaton merece una oportunidad de salvar su vida y decide ponerle un semaforo, resulta que es tricolor y con frecuencia, la mayor parte del tiempo el semaforo esta en un incomprensible ambar con lo que, automaticamente, se produce una involucion o regreso al estado anterior.

Algo similar a este "descontrol-hipercontrol" ocurre en el transporte publico. El suenyo de todo golfo debe ser vivir en Roma, porque al parecer es el lugar del mundo donde mas sencillo es colarse en todas partes.

Te montas en el autobus y civicamente picas tu billete. Automaticamente ves que todo el mundo a tu alrededor te mira con perplejidad y tu reaccionas constatando que tu bragueta esta abrochada. Y es que ninguno de ellos ha picado. Para que? Nadie le ob liga.

En Sevilla, el que se monta en el autobus sin picar, como minimo se lleva una bronca del conductor y, como maximo, abucheos y patadas de los asistentes, junto a la correspondiente multa. Aqui el conductor solo sirve para conducir y ni siquiera te ve entrar (es posible entrar por cualquier puerta). Menos aun es capaz de darte los buenos dias. Y si se le pregunta por una calle, te mira con schiffo, algo que solo tienen ellos-los italianos.

En el metro es casi obligatorio pagar, sobre todo si quieres que se te abran las puertecitas de entrada. Pero teniendo en cuenta que muchas veces estan abiertas y que, cuando no lo estan, son faciles de esquivar, no se comprende como es que haya tontos que sigan abonando el precio del viaje.

Yo sigo picando. Hasta en el tranvia. Momento jocoso cuando, al entrar, se lee la advertencia: "A partir del 1 de junio, habra controles policiales en todo el transporte publico metropolitano para garantizar que los billetes son abonados. No mostrar el correspondiente billete supondra una multa de 101 euros." 101? Por que? Por ser capicua?

Y en el lado opuesto, el hipercontrol de los trenes. Pero un hipercontrol descontrolado, claro. Si no, no seria italiano del todo.

Por un lado esta el revisor que te pide el billete, que no sabe si te lo ha pedido ya o si aun se lo tienes que mostrar; que no sabe si los asientos estan reservados o no; que no sabe si el tren se llenara o no; o que te pide varias veces el mismo billete, incapaz de recordar tu cara.

Ademas, al usar un tren no solo es necesario comprar el correspondiente billete sino, convalidarlo; es decir, picarlo como si de un bonobus se tratara, en las maquinas que para este fin se situan en los andenes.

Aquel a quien se le ocurrio la idea no es que quiera hacer perder el tiempo estupidamente a los viajeros, es que, sencillamente, es un vago. La historia esta de convalidar se debe a que, salvo en caso de utilizar el Eurostar -el tren pijo de Italia- los billetes que se venden son genericos para que la persona que los expide no tenga que pensar mucho en la fecha, la hora y el asiento. De este modo, los billetes regionales, por ejemplo, solo indican las estaciones de origen y destino y la fecha limite para su convalidacion. Y si no hay convalidacion, hay multa, como me ha pasado a mi.

No basta con que hagas ver al revisor que el que tienes en tu mano es tu billete, que lo has comprado tu, que lo has pagado con la tarjeta de credito y que, por tanto, se puede demostrar hasta la fecha y la hora en que lo hiciste. De nada servira que le expliques que tenias que cambiar de tren y que apenas tenias diez minutos para hacerlo, todo ello en una estacion desconocida y sin un minimo de personal a quien preguntarle por el anden correspondiente. Todas las explicaciones son inutiles: el billete no esta convalidado.

Cinco euros me ha costado la tonteria de preocuparme mas por no perder el tren que por picar un billete que ya estaba pagado. Yo, que era la unica en picar en todos los transportes publicos de Roma.

Empiezo a parecerme al tio Matt (vease los Fraggle). Seguire informando.

Quitando eso y los precios desorbitados, mucho arte.

17.9.05

10 verdades sobre música

1. Queens of the Stone Age son unos guarros (y es una lástima porque, si no fuera por eso, podría decir que me gustan bastante).
2. La mejor versión de la historia de la música es la que hizo Jeff Buckley del Hallelujah de Leonard Cohen (mil veces mejor que la original). Las demás no habría ni que tenerlas en cuenta; son sinónimo de vejación.
3. La única guerra donde sólo hubo vencedores fue la que inventaron los medios de comunicación para enfrentar a Blur y Oasis. Diez años después, siguen brillando.
4. Ni la Filarmónica de Berlín ni la Aida de Verdi en el Maestranza. El mejor concierto de mi vida, el de Radiohead (Madrid, 16 de Julio de 2003).
5. El festivo y saltarín pop británico dio himnos existenciales. Los suicidas de Seattle apenas consiguieron hacer disfrutar a su público (tarea difícil cuando tu lema es el tedio).
6. Nuestros grupos favoritos decaen en la medida en que, o bien crecemos nosotros (la perspectiva cenital del snob medio motiva su eterno disgusto), o bien les puede la fama, el dinero y todo lo que ello conlleva.
7. En toda la historia de la música popular contemporánea, las drogas han sido siempre una pieza clave: han significado la muerte lenta de genios y grupos; han provocado su absoluta transformación hasta convertirlos en un esperpéntico fantasma de sí mismos; y en ocasiones, les han permitido crear, salivando hasta la deshidratación, sus mejores perlas.
8. La música española no existe.
9. Escribir una canción es fácil. Lo difícil es escribir una buena canción.
10. Que la música es una de las artes más sugerentes, es cierto. Pero eso no justifica que haya "canciones del verano".

Ciao Italia

Dos semanas de preparativos, de no despegarme del ordenador, navegando por las cantarinas fuentes de la sabiduría italiana -trenitalia, atac, etc.- han dado su fruto. Todo está listo, calculado al milímetro: una planificación detallada hasta el extremo, vertida en un documento de word con formato tabla. A la izquierda las horas, los minutos; después una breve descripción de lo que haremos en cada momento, introduciendo ya palabras en italiano para no despistarme, no vaya a ser que quiera comunicarme en castellano; y por último, el precio de cada actividad, garantizando la gratuidad de algunas de ellas, como el sencillo pero agradable acto de pasear entre pedruscos de más de mil años.

Así soy, por qué negarlo: neurótica hasta para viajar, maniática y compulsiva. Si no cumplimos mi plan, si nos saltamos alguna de las filas de mi tabla en tres columnas, si echamos a perder todos los esfuerzos cogiendo un autobús que no estaba previsto, mi furia puede ser indescriptible.

La chispeante textura de la ilusión, que sabe a burbujas de cocacola, se mezcla con la tensión agria del miedo. Así que mi próxima partida, sabe a Bitter kas. Los nervios no me permiten pensar con claridad. La maleta todavía sin hacer y mi cama llena de trastos inútiles. Pensando qué libro llevarme, aunque sé que no voy a leer. "Como una biblia, para dejar junto a mi cama, donde leer párrafos sueltos cuando me dé la nostalgia de mi tierra y de mi lengua", he dicho.

Mañana marcho a Italia. Pero como dijo Terminator, volveré. En realidad no he visto esa película, pero es como la escena de la ducha de psicosis: es conocida por todos, cinéfilos o no.

3.9.05

Pepe, Inspector de Desastres

Es tan alto que, a veces, sobre todo en los días de niebla, no se sabe donde termina. Su cabeza es una isla de masa en un cuerpo que es de aire y pellejo. Sus huesos rotundos, que parecen querer salirse de la piel, haciéndola jirones, traen a la memoria fotografías de Gandhi, esas que supieron marcar los contrastes situando el foco de luz donde correspondía. Pero Pepe no hace régimen, ni siquiera huelga de hambre. Come como un cerdo entregando su alma impura a las filosofías orientales, y claro, así se digiere todo con más facilidad.

Hace unos años se compró una cueva para meditar, una pequeña loma rodeada de prados verdes. Le advertí que no lo hiciera, que podía traerle problemas; que la cueva estaba muy limpita, con sus paredes lisas y sus cráneos desparramados por el suelo. Pero él insistió, y se compró un dolmen. Ahora está en tramites legales por su custodia con las autoridades culturales.

En la aterciopelada oscuridad del dolmen, respirando el aire de miles de años, dejándose envolver por la sabiduría de los espíritus de todos los que fueron enterrados allí, deseando ser salvados para una vida futura por un dios solar, Pepe se sabe invadido por una conciencia superior, que entra a bocanadas en sus pulmones.

Así que cuando abandona su rincón de paz, el Planeta Tierra es un lugar fácil y acogedor. Se acabó la sensación punzante de destrucción, el carácter de un mundo rugoso y estéril como un papel de lija. Ya no ve nada de eso, lo que no quiere decir que exista. El nirvana no se lo permite. Y deambula por la ciudad, de casa en casa, de lugar en lugar, adoptando siempre la postura de la flor de loto, ingrávida sustancia, en sus animadas charlas con vecinos y compañeros, que le paran por la calle.

Vaya donde vaya, tiene la respuesta. En contacto con los espíritus de la paz y el diálogo, sabe lo que decir en cada momento para aliviar la pesadumbre de los seres humanos. Y ha descubierto en esto una vocación ignota para él hasta hoy.

Así que, tras una última visita a su dolmen, para cargar las pilas de paz espiritual, Pepe sale al mundo, envuelto en su camisa blanca y su pantalón arrugado -es lo que tiene el lino- a salvar almas. Le pueden tomar por un vagabundo, un ser sin una razón para vivir más allá del hedonismo, un matemático calculador de las consecuencias de todos los actos de la humanidad, un visionario de hielo o un ladrón de aforismos y de utensilios de primera necesidad. Pero vaya donde vaya, él busca el desastre para imponerle las manos de una verdad curativa. Y llega la paz.

Pepe, Inspector de Desastres, suspira por un mundo volátil que no es capaz de recuperar, al menos íntegramente. Fue a salvar las almas de la ciudad destruida de Bam, desaparecida en el polvo. Repartió panes y peces de posguerra en los Balcanes, mientras se admiraba con la belleza de la perdida Spalato. Fue a investigar las causas del inoperante sistema económico sudamericano, mientras se bañaba en las playas de Ipanema. Y ahora marcha a Nueva Orleans, a vacunar a niños contra las epidemias que se pueden desatar, al tiempo que revisa la historia de la literatura norteamericana auxiliado por Mark Twain y sus amiguitos del Mississipi.

Allá donde hay un desastre, está él, aliviando tensiones, facilitando la capacidad de racionamiento en los hombres, impulsando una reacción positiva. Como un ángel que eternamente sobrevuela nuestras vidas, se distingue en lo alto la figura desgarbada de Pepe, Inspector de Desastres.

31.8.05

I want to live in America

Decenas de personas -según las autoridades podrían ser cientos- han muerto en Nueva Orleanspor falta de previsión. Todos los años montones de casitas se deshacen como si fueran de papel y es necesario desalojar urbanizaciones enteras, a causa de huracanes y tifones, en una costa; o por incendios y terremotos, en la otra.

Miles de soldados han muerto en una guerra que echó mano de motivaciones falsas para justificarse y hoy, la farsa se muestra clara y diáfana incluso a los ojos de los propios estadounidenses.

El dinero que podría emplearse en educación y sanidad, se derrocha en armamento y fuegos artificiales que hacen muy bonito en el espacio aéreo. A todos les gusta ver los estallidos de Cabo Cañaveral y todos siguen, como si de una superproducción de Hollywood se tratara, las incidencias del viaje de los astronautas-hasta el infinito y más allá- con el alma en vilo. Más que reyes del mundo, llegarán a ser los reyes del universo.

Aunque sabemos que el dinero mueve voluntades como montañas en cualquier sitio, allí su poder podría multiplicarse por mil. Con dinero se compra todo: arte -nuestro patio del castillo de Vélez Blanco, por ejemplo-, cultura, un estatus, popularidad -tan codiciada por sus devaluadas autoestimas- e incluso justicia.

Un determinado nivel económico puede hacer a ciertas personas intocables ante un sistema judicial con fallos evidentes. Los jurados populares no son aconsejables en ningún caso, pero menos aún cuando abunda el analfabetismo en la población.

Allí hay clases y clases. Por debajo de la clase trabajadora, que dentro de lo que cabe vive relativamente bien, hay muchas más clases, infinitamente más degradadas. Y sobrevivir es casi una aventura. Regreso a la Jungla de Cristal. O de cemento.

Y es allí, en el "País de las Libertades", donde perdura la pena de muerte. ¿Por qué? Pues porque hay clases y clases, precisamente. Y porque sobre todas las demás, hay una clase que se otorga a sí misma el derecho a decidir sobre la vida o la muerte de los otros. Complejo de Dios, que le llaman.

Hablando de divinidad, hay que mencionar a su presidente, un alcohólico que tiene comunicación directa con Dios, no sabemos si por teléfono, por fax o por internet, muy al estilo Aída Nízar. ¿Qué ocurriría si alguien como ella presidiera el Gobierno del Estado Español? No duraba ni dos días, linchamiento inmediato, seguro.

Y todo esto en un sistema político que carece de partidos que representen a la izquierda.

En fin, si todo esto ocurriera aquí, los españolitos todos nos habríamos echado a la calle veinte veces, entre otras cosas porque somos unos quejicas a quienes nos encanta la "crispación", esa cosa tan de moda hoy en día, que a mí sólo me recuerda a una marca de cereales y el sonido que se desataba en mi plato al verter la leche.

Una inquebrantable cadena de gravísimos acontecimientos y una insostenible situación caracterizada por la total ausencia de libertades, que aquí significarían sin duda la inmediata dimisión del gobierno en pleno y una serie de dimisiones asociadas que harían tambalear todo el sistema político para tener que replantearlo íntegramente de nuevo. Tabula rasa.

Sin embargo, ellos, encantados de la vida. Alguien me decía ayer: "pregúntales, a ver si están descontentos". Mi respuesta a semejante desafío iba por el camino de la viga en el propio ojo de la parábola aquella. Pobrecitos, no se dan cuenta.

Teniendo en cuenta que la imagen que tengo de los Estados Unidos procede casi exclusivamente de los informativos televisivos -tan criticados y criticables-; de los documentales y libros de Michael Moore; y de series de televisión como CSI o películas tipo American Pie, es muy posible que dicha imagen esté bastante distorsionada y no se corresponda en absoluto con la realidad.

Hay cosas que es necesario ver con los propios ojos. Una fascinación ejercida por el rechazo y la repulsión, quizá. Pero hay cosas que parecen pedirme a gritos que las analice a fondo para ver si alcanzo a comprender los porqués.

Haciendo un ejercicio de acercamiento a los Estados Unidos pondría en peligro mi vida y mi libertad, entre otras cosas por no ser ciudadana estadounidense, por hablar un inglés deficiente, por ser morena y por ser española, que no hispana.

Puede que visitar Estados Unidos signifique entrar en la boca del lobo, o en un nido de víboras, o cuantas expresiones del estilo se me ocurran, pero tengo que verlo de cerca. Si estoy equivocada, reconoceré públicamente mi error; si no lo estoy, disfrutaré viendo caer un imperio.

¿Por qué ir a Estados Unidos? Porque sería como ir a la Roma de Cómodo.

30.8.05

Cargadero de mineral en Almería


Para los clasicistas y academicistas que consideran que toda forma de progreso científico, avance tecnológico o simple uso cotidiano, urbano y laboral es incompatible con la belleza. Invitados quedan a abrir los ojos a otras categorías estéticas que también son capaces de golpear el corazón.

El Despertar

Muchos han elucubrado sobre los aspectos que distinguen al hombre del animal. Lo que sí es animal es querer separar al ser humano de su naturaleza innata: aquello que no puede perder, pues lo demás es aprendido.

En estas divagaciones, la capacidad lingüística muy desarrollada y, en ocasiones, absolutamente inútil, del ser humano, ha ido ganando posiciones como la característica principal en la consideración del hombre por encima del resto de las especies.

No digo que no sea una baza importante. También lo es la sociabilidad y, al igual que el lenguaje, como forma de comunicación, es tan aplicable al ser humano como a mi gato que, gemido tras gemido, mancha a mancha, aromatizando mi casa entera con su inigualable perfume, consiguió hacerse un hueco en la complicada estructura social de los gatos callejeros de mi barrio. Tras la castración, ese universo que nos es tan ajeno a sus amos y cuidadores, quedó sumido en el más profundo de los olvidos...

En fin, el tema no era Jimeno, sino la religión y la magia. Esa es mi apuesta dentro de "la serie de cosas que hacen especiales al ser humano". Tampoco es que el tema -la parte entrecomillada- me interese, pero había que hacer una introducción para hablar del asunto mágico-religioso.

A mi entender, hay varios estratos: primero, la inconsciencia. Por aquel entonces sí que se vivía bien; éramos todos como niños chicos, no había miedos ni preocupaciones. Y por supuesto, al no haber amenaza, el hombre no había desarrollado una respuesta a la amenaza. No había necesidad de protegerse frente a nada. Aquí los hombres son como dioses.

Luego la consciencia y el miedo. Un estrato breve y agónico en que el ser humano se da cuenta de su fragilidad, imperfección y finitud. Reconocerse en el espejo de la vida con esa cara de don nadie llega a ser doloroso, así que es necesario buscar remedio. La magia, el mito. "No somos omnipotentes..." "¡Pues alguien tiene que serlo!" "No tenemos todas las respuestas, todas las soluciones, toda la protección".

Pasamos al siguiente nivel. Y entonces el hombre se pone a buscar un dios-papá que le solucione la papeleta. Magia o religión, igual da. Ambas tienen muchas cosas en común. Para empezar, la fe -otro de mis asuntos favoritos- y para continuar, el rito. Por este orden, porque la fe puede ser individual, mientras que el rito es un acto social: la iglesia, o el nombre que reciba una institución de similares características en el caso de la magia, es una estructura social que administra los bienes de papá-dios a través de un intermediario u oficiante. Siempre es así. Aunque para mí, si tuviera que elegir una religión, las mejores serían siempre las que carecen de intermediarios.

Por encima de este nivel, la conciencia. Aquí comprendemos que si no encontramos las respuestas es quizá porque no haya respuestas, o bien, porque no hemos desarrollado todavía los mecanismos -ciencia, técnica- necesarios para hacerlo. La razón nos ayuda a asumir que no somos superiores ni tenemos por qué serlo. Y sobre todo nos ayuda a ver con claridad que el estado anterior, de enajenación mental, social y global, era una reacción a esa carencia de entendimiento.

No digo con esto que el estrato racional sea el nivel supremo en el desarrollo intelectual del ser humano. Más bien al contrario. Si hemos conseguido llegar hasta aquí, la sensación de vacío espiritual será terrible. Nada de miedo, es la melancolía del no-ser. El hombre necesita colmar este vacío y llenarse de paz. Quizá la tendencia natural es caer de nuevo en el nivel mágico-religioso. Pero cuando la razón habla, el corazón ya no se permite juegos de magia.

La melancolía del hombre laico es la de aquel que recuerda con lágrimas en los ojos un ser infantil que un día le llenaba el corazón, que se sabía libre dentro de una casa guardada y protegida por sus padres.

El adulto que sale de casa a buscarse la vida volverá a ver a sus padres, a veces con alegría, y otras, con la desesperación de tener que pedirles de nuevo ayuda, pero sabe que un regreso definitivo es imposible.

El adulto que sale de casa tiene que aprender a hacer su propio camino. Por eso, aunque aún no lo he encontrado, estoy segura de que hay otro nivel más, por encima de la senda de la razón, que sosegará y dará plenitud a los hombres de espíritu inquieto.

29.8.05

Sevilla, lejos de Sevilla


Primero fue la patética Misión Imposible 2, y ahora resulta que ya unos cuantos años antes, en 1996, el sobrevalorado Dan Brown -cómo fastidia que venda tanto- ya se había cebado con la patria de nuestro corazón: con Sevilla, la nuestra y la de todos; la Sevilla universal, que lo es desde el 92, por cierto, desde 1492.

Estoy segura de que, mucho antes de la mencionada película del ahora histriónico Tom, con la memorable hoguera alimentada por nuestras tallas de santos, ángeles y otros personajes bíblicos -nadie en esta ciudad osaría quemar el nazareno de Pasión obra de las gubias de Martínez Montañés- hubo otras referencias a Sevilla de calidad igualmente cuestionable en el panorama cultural internacional, pero fue ésta, quizá por su violencia visual, o quizá sólo por ser de las más recientes, la que se me quedó grabada en la memoria como la mayor estúpidez que ha provocado una extraña sensación de orgullo entre mis paisanos.

Por supuesto, no se puede comparar esta clase de desatinos con la adorable traducción de "The rain in Spain falls always on the plain" por "La lluvia en Sevilla es una maravilla", que tarareaba, doblada, la escuálida Audrey Hepburn. Me refiero a críticas a Sevilla con verdadera sustancia y en escaparates mediáticos, pero muy mediáticos.

Antes de Tom -muchos me preguntan aún por qué le odio tanto- y Dan, hubo otros, lo sé; y lo peor es que les alimentamos nosotros. La autocrítica es sana; la autoparodia, también. Tomarse nuestra cultura a guasa, no tanto. Y claro, luego nos quejamos de haber dado lugar a semejantes engendros. Y si no, que le pregunten a Pérez Reverte por el retratillo social de los tres mafiosos y delincuentes que, más sevillanos que nadie, se pavoneaban por su novela -también sobrevalorada, a mi entender- La piel del tambor.

En fin, que parece que Dan Brown se mete con Sevilla. Y todos ponen en grito en el cielo. Habrá que esperar a leer la Fortaleza Digital, aunque no sé si merecerá la pena...

Lo que parece evidente es que, para garantizar que la imagen de Sevilla en el mundo exterior no sea como una estampita de las del famoso timo, los propios sevillanos tendríamos que ser los primeros en cuidarla. Y con esto no me refiero a dejar que el dinero público se deje correr por los insondables pozos de la promoción -que me lo digan a mí, que he sacado muchas veces la basura-, ni siquiera a revitalizar la imagen de la ciudad, poniendo a punto la "fachada sin terminar" de nuestro ayuntamiento. Ya ves, ¡qué podrá aportar otra obra más, otro andamio más, otra zanja más, a esta ciudad de polvo y albero!

28.8.05

Miedo

Ante mis ojos, se suceden imágenes en blanco y negro, diapositivas desteñidas en un proyector atascado. La angustia de ver que el tiempo no pasa, de ver cómo gotean los segundos en un alarde infinito de nostalgia de sí mismos; o quizá, la angustia de ver que el tiempo pasa demasiado rápido para poder verlo. Un par de clics y del blanco al negro, de nuevo, sin pestañear. Ese abismo del todo o nada, que puede convertir la vida en un juego o en una decepción: caída libre hasta que ese movimiento reflejo de los músculos nos hace despertar entre las sábanas.

Arriesgarse o no. El regalo no es la vida en sí, sino saber que podemos hacer de ella lo que deseemos. Sólo hay que elegir: arriesgarse o no.

Y el miedo en este caso es quizá la más animal de las emociones: instintiva, visceral e irracional. A veces, incontrolable. Pero siempre una barrera, un obstáculo que sortear para alcanzar el objetivo de una vida plena. El miedo sólo llegará a ser una herramienta útil cuando sepamos transformarlo en prudencia.

El objeto del miedo pueden ser los otros, lo ajeno a nosotros, pero siempre nace del interior. El mayor enemigo de un hombre con miedo es él mismo. "¿De qué tienes miedo?" "De parar un día, mirarme al espejo y encontrar algo que no me gusta." Y el espejo siempre son los otros: lo que hacemos a los demás, lo que les decimos. Y la respuesta que nos dan, es siempre la imagen más clara y objetiva que podemos tener de nosotros mismos.

Las razones del miedo pueden ser infundidas por los demás, actitudes que esconden una malsana necesidad de control también digna de análisis, pero sólo hacen mella en una mente débil o dependiente. La alienación que, vistas desde fuera, parecen sufrir de un modo evidente algunas sociedades, como la estadounidense o la vasca, nacen de esos miedos.

Pero el control efectivo a través del miedo no se efectúa sólo a gran escala: es algo que empieza poco a poco, aportando pequeños granitos de arena-personas manipuladas y manipulables gracias al escaso valor que se dan a sí mismas. Una tarea que muchas veces se lleva a cabo en las familias y que dificulta las relaciones hasta el caos emocional en que nos encontramos en la actualidad: desde los casos de violencia doméstica, hasta el "callar hasta reventar" por no decir las palabras equivocadas; abusos, acosos y vampiros emocionales; el chantaje de los que nunca son culpables; la incapacidad para depositar la confianza en los demás; el enrarecimiento de una charla amistosa o amigable; la lucha por el poder sobre el otro; y los daños por omisión. "Yo no he hecho nada". Sí, pero quizá eso fue lo peor. Distorsiones provocadas por un miedo infantil y paralizante, que impide reaccionar con madurez ante situaciones familiares o sentimentales determinadas.

Las guerras se alimentan del miedo de los pueblos, aunque todavía podemos culpar a Papá Estado. Pero en este caso, se trata de los valores transmitidos en el entorno familiar y de eso sólo nosotros somos responsables. Hay que saber reconocer el miedo, que a menudo se disfraza de otras cosas; hay que saber vencerlo, sin permitirle que nos deje inmóviles, esperando una respuesta. Y sobre todo, hay que superarlo para saber cuando arriesgarse. Porque "arriesgarse o no" no es una elección: la duda sólo radica en cuándo hacerlo.

21.8.05

La cama vacía

Cuando era pequeña, me gustaba usurpar la cama de mis padres para poder disfrutar al máximo de la posición horizontal; es decir, formando una equis de tamaño humano, estirando manos y pies hacia los cuatro puntos del rectángulo de 2 por 1.50 metros. Quería una cama enorme para mí sola, sin límites, donde en ningún caso me chocara con el borde del colchón, el abismo, el vacío, el precipicio de medio metro que me aguardaba con las fauces abiertas. No quería chocarme con nada. Quería dormir en la cama como quien flota en una nube de algodón. La comodidad llevada al extremo.

Ahora me estiro en mi cama de 1.90 por 1.35 metros, que no es lo mismo, pero aún así, hace un buen papel. Y a veces temo el día en que, estirando la mano izquierda hacia ese lado -yo tiendo a dormir en el derecho- me encuentre a alguien debajo de las mantas, usurpando mi espacio.

Y es que mi generación ha sido educada para la soledad, pero una soledad egoísta de quita y pon, una soledad de intereses, de "hoy sí, mañana no", de "sin compromiso", de "no tengas prisa", de "dentro de un rato", de "ya te llamo yo". Una soledad donde yo soy la dueña y señora de mi cama y aquí la usa quien yo digo y cuando yo quiero. Una soledad que desconoce por completo el significado de compartir.

Las frases que oía en mi casa, cuando aún usurpaba la cama recién hecha de mis padres, debían haber dirigido mis pasos hacia otro lugar. Pero por alguna razón, he ido a dar en la confortabilidad de lo artificial, en la comodidad de la vida a medias, que no es capaz de arriesgarlo todo y ofrecer parte de su tiempo y su espacio a otra persona. Las cosas han cambiado mucho desde la época de mis padres, aquel tiempo de entrega absoluta.

Quizá hemos ganado en libertad, pero no se puede tener todo y seguramente tengamos que aprender de nuevo a ceder un poco de nuestras míseras libertades, del espacio vacío de la cómoda vida en solitario y de la vana satisfacción profesional -que no es más que una manera cualquiera de ganarse el pan- para poder disfrutar de las pequeñas alegrías de los momentos compartidos.

18.8.05

Basura

La Señora Basura bostezaba, recostada cuan larga era en un cómodo charco del baldío lodazal. Recuerdo haberla visto en otro tiempo, una época de esplendor, donde todo era rosa fucsia y rótulos luminosos, pelos cardados y sudaderas asimétricas de hombro al aire. Por aquel entonces, acababa de salir de una profunda crisis, y empezaba a coger sus kilitos de siempre. Colores pardos y texturas mugrientas: seguía conservando lo más auténtico de su esencia. Aún así, las cáscaras de plátano eran un producto estrella de la montaña que custodiaba. Mala señal. Señal de que aquellos años, que querían romper la música destrozando guitarras y romper la cultura escupiendo en la cara, eran sólo un espejismo. Breve oscilación del péndulo.

Hoy, la Señora Basura vive sumergida en un constante compás de espera y un tiempo de vacas flacas. Flacas como ella, que ni siquiera está delgada. Eso para otras, que antaño estuvieron gordas, pero que hoy se muestran pletóricas y recauchutadas: abundantísimos lípidos desperdigados por la montaña, temiendo ser aprovechados para hacer jabón.

Y es que hoy, la Señora Basura no vive su mejor momento. Su fortaleza de podredumbre y abandono es un exiguo callejón empedrado, por el que corren los chorros del "agua va". Hoy todo es reutilizable, biodegradable, reconvertible o, simplemente, reciclable. Y no es que ésta no sea una buena opción para aliviar a la Señora Basura de su pesada carga: lo sería si no agonizase a la espera de nuevos artículos que nunca llegan.

Por que la basura, aquella que debería poblar la montaña de la referida Señora, puebla en realidad nuestras vidas. Toda la basura del mundo, los restos de porquería de los demás, aquella herencia de nuestros antepasados, que, conviene recordar, no siempre dejan un interesante legado, es venerada en los museos, sin padecer una criba previa, sin discriminación ni criterio. El "todo vale" se ha asentado como distintivo de la cultura del pasado siglo y el presente.

Y las miserias de los que no son antepasados, los que siguen vivos, son primera página de todos los periódicos. Se vende como artículo de lujo. Hemos aprendido a vivir de la basura y lo más triste, es que nos gusta. Disfrutamos devorándonos. Hemos perdido el respeto a la muerte y las cosas muertas, momificamos virtudes que dejaron de serlo hace años, queriendo recuperar lo irrecuperable. No nos resignamos al paso del tiempo, no aceptamos la muerte como un adiós y una renovación: la convertimos en espera de algo más. Y veneramos, como a una diosa, los gozos de la escatología más degradante, a nivel humano e intelectual.

Descanse en paz aquel mítico personaje de Fraggle Rock.

15.8.05

Flores para la Virgen


Hoy, 15 de agosto, por obra y gracia del calendario de nuestra religión consuetudinariamente, aunque no constitucionalmente, aceptada como oficial, es festivo en toda España. La Virgen de Agosto recibe homenajes en cualquier punto del país, y en formas diversas. En Sevilla, por ejemplo, se procesiona a la Virgen de los Reyes.

Los informativos de nuestras televisiones no tenían suficiente chicha con la noticia del asesinato del primer ministro de Sri Lanka, así que han tenido que llenar su tiempo con lo de siempre: pasando revista a las fiestas populares de la España profunda, o superficial; nocturna o diurna. Es igual. No importa el motivo; lo esencial es divertirse. Enhorabuena a quien lo consiga.

Para la Virgen de Agosto, las calles de los pueblos y ciudades se engalan; se celebran verbenas, romerías, encierros de vaquillas y ofrendas florales. Viendo una de estas escenas, se me ha venido a la memoria la ofrenda de flores que se celebra a la Virgen de los Desamparados durante la semana de Fallas en Valencia.

Las imágenes de la Virgen siempre van engalanadas con flores. Remontándonos en el tiempo, las propuestas iconográficas concepcionistas del siglo XV, antes de que el dogma de la Inmaculada Concepción fuera asumido por la iglesia católica, ya asociaban ciertas flores -la azucena y la rosa- a la Virgen. Y hasta donde yo sé, las vírgenes medievales carecían de estos delicadísimos atributos.

Eran recias guerreras, como delatan sus nombres: Virgen de los Reyes, Virgen de las Batallas, Virgen de la Victoria. Emparentadas con las gestas para liberar a la cristiandad del yugo islámico o con la función áulica, las vírgenes de aquellos años eran estandartes o tronos, imágenes mayestáticas, en cuyo nada reconfortante regazo crecía y se acomodaba el Niño Dios. Sólo recuerdo una imagen medieval -aquel icono en que la Virgen, con una inquietante mirada fija, inclina su cabeza buscando la del niño- donde una rosa constituye el centro de la composición.

La candidez de la Virgen renacentista quizá estaba vinculada a la nueva imagen de la mujer a partir del siglo XV, una imagen que buscaba sus raíces en la cultura clásica de korai y guirnaldas, de voluptuosas Venus, recubiertas por una capa de dulce amor materno-filial. La impoluta Virgen Niña recibe los mismos atributos iconográficos que una diosa del amor. La flor es claramente un icono sexual, presente en nuestro inconsciente, e incluso en nuestro vocabulario.

Las estadísticas -muy fiables, realizadas en una población de 10 personas, con una equilibrada proporción de hombres y mujeres, entre los 24 y los 50 años- demuestran que el significado sexual de la flor está fijado a nuestro inconsciente de modo indeleble. La mayoría de hombres se rindió ante la callada belleza de un capullo cerrado; mientras las féminas preferían la obviedad del hilillo de sangre goteando de los pétalos carmesíes, devanados y desenvueltos en un estallido de flor abierta de par en par. Entre la flor silvestre y la cultivada, por supuesto gana la segunda. La imagen del tulipán resulta tan obvia, que es hiriente. El anuncio de tampones que se deslizan por un pétalo, desgarrando su fina piel aterciopelada, más aún.

Para qué hablar del ramo de la novia, una pequeña princesa de bondad, una reproducción a escala humana de la Virgen en belleza y virtud, que por cierto, también debe ser virgen, si se trata de una novia católica a la antigua usanza, claro. Y conste que la única que puede tocar ese ramo, aparte de la propia novia, es la próxima en casarse; es decir, alguien que es más virgen, más cándida y más inocente todavía.

Por último, la imagen de la flor como símbolo del renacimiento de la naturaleza en primavera; una primavera que, como dice el refrán, la sangre altera, favoreciendo acercamientos, acaloramientos y alegrías varias. Recordemos, por cierto, que un mes tan florido como Mayo, sobre todo si Marzo ha sido ventoso y Abril lluvioso, es el mes de la Virgen, con sus cruces florales -la mujer en el hombre, el estallido de luz, color y vida en un instrumento de muerte.

No veo nada obsceno en ofrecerle flores a una imagen sagrada. Más bien al contrario, es lógico regalar algo hermoso, con una tradición simbólica que lo une a la vida, al corazón, a sus latidos, y al amor, un amor generoso y rebosante de energía vital.

La vinculación de las flores a la sexualidad probablemente se debe a su belleza y su aroma. Quizá hay una explicación científica sobre el perfume a rosas que perciben los supuestos santos en supuesto éxtasis. Quizá la sensación de felicidad está relacionada con experiencias sensoriales tradicionalmente agradables tanto a través de la vista, el olfato, el tacto, el oído o el gusto. Quizá se generan endorfinas. Quizá si estás enamorada y te regalan flores, te mueres de gusto. Habrá que probarlo.

13.8.05

El Teatro de Baelo Claudia

Repasando mis apuntes de la facultad, he ido a toparme con el arte romano, o más bien, con las características sociales y culturales de las ciudades romanas deducidas de su edificación civil y su urbanismo.

Estudiar Historia del Arte -y también escribir Historia del Arte- es un arte en sí mismo, y no una ciencia como se nos ha querido vender. A cada promoción de estudiantes que ingresa en la Universidad, durante el primer curso, se le insiste en este punto para que a lo largo de los cuatro años posteriores consiga desmontar esta hipótesis.

Hacer Historia del Arte consiste en acudir a las fuentes, en primer lugar. Y no me refiero al manual de Manuel Bendala Las claves del arte griego, que sin duda debe ser estupendo como introducción, sino a las fuentes "de verdad". En la práctica, ningún alumno lo hace. Sólo unos cuantos profesores, y un puñado de investigadores, que en la mayor parte de los casos, son las mismas personas.

A continuación, comienza el trabajo auténticamente creativo: establecer analogías, vínculos, y descifrar el mensaje de cada obra. En esta ocasión, la mejor guía suele ser el propio instinto. El problema es que con demasiada frecuencia confundimos estudiar Historia del Arte con memorizar los antedichos manuales; y así, al enfrentarnos a una obra no sabemos sino repetir de carrerilla lo que nos han enseñado. Escasea el espíritu crítico en las universidades y esto, no sólo en esta disciplina, sino en todas, es algo fundamental para formar a buenos profesionales.

Los estudiantes de Historia del Arte nos hemos acostumbrado a leer demasiado y mirar muy poco, a preparar un examen y obviar la obra. ¿Qué obra crees que va a caer en el examen? Sólo en este caso le prestamos atención, manoseamos los apuntes que nos ha dictado el profesor o, en su defecto, su libro -todos los malos profesores tienen un libro de obligada lectura- y memorizamos el párrafo. Si conseguimos escribir la misma idea, con los mismos datos y distintas palabras, el sobresaliente está asegurado.

Abotargados con tantas letras, perdemos la obra de vista y no sabemos cómo reaccionar cuando nos encontramos frente a una que desconocemos. En ese momento siempre hay alguien qué pregunta: "¿y esto qué es? ¿Cómo se llama? ¿Para qué servía este edificio? ¿Quién pintó este lienzo? ¿Qué significa?". Y si no lo sabemos, algo nada extraño, dado que no somos enciclopedias con patas, estamos perdidos: queda constatado como una evidencia que nos dieron el título en una tómbola.

El referido abotargamiento y la notable carencia de espíritu crítico hace que se nos pasen por alto los parecidos más evidentes, las conexiones culturales, artísticas y sociales, básicas para la interpretación de una obra de arte y, sobre todo, para empezar a considerarla síntoma de unas ideas y de una forma de vida.

Hace un momento, miraba fotos del teatro de Baelo Claudia, y leía reseñas que aludían a sus gradas, y su división según los diversos estratos sociales. Y me decía "qué suerte que ya no exista esa división de clases y cualquiera pueda ponerse tan cerca del escenario como quiera". Error.

El precio de una entrada a dos metros del actor, artista o cantante de turno, es casi inaccesible a la mayoría de los mortales, que tenemos que conformarnos con la summa cavea, es decir, el gallinero. No hemos cambiado nada. No sé cómo no me he dado cuenta antes...

3.8.05

El embrujo de Sevilla


Hace mucho, mucho tiempo, cuando España no era un pequeño país decadente y ridículo, sino un imperio que extendía su poderío a lo largo y ancho del planeta, hubo una ciudad que, envalentonada y orgullosa, se atrevió a proclamar su majestad por encima de las ciudades del mundo. "Quien no ha visto Sevilla, no ha visto maravilla", rezaban los grabados de entonces.

Sabiéndose hermosa, tornóse vanidosa y presumida. Sabiéndose rica, pretendió ser poderosa. Sabiéndose útil, creyóse indispensable.

Y así, mientras rozaba su gloria con las yemas de los dedos, Sevilla fue maldita para siempre, quedando atrapada en su sueño de esplendor; ciega ante el mundo, no pudo volver a abrir los ojos. Así se forjó su leyenda.

Tan grande fue la caída desde su desierta cumbre, que quedó inerte y desprotegida. Fue entonces cuando sucumbió ante el encantamiento de dos brujas: una flamenca, pero de Flandes; otra española, pero de más allá del mar.

La ciudad que había sido impulso y amparo de la cultura, reina de las artes y princesa de las letras; la ciudad que engendró a Diego Velázquez y Lope de Rueda, que alentó a Miguel de Cervantes, quedó encadenada a su martirio flamenco y todavía hoy ésa es su única diversión: mirarse al espejo mientras canta y baila. Empachada de sí misma, apenas le queda agilidad para moverse y desafina. No le importa no saber dar a luz una creación ni carecer de criterio para apreciarla y eso la hace aún más mezquina y bajuna, faltando al respeto al verdadero arte.

La ciudad que durante siglos había abierto sus brazos al mundo, uniendo continentes, demostró que sólo actuaba movida por la fascinación que sobre ella ejercía el preciado metal, que terminó por dar nombre a una torre de arena y paja.

Sevilla hundió sus naves ante las costas americanas y desde entonces no ha vuelto a salir a mar abierto. Por eso el aire cerril y provinciano. Por rencor no acepta nada de lo que venga de fuera, como amante despechada que renuncia al amor.

Sevilla hoy no es sombra de lo que fue, es el resultado de la regla matemática de sumar las miserias personales de sus habitantes a lo largo de 500 años.

El embrujo de Sevilla es una maldición que la hace aburrida, caprichosa, estéril, intolerante y soberbia; que la llena de prejuicios y la convierte en esperpento.

Sevilla, que podría ser hoy una anciana dama, elegante señora de su pequeño paraíso, no es más que una vieja que aún sueña, con cara embobada y ojos de lluvia, la lejana belleza de su juventud; una vieja que vive rodeada de gatos -gordos, lentos y castrados- que sólo se le acercan para comer.

31.7.05

Sueños

Nota para mí misma:

Si tus sueños te ayudaron alguna vez a seguir viviendo, agradece al menos haberlos tenido. Quizá su función era sólo esa y no hacerse realidad.

La Guerra de los Mundos


¡Vaya bodrio me tragué la otra noche! Desde la primera secuencia, con ese locutor de radio de los años 50, quizá en un malogrado intento de homenajear a Orson Welles, que trata de explicar los evidentes motivos por los que una especie extraterrestre se decidiría a invadir y conquistar nuestro planeta -¡qué mala es la envidia!- hasta la solución final para salir del paso en que los bichos del espacio exterior se ponen malitos.

La película es mala de verdad, aburre. Se resumiría así: los extraterrestres nos invaden, aparecen en una ciudad, los matan a todos, pero Tom Cruise y sus hijos consiguen escapar en el último momento; aparecen en otra ciudad, los matan a todos, pero Tom Cruise y sus hijos consiguen escapar en el último momento; aparecen en otra ciudad... Y así sucesivamente, hasta que los extraterrestres enferman: las bacterias son infinitamente más poderosas que nosotros.

No voy a alabar la espectacularidad de las imágenes donde los malos destruyen el mundo porque no me parecieron tan espectaculares. Más bien al contrario, muchas parecían sacadas de estas pelis de serie B de mediados del siglo pasado, tipo "El ataque de las arañas mutantes". Quizá es otro homenaje, qué se yo. Ridículo de todos modos.

Quitando eso, la película tiene dos planos bonitos: aquel en que los tendederos llenos de ropa están a punto de salir volando, antes de que nadie sepa aún lo que está ocurriendo; y el de la iglesia, cuando es desmantelada por un trípode, que la corta como si fuera mantequilla y consigue que se deslice, obteniendo el consiguiente efecto de "luz a través del rosetón". Casi una experiencia religiosa.

Hablando de trípodes, tremendo nombre para las máquinas de guerra de los extraterrestres. Yo pensaba que era el lugar donde se ponía la cámara.

Otro punto positivo -¿el único?- es el fiel retrato del analfabetismo de la clase media estadounidense, muy logrado. Se refleja con toda la naturalidad del mundo la necesidad obsesiva que tienen algunos de los habitantes de ese país de salvar al mundo; una voluntad que, siendo por fin justos y fieles a la realidad, se revela completamente inútil. Memorable la escena en que los amigos de Tom discuten sobre la naturaleza de los acontecimientos, antes de caer fulminados por sendos trípodes; o el linchamiento al único coche que funcionaba sobre la faz de la tierra en ese momento y que, casualmente, era para Tom. Esas imágenes no muestran lo peor de los americanos sino, debemos reconocerlo, lo peor de la especie humana: el egoísmo llevado al extremo en momentos críticos. Así ocurre.

Para terminar, decir que la niña es la mejor actriz de la película, aunque su personaje sea repelente; su madre, Eowyn, está correcta, pero desaprovechada; Tim Robbins, fantástico, el único giro sorprendente en toda la cinta, un personaje que llega a dar más miedo que los propios trípodes; y Tom Cruise, patético. No sé si es que ha sido tan mal actor siempre, o sólo desde que es cienciólogo, pero recuerdo un personaje que me cautivó y que ahora no puedo imaginarme con otra cara que no sea la suya: el fascinante Lestat.

30.7.05

La sonrisa de la koré

Mucho más inquietante que aquella tan manoseada de la Gioconda, su esencia es la misma. La sonrisa quieta y los ojos vacíos, sin brillo, ausentes. Ellas-objeto nos miran desde su vacío. Y es que hubo un tiempo en que el arte no era sinónimo de vida. Más bien al contrario, el artificio servía para distanciar el arte de la naturaleza; el arte era entonces un sustituto de la verdad, y por ello carecía de la belleza de las emociones -lo sublime, lo siniestro- pero al mismo tiempo funcionaba como barrera ante la crudeza de la realidad, insoportable a cierta sensibilidad. Por eso, muchas obras de ese arte frío, que muestra el artificio, que no necesita engañar y que crea autómatas sin recato, fueron en su tiempo, cuando la crueldad del mundo y del hombre aún no había embotado la percepción sensorial, los ejemplos más preciados de una belleza ideal, una belleza soñada: la del equilibrio y la calma.

La koré es un exvoto, una sombra de una mujer real, que pasa por el templo y deja su representación estatuaria para decir "yo estuve aquí, yo sigo estando aquí". Como los garabatos que dejan los niñatillos en los lavabos públicos.

Trabajada, eso sí, con delicadeza, su uso meramente funcional no le impide revestirse de los detalles que toda imagen ritual necesita para cumplir su misión de sustitución del ser humano: los rizos geométricos, bucles en espiral que aspiran al infinito; los pliegues del tejido iguales, paralelos en sus rectas y en sus curvas. El hombre que creaba estas obras era un dios, como lo son también las niñas que juegan a vestir a sus muñecas con todos sus complementos, preocupándose por reproducir con exactitud el pelo y la ropa.

La sonrisa de la koré es la sonrisa falsa de una mujer que nunca existió, pero que tuvo su gemela en un mundo antiguo y olvidado. Retratos abstractos, reproducciones inexactas y simplificadas, que buscan una perfección imposible por definición. Copia el rostro de una muchacha, cuenta hasta mil y tendrás una koré. La sonrisa de la koré inquieta, sin asustar, porque está congelada en una mueca sin lógica: porque no puede ser.

El hombre de hoy ha olvidado la belleza simple de una sonrisa, la necesidad de repetirla, reinterpretarla, fabricarla con sus manos, haciéndola suya, para reconfortarse en esa belleza. El hombre de hoy no entiende esa mueca sin vida pero sí los agarrotados gestos de dolor que pueblan otras imágenes. Y es que hemos perdido el equilibrio y necesitamos sentir en extremo para sabernos vivos. Una sonrisa no basta, hace falta una carcajada. La ausencia de dolor no es nada. La experiencia de la muerte y el sufrimiento a través del arte son recordatorios imprescindibles de una existencia anestesiada.

29.7.05

Es noticia

Quizá debí haber estudiado Ciencias de la Información, eso suponiendo que la Información pueda considerarse una aséptica ciencia, en lugar de una rudimentaria artesanía donde cada maestrillo tiene su librillo.

El caso es que, ajena a los contenidos que componen esta licenciatura, no dejo de preguntarme, al ver los informativos de ciertas televisiones generalistas, si lo que ofrecen son realmente noticias, si son "noticias para tontos" o si me están intentando tomar el pelo.

Atendiendo a la definición de noticia, no la que aparece en los diccionarios o en los manuales de Teoría de la Comunicación, sino a la que me dicta mi lógica, entiendo que la información televisiva, que ni se compra ni se vende, o así debiera ser, está en un mercado: el del interés público.

Lo de la democratización de la información, donde las tecnologías a "nivel de usuario" multiplican las fuentes y los puntos de vista y hacen accesibles las opiniones de los que saben y los que no saben, aún no es un hecho, aunque a los que usamos internet diariamente nos parezca increíble. Más que nada porque donde se pongan los informativos de las tres, con el plato de comida por delante, que se quite lo demás.

La televisión sigue siendo el medio más popular para informarse, entre otras cosas porque sólo requiere una actitud pasiva. Televisión es sinónimo de comodidad, a veces de apoltronamiento, tanto a nivel físico como intelectual. Pero además de entretener y anestesiar nuestro tiempo sin tiempo, la televisión debe ejercer la función informativa como un servicio público. Es decir, la información al servicio del interés público.

No debemos confundir el interés público, o general, con "aquello que interesa a mucha gente". En este sentido, estoy convencida de que un número abrumador de personas puede estar interesada en hechos que no pasarán a la Historia, mientras los que sí lo harán esperan su turno en el fondo de un cajón para salir a la luz, y cuando lo hacen, consiguen que nos restreguemos los ojos somnolientos.

Sin embargo, esto no justifica que se haga de los informativos espacios donde tienen cabida las más estúpidas curiosidades o comentarios revestidos de la supuestamente simpática socarronería de algunos presentadores. Convertir a los informativos en espacios amenos es aceptable, pero esto no tendría que estar necesariamente reñido con el rigor, la credibilidad, la veracidad, la seriedad y la claridad, ingredientes que se echan de menos diariamente en nuestras televisiones.

¿Es noticia ver circular a un equipo de fútbol de aeropuerto en aeropuerto? Yo creo que no, máxime cuando lo hacen para publicitar la propia marca de la empresa para la que trabajan. Los informativos no tendrían por qué regalarles eso.

¿Es noticia el calamar gigante que se expone en una pescadería valenciana? ¿Y los helados que quitan el dolor de cabeza?

Contra los colores con que se pintan las noticias de las distintas televisiones ya es inútil luchar. Sabiendo de qué pie cojea cada una, es sencillo desarrollar los mecanismos necesarios para identificar la auténtica noticia entre la maraña de tonos, dobles sentidos y matices que puede llegar a envolver una frase.

Tampoco voy a destapar ahora teorías de conspiración mediática, que servirían para ir provocando, como quien lentamente inocula un veneno, la inoperancia del cerebro de los ciudadanos. La desinformación, la confusión premeditada de las prioridades informativas y la cuidadosa, a veces incluso detallista, manipulación de los contenidos y las formas al servicio de los contenidos, son ya viejos conocidos de todos los que alguna vez han trabajado en la tele.

Podría tomarse como una ingenuidad por mi parte el reclamar un poco de seriedad a los responsables de las cadenas; pero a los espectadores no nos cuesta tanto reflexionar sobre la información que recibimos, preguntarnos sobre el carácter y el interés de cada noticia, o qué acontecimientos, lugares y personas echamos en falta en la cotidiana revisión de la actualidad.

¿Fue noticia que el 16 de Julio de 2003 más de 16.000 personas disfrutaran del único concierto en España de uno de los grupos más prestigiosos de la música popular contemporánea? El grupo, efectivamente, era Radiohead; una de las 16.000, yo. Pero aquel día tuvo que morirse Celia Cruz. Y con eso ya estaba cubierta la noticia musical del día.


27.7.05

Paisajes

He visto paisajes de horizontes interminables, donde el aire era una fiesta de haces de luz dorada, suspendidos en miles de gotas de rocío. Paisajes donde lo grande era enorme y lo pequeño, diminuto. Paisajes de sombras alargadas y juguetonas, escurridizas e inmóviles. Paisajes de contrastes.

En ellos, un jardín era una selva, poblada de monstruosas criaturas y seres invisibles, innumerables. Y mi casa, mi palacio y mi castillo, mi fortaleza y mi cárcel.

Paisajes de manos grandes, suaves y calientes; de sillas bajas y pan rallado. Paisajes de rostros familiares, emborronados por el tiempo y la pérdida. Paisajes de olor a lluvia y a jabón; a besos y buenas noches. Hasta demà si Deu vol.

Paisajes donde tener frío o calor era seguir viviendo, frotarse las manos, secarse la frente...

Y paisajes de tedio, que eran grises y grises. Un gris y otro gris igual. La luz por la ventana y sólo a través de la ventana. Y dar un paso era tener una perspectiva distinta de la misma ventana. Paisajes otoñales, marchitos antes de hora. Paisajes a los que les costaba trabajo sonreír. Paisajes vacíos y nublados. Paisajes sin forma y sin nombre.

A veces los recuerdo y me pregunto dónde fueron a parar. Paisajes olvidados; paisajes recuperados bajo el pincel de la arqueología emocional.

Kundry

Ella es la auténtica protagonista del drama místico y mitológico que es Parsifal. Por una razón muy sencilla: Kundry es humana, mientras el resto de personajes sólo son bocetos, ensayos de un mismo hombre, ese hombre ideal, leit motiv de la cultura alemana a lo largo de su Historia, que para sublimarse -el concepto de "lo sublime" también lo inventaron ellos- debe ir superando pruebas hasta encontrar su propio grial, la perfección. Ritos de autoanálisis y purificación.

En la ópera alemana, lejos de la heroicidad de otras protagonistas femeninas universales -Mimí contra la enfermedad, Dido y Butterfly contra el abandono, Rossina contra los tejemanejes- las mujeres son un mero complemento al hombre-actor, teniendo un papel pasivo o, en el mejor de los casos, propiciatorio, siendo madres, cuidadoras y benefactoras; o bien, les corresponde representar al mal absoluto, véase la Reina de la Noche en La Flauta Mágica.

Aunque en Wagner debía estar presente también este desprecio a lo femenino -que se hace evidente al incluir un harén y al retratar a Kundry como un ser sin voluntad-, por alguna razón, decidió no ahorrar esfuerzos para darle entidad, y por tanto verdad, al personaje. Así, por encima de Amfortas, a quien el compositor señaló como protagonista y regaló una agónica y magistral aria al final del primer acto; y Parsifal, a quien sin razones de peso se otorgó el nombre de la ópera; Kundry sobresale tanto a nivel literario como musical.

La soprano Michaela Schuster -este post va al hilo de lo que pude ver el 18 de Julio en el Maestranza- tuvo que echarle mucho valor para enfrentarse a esta partitura en que, durante cuatro horas, encarna la visceralidad de las emociones humanas. A lo largo del drama, Kundry es salvaje, inconsciente, cruel, inocente, sierva, esclava, pecadora, amante y prostituta; y para explicar esta aparente veleidad, estos cambios sin ton ni són, Wagner recurre al sueño, un sueño reparador y beatífico en que purgar los pecados. Kundry se acuesta y se levanta siendo otra; a lo mejor ella también consulta las cosas con la almohada.

Ella es la representación de todas las pasiones humanas, del bien y del mal, pero no como valores absolutos, sino como esos pequeños matices que pueden abrir un abismo sobre el cual el hombre se ve suspendido a menudo, hasta que reacciona, en un sentido u otro. Y de hecho, Kundry es también sinónimo de reacción, equivocada o acertada; del sometimiento a las miserias humanas y de la lucha por escapar de estas ligaduras para hacer un camino propio. Kundry se convierte así en el retrato de todos nosotros.

Respecto al montaje que pudimos ver hace unos días en el Maestranza, de espectacular escenografía y con una importante carga audiovisual, sólo tengo una queja: el castillo de Klingsor. Aunque me pareció acertado presentar la sala principal como la negación de la arquitectura, un simple abismo de fuego donde el malvado Klingsor está atrapado en su propia pasión; me indignó que el harén del eunuco fuera diseñado como una recreación de la Mezquita de Córdoba. Sencillamente insultante.

Por lo demás, añadir que no dejo de oir en mi cabeza el Preludio, la joya más brillante de esta ópera, aunque asociado siempre a imágenes cinematográficas. Wagner tenía vocación de compositor de bandas sonoras. Seguro.

26.7.05

De mayor quiero ser como Letizia

Además de tener mi propio Antro, otro de mis sueños es ser como Letizia. Y no por tener la vida resuelta o por poder estrenar cada día un modelito nuevo; tampoco porque ella haya encontrado ya a su príncipe, mientras yo ni siquiera soy la princesa de mi propio cuento.

No envidio a la persona, sino al personaje, la imagen que, principalmente gracias a la labor de sus bienintencionados excompañeros -informadores y escrupulosos fabricantes de opinión-, se ha creado de la Princesa de Asturias, "Amante, Amada e Institución"; alguien muy alejado de aquella Letizia a quien, de vez en cuando, le sale un ramalazo frívolo y gélido que le quita todo el encanto.

El personaje que envidio es aquella mujer enamorada de un hombre que está más guapo con barba que afeitado; que a sus treintaitantos años aún está a la espera de cumplir la mayoría de edad y de independizarse para montar su propio negocio; y que es el símbolo de la continuidad y el relevo generacional de una institución a combatir desde sus fundamentos. ¿Por qué se sigue aceptando, a las alturas que estamos, tan evolucionados, tan revisionistas y tan sometidos a la razón, desde el Siglo de las Luces, que otorgar ese cargo de Princeps, "el primero entre iguales", puede ser una decisión basada en derechos de sangre? No voy a venir yo a demostrar que la capacidad personal, racional, administrativa y política de los seres humanos no se hereda genéticamente.

Si yo estuviera en la piel de Letizia, me dedicaría a trabajar, día tras día, para ir minando la voluntad de Felipe, hasta hacerle ver que la razón de su existencia no es representar la institución que representa. Si estuviera en la piel de Letizia, mi plan sería hacer temblar los pilares de la monarquía, desde dentro y con calma, implosionando poco a poco, con cariño, con mimo... Mi prueba de amor significaría liberar al pueblo de una pesada carga que, objetivamente, no le reporta tantos beneficios y puede plantearse de otra manera, más llevadera para los españoles -nuestros bolsillos y nuestras conciencias- sin poner en peligro la democracia en nuestro país.

Si yo estuviera en la piel de Letizia, una caricia o un susurro podrían ser el equivalente a ir aplacando el espíritu de convicción, tan arraigado en nuestra Familia Real - conste que lo escribo con mayúscula no por deferencia en el tratamiento, sino porque es una convención aceptada y promovida por el Diccionario de la RAE. Dulces susurros... Suaves reproches.

Y así, día tras día, compartiendo desayunos, dando sorbos al café, con las manos entrelazadas, iría obrándose el milagro. Hasta que quizá, alguna mañana de invierno, después de juguetear un rato con mi pelo entre los dedos, como si intentara hacer un recuento de mis puntas abiertas, él me confesara: "Cariño, me he planteado dejarlo".

Pero después de fantasear con la caída del imperio romano, me siento como una vulgar Mata-Hari al comprender que he estado especulando con un sentimiento de un valor muy superior al de aquella institución contra la que pretendía combatir. Me he manchado las manos con la basura de las ambiciones humanas, egoístas y sucias por muy excelsas que las consideremos en nuestra aún más ruin cotidianeidad, obviando la esencia del amor, que no existe para hacer cambiar al otro, que no es arma ni herramienta. Ni arma para manipular al amante-amado, que jamás debería convertirse en adversario; ni herramienta, medio para obtener un fin indigno, que no está a la altura.

El amor sólo es posible, y ésta es su verdad, aceptando al otro tal como es, amando sus defectos como si se tratara de sus mayores encantos; superando y haciendo superar las limitaciones; admitiendo y aprendiendo de las opiniones contrarias, que nunca erróneas. Sólo entonces el otro deja de ser adversario para convertirse en cómplice.

Si el personaje y la persona de Letizia coinciden, ahora mismo es una mujer enamorada de un hombre que representa una institución. Y si le quiere de verdad, crea o no en la monarquía, ella será reina. Y sus hijos también.

25.7.05

Con permiso de don Arturo...

No puedo resistir la tentación de copiar este artículo, firmado por Arturo Pérez-Reverte y publicado en El Semanal número 926, con fecha de ayer, 24 de Julio de 2005:

Viggo, el capitán

Conocí a Viggo Mortensenen un restaurante de El Escorial: un danés rubio y flaco, callado, de aire tímido, que hablaba un excelente español con acento argentino. Iba a interpretar al capitán Alatriste, pero yo sabía poco de él. Lo había visto en algunas películas y recordaba sobre todo sus ojos claros, su mirada de hielo mientras atormentaba a Demi Moore en La teniente O’Neil. Me gustaba su careto flaco y duro, su talento como actor, su interés por el personaje y el proyecto. Durante aquella comida hablamos de fotografía, de literatura y de España. Dos días más tarde vino a mi casa, y mientras tomábamos café rodeados de libros relacionados con la época y el personaje, me regaló varias cosas editadas por él, entre ellas un magnífico álbum de fotografías suyas sobre caballos. En correspondencia, le di un tratado de equitación del siglo XVIII.

No nos vimos mucho durante la intensa preparación de la película, y sólo en tres ocasiones durante los largos meses de rodaje. Me llamó alguna vez para comentar aspectos del personaje y de la historia, como el lugar de nacimiento de Alatriste. Nunca lo detallé en ninguna de las cinco novelas publicadas hasta ahora, pero a Viggo le interesaba el dato. La vieja Castilla, respondí. ¿Puede ser León?, preguntó tras pensarlo mucho. Puede, respondí. Así que se fue a León y lo pateó de punta a punta, deteniéndose en cada pueblo, en cada bar, hablando con quien se le puso delante. En efecto, concluyó al fin, Alatriste es leonés. Y lo dijo tan convencido que a estas alturas ni yo mismo cuestiono ya el asunto. De ese modo, viajando, leyendo, mirando, Viggo se llenó de España; de nuestra historia, de la luz y la sombra que nos hicieron como somos. Y así, en un proceso asombroso de asimilación, terminó haciéndose español hasta la médula: lo estudió todo, trabajó hasta perder el acento argentino, y hasta frecuentó a toreros para aprender ciertas maneras, cierto sentido de respeto por el enemigo, cierta actitud de resignado estoicismo ante la vida y ante la muerte.

Hace unos días estuve en la llanura de Uclés, convertida cinematográficamente en el campo de batalla de Rocroi: allí donde, en 1643, los temibles tercios españoles fueros destrozados por la artillería y la caballería francesas. Se rodaba la secuencia final de la película, porque en Rocroi, en el último cuadro formado por los veteranos del tercio viejo de Cartagena, termina la historia del capitán Alatriste. Estuve detrás de las cámaras, espectador privilegiado, viendo a un centenar de jinetes cargar una y otra vez contra la fiel infantería española, y a Viggo en primera línea, cabeza descubierta y espada en mano, vendiendo cara su piel y la de sus camaradas. Se cree de verdad que es Diego Alatriste, me comentó el director, Agustín Díaz-Yanes, entre toma y toma. Los actores son todos unos tíos raros, añadió, pero éste es un caso especial. Lo cree por completo. Se ha metido tan dentro del personaje que parece más español que nadie. Observa esa desesperación y esa mala leche. Hasta los días en los que no tiene que rodar, se viste y se queda aparte, con su espada entre las manos, pensando. Y así está, el cabrón. Inmenso. Que se sale.

Después, en una pausa del rodaje, estreché la mano de Viggo, manchada de sangre cinematográfica. Charlamos un rato y nos fuimos a comer bajo la carpa que nos protegía del sol, mientras yo observaba su mostacho soldadesco, sus cicatrices, el coleto cubierto de polvo y sangre, los ojos claros y absortos que miraban como sólo miran los veteranos, más allá de la vida y de la muerte. No era un actor, pensé de pronto. Era la imagen rigurosa del héroe cansado. El resumen vivo de todos aquellos hombres arrogantes, valientes, crueles, que sostuvieron con su espada y con su sangre un imperio agonizante, y luego, olvidados por reyes imbéciles y por una patria ingrata y miserable, terminaron como perros callejeros, mendigos, enfermos, mutilados, ahorcados por la justicia o acuchillados en un campo de batalla. Y allí, sentado bajo la carpa frente a mi personaje, cada uno con su gazpacho, su merluza y su agua mineral en la bandeja del catering, comprendí que nunca podré pagarle a Viggo Mortensen la deuda que durante esta larga y compleja aventura cinematográfica contraje con él. Por encarnar con perfección absoluta lo que Sebastián Copons, fiel compañero de Alatriste, le dice al joven Íñigo Balboa antes de la última carga de la caballería enemiga: «Si sales de ésta, cuenta lo que fuimos».

¡Qué ganas tengo de verla!

Batman Begins


Lenguajes hermanos, pero no gemelos, el cómic y el cine llevan muchos años lanzándose puyas, tantos como dándose palmaditas en la espalda. Debe ser cuestión de gustos, pero el mío me indica que es preferible que cada lenguaje se mantenga fiel a sí mismo y que las adaptaciones no se conviertan en "restauraciones en estilo", a lo Viollet-le-Duc.

El teórico frances se inventaba catedrales donde ya sólo existían piedras llenas de moho y telarañas; y lo hacía después de haber leído muchos cómics, es decir, después de haber estudiado a fondo las entrañas, las historias, las formas y los por qués de las catedrales góticas que aún quedaban en pie en su patria. Así se inventó un nuevo estilo, su estilo, un pastiche chauvinista nada fiel a la Historia, donde la arquitectura se convirtió en una serie de florituras que respondían a tics copiados de la memoria constructiva francesa.

Algo así ocurre cuando alguien que ha leído muchos cómics o que es fan de un superhéroe se decide a hacer una película sobre el objeto de su admiración: tics y más tics. Para la historia, el histrionismo hasta la exasperación del Hulk cinematográfico, no tanto del actor -fantástico Eric Bana en Troya-, como del lenguaje audiovisual que se plegó sin recato ante la ilusión de hacer un cómic en movimiento. Para la historia, pero de lo peor del cine, aquella separación en viñetas de los planos.

Tim Burton también sería muy fiel a la estética cómic en sus populares adaptaciones, las primeras de la saga; pero es que aquel estilo esperpéntico-gótico, heredado del expresionismo alemán, iba a constituir la esencia de la imagen habitual de sus películas. Así que aquellos Batman le sirvieron para autoafirmarse. Sin embargo, que los lenguajes sean más o menos coincidentes en su estética no garantiza un resultado de calidad. En este caso, quizá se deba a la más que discutible entidad de los personajes o quizá a la incapacidad de los actores a la hora de hacerlos creíbles: a Michael Keaton lo tengo asociado a películas estúpidas; luego está la mujer-florero Basinger; y para terminar de fastidiarlo, el malo-que-da-risa Nicholson. De las siguientes entregas del Hombre-Murciélago, mejor no hablar.

En Batman Begins, el cine vuelve a ser protagonista por encima del cómic. Su estética destaca por la sobriedad y su discurso, por el equilibrio. Los continuos flashbacks no distraen al espectador, sino que explican y dan entidad al personaje, que se quita la máscara de bufón impuesta por las películas anteriores, para recuperar su pátina de clásico del cómic. Los recuerdos de la infancia hicieron al hombre; los de juventud, al superhéroe.

En una época en que se recuperan los clásicos del cine oriental -Kurosawa, Mizoguchi...- y las nuevas propuestas se convierten en superproducciones galardonadas -Tigre y Dragón, Hero...-; en una época en que empezamos a profundizar en los valores de las culturas nipona y china, en sus costumbres y su arte, es más fácil entender un Batman ninja, entrenado en las artes marciales -lo que explica sus supuestos superpoderes, que no son tales- y que ha integrado a su personalidad, a través del aprendizaje de sus maestros, los valores de sacrificio, honor y respeto.

Este Batman es de carne y hueso, es un personaje real en unas circunstancias reales; pero también es un hombre que estuvo dominado por su miedo y por sus traumas, y que consiguió superarse a sí mismo.

Sobrecoge una ciudad de Gotham tan auténtica, tan próxima a nosotros que podría ser nuestra propia ciudad, donde las palabras que más resuenan, como un eco que se difunde en el aire, cada vez más potente y metálico, como por obra de un mal amplificador, son desesperanza y desesperación.

Al contrario que el patético y atascadísimo Jim Carrey, entre otros, los malos de Batman Begins dan miedo, más que nada porque son personas normales que, para superar sus traumas, como Batman, se han hecho fuertes creando una imagen de sí mismos capaz de aterrorizar a los demás; la diferencia sólo estriba en el lado de la Justicia en que se sitúan. Sólo el psiquiatra resulta chirriante, pero no debemos olvidar que no es más que un hombre atrapado en la locura de los demás, que terminó por ser su propia locura.

Los grandes temas son los de cualquier buen cómic. Más allá del honor, la traición o los romances artificiosos; aquí todo tiene sentido y circula dando vueltas entorno a una única cuestión: el miedo, que alcanza cotas de surrealismo al final de la cinta. Asociados a él, asuntos como la Justicia, tema estrella, presente en los grandes clásicos del medio; la Lealtad, que resulta ser la carencia más desgarradora, y decepcionante, de la conciencia del malo más malo; los juegos de espejos y las dobles apariencias -"Esta es tu máscara", le dice Rachel a Bruce acariciando su mejilla-; y la ignorancia de la verdad como bálsamo anestésico, es decir, mejor que no sepan.

Los diálogos también recuperan tópicos de cómic para convertir algunas sentencias en estandartes, como aquel "No voy a matarte, pero tampoco tengo por qué salvarte". Pero ejemplos como éste son los menos, y el guión vuelve a brillar por su sobriedad, su moderado realismo y su ingenio, regalando las mejores perlas a los secundarios -maldita categoría para estos actores-, como el mayordomo Michael Caine o el creador de todos los Bats, el ingeniero de la empresa Wayne, Morgan Freeman.

Mención especial para Liam Neeson, que hace un papel que le viene al pelo -desde la Lista de Schindler no le he visto hacer otro-. Y en sentido contrario, mención también para el fantástico Gordon, el camaleónico Gary Oldman, que nunca dejará de sorprenderme, y siempre positivamente. Este hombre también es de carne y hueso.

Bruce Wayne, ahora encarnado por Christian Bale, le saca ventaja a sus antecesores, en gran medida por culpa del guión. Christian le da un traje bonito y muy apropiado al personaje. Lo mejor es que hace ver que el hombre, más que el superhéroe, tiene sangre en las venas.

A pesar de que es, con diferencia, la peor del reparto, el guionista le ha regalado a la sosa Katie Holmes un momento estelar, por brillante y por especial en su significado dentro de la saga: aquel en que establece la proverbial distancia entre justicia y venganza. Sería estupendo que esta escena para el recuerdo quedara en la memoria de todos aquellos que tienen en sus manos el destino de un condenado a muerte. Quizá así el arte recuperaría la función social que nunca tuvo.

El cine de cómic puede convertirse en un género indpendiente al que concurren, aunque no siempre y nunca en la misma proporción, ingredientes del cine de aventuras, el cine de acción y el cine de ciencia-ficción.

Batman Begins consigue aunar todo eso en una amalgama que no compite, sino que complementa, a la esencia de la película: el drama psicológico. Recuérdalo: nada es real, todo ocurre en tu mente.

24.7.05

Recuerdos de San José de Níjar

San José de Níjar, 4 de Julio de 2005

Un hombre rubio, de aspecto desaliñado, ha llegado a la cala chica de San José mientras yo estaba tendida en la arena, tomando el sol. "Un guiri", he pensado, "uno de esos turistas que llegan envueltos en un aire hippy, pero tienen montón de pasta en el banco". Prejuicios.

Se ha quedado al pie de la escalera, observando. No se ha atrevido ni a ponerse al sol ni a darse un baño. Sólo observaba, no sé si al mar o a la docena escasa de personas que poblábamos la ínfima cala. Y pasados unos instantes de contemplación, ha sacado un saxo, no se sabe de dónde, para tocarlo con el único acompañamiento rítmico del run-run del mar.

El saxofón le confiere un aspecto si cabe más surrealista a la ya de por sí acogedora ensoñación que es San José, cobijo de soñadores despiertos sin patria; idealistas fracasados en un intento por reanimar la utopía; fantaseadores del imposible que es "vivir por vivir". Como el "arte por el arte". Utopía. Utopía y las notas volátiles y deshilvanadas; felices y juguetonas; ingenuas pero sabias, del saxofón.

Estoy yo sola con él. El aire, cargado de fuego, arena negra y sal, baila a nuestro alrededor; pero yo sólo siento el aire que viene embriagado de su sonido. Así, lejos de los turistas, parejas de novios, abuelas con nietos; sólo estamos la montaña, el mar, mi piel tirante y, revoloteando a mi alrededor, la música.

Quizá la vida sea esto: venir a calas desiertas en pueblecitos perdidos a tocar el saxo y tomar el sol. Quizá esto es sólo ficción.

Mirando a la orilla en forma de media luna que es la playa de San José, he visto resumidos en un instante, en un haz de luz, en una gota de este Mediterráneo azul -azulón, como el restaurante donde he comido hoy-, resumidos en un granito de esta arena morena, todos los años de vida de este pueblo viejo.

Él abrió y cerró el ciclo de la belleza. A veces, los hombres no son conscientes del poder que les ha concedido la naturaleza, o el instinto; no son conscientes de poseer esa capacidad para transformar la realidad. Porque la realidad de cada cual se debe a su percepción... Y mi percepción de esta cala en San José estará siempre ligada, en mi imaginación y en mi recuerdo, a la belleza de la melodía, rebelde e indisciplinada, mágica y propiciatoria, del saxofón.

23.7.05

EL ANTRO


Mi sueño es tener un antro. Muchas veces me he planteado la naturaleza de mi auténtica vocación y en cada ocasión se han desatado, de los hilos destensados de mi malhumorado espíritu, nudos de actividades artísticas: primero fue la danza, la pintura, la música... La literatura, siempre.

Y ahora me sorprendo a mí misma queriendo ser tabernera. Aunque no lo parezca, tiene su explicación.

Quizá no he conseguido ser artista, pero por vocación estaré siempre atada a la experiencia creadora, de una manera o de otra. Partiendo de la base de mi escasa capacidad creativa, he resuelto no hacer el intento de convertirme en el sujeto del arte, sino en su circunstancia. Voy a incitar a otros a nadar en esta ciénaga que es el universo de la creación.

Por ello, he concebido mi antro no como un simple bar, sino como un centro de creación artística, insuflado por el espíritu inquieto de sus habitantes, y por su voluntad de disfrutar del arte, de la belleza y de la cultura.

Mi antro se llamará "El Antro" y se caracterizará por ser capaz de crear un ambiente propicio para despertar a las almas creadoras de su letargo. La tradicional combinación de bebida y música estará integrada por ingredientes de primera calidad - la música que me gusta y que no he conseguido escuchar en ningún bar de Sevilla - e irá acompañada de elementos que crearán la "atmósfera adecuada", como la decoración, que surgirá de un estudiado concepto del diseño que aunará la autenticidad de materiales y formas tradicionales con simplicidad minimalista y comodidades heredadas de las vanguardias racionalistas.

De las paredes de mi antro colgará una exposición permantente de obras desconocidas de artistas desconocidos y diversas exposiciones temporales que irán cambiando de soporte - pintura, fotografía, escultura... - cedidas por los propios clientes-creadores, con los que se establecerá una fructífera relación de participación.

Sentencias de consagrados genios de la literatura se leerán en las paredes, recorridas por largos frisos para este fin. Y junto a ellas, mis clientes tendrán espacios en blanco en los que podrán escribir... Espacios que, leyes del arte efímero, serán borrados cada madrugada después del cierre para estar de nuevo disponibles, la velada siguiente, para acoger el impulso creador de otra mano, de otro espíritu.

De tarde, serviremos café, infusiones, tés, batidos y zumos... Pero de lo más chic. Será una "cafetería de autor", donde podremos disfrutar de un zumo de "aliento de artista" con frambuesas a las finas hierbas, coronado todo ello por sirope de hibisco.

De noche, huelga decirlo, cócteles varios y bebidas alcohólicas de todo tipo, también firmadas por sus autores, por supuesto.

De tarde, programaremos actividades como debates filosóficos; charlas y tertulias sobre temas políticos o históricos; debates sobre cuestiones éticas y estéticas; contaremos con la presencia de escritores, artistas y pensadores locales -si los hubiera, que aún está por comprobar-; y haremos críticas de las últimas exposiciones o muestras nacionales o internacionales.

Pondremos a disposición de nuestros clientes una pequeña biblioteca con títulos fundamentales que podrán alquilar durante su estancia en el Antro; así como juegos de ajedrez, puzzles y juegos de mesa tradicionales japoneses, como el go o el shogi.

Se animará a los clientes a participar de la vida creativa del Antro, a través de concursos de pintura, fotografía o poesía, cuyos resultados serán después expuestos en el local o compartidos con el resto de participantes, para motivar a un intenso debate sobre las tendencias estéticas populares y su aplicación en la vida cotidiana. Asimismo, se fomentará la participación en la creación de "obras literarias en cadena", y otros juegos creativos de herencia surrealista.

De noche, programaremos visionados de video y cine: desde los años 20 hasta hoy; de grandes clásicos a videocreación. Otras sesiones nocturnas se animarán con espectáculos, que podrán englobar desde actuaciones de magia hasta performances; o bien, con conciertos de artistas emergentes.

En el caso de que no se programen estas actividades, se diseñarán "noches temáticas", entorno a un evento cultural-musical, una época o un estilo. Así, podremos tener desde "noches romanas" y "noches barrocas" hasta una "noche Woodstock" o una "noche Brit Pop".

En este último caso, aunque no es obligatorio, sería conveniente peinarse el abundante flequillo hacia abajo a la derecha y llevar chapas poperas en la solapa o el bolsillo trasero del pantalón. Se apreciará el uso de gafas de pasta y la aportación de discos de vinilo descatalogados.

(Aclaración: aunque el último párrafo intentaba ser una hiriente y jocosa crítica al modernillo snob de turno, lo demás iba en serio).

22.7.05

Recuerdos de Aguadulce

Sigo empeñada en el protagonismo que mi cuadernillo azul debe tener en este blog. Alguna de las páginas que escribí en él, las escribí con la idea de que vinieran a parar a esta otra página. Así que sin más dilación, voy a empezar a verter sus contenidos...


Aguadulce, 2 de Julio de 2005

La lucha por recuperar lo sagrado


Desde mi torpeza y mi escasa capacidad, quiero descubrir dónde reside lo sagrado. Busqué un desierto en Almería para escribir sobre mí; escrutar mi alma; mirarme a los ojos con lupa. Pero la lupa me quema la retina. Sólo se me ocurren "planes de dinamización" que aplicar en esta playa. Busco la pureza y encuentro edificios residenciales de 20 pisos a diez metros del mar.

Propongo un "Plan de Dinamización Inversa". En él, la prioridad no son los discapacitados o sus problemas de accesiblidad; ni duchas, ni pasarelas, ni chiringuitos (también llamados "servicios de restauración a pie de playa para mayor comodidad del playero", che palle!).

En mi "Plan de Dinamización Inversa para Aguadulce" propongo derruir edificios a menos de 50 metros de la orilla, desbaratar el paseo marítimo, las pasarelas y escaleras. En mi plan desurbanizador van a volar por los aires todos los chalets de lujo, se van a levantar cabañas de madera sin agua caliente y se harán exposiciones de pintura sobre las rocas de las montañas próximas, también conocido como "arte rupestre" (no vale pintar indalos, eso ya se ha inventado).

Aguadulce sólo tiene algo genuino: un perfil áspero, rugoso y desordenado. Un perfil desértico en el que nada se puede hacer. Un perfil que sólo sugiere una palabra: abandono. ¿Por qué la gente que me rodea en esta minúscula playa se empeña en lo contrario? Busco el silencio y las gallinas no dejan de cacarear a mi alrededor, dándole una muerte obscena a mi espíritu.