24.1.06

Caos

El Caos es el principio de toda Creatividad.

3.1.06

Frío Calabrés

Reggio Calabria, un glacial 18 de Diciembre de 2005.

He oído a un bielorruso ahogándose en su tos bronquítica decir que, a pesar de la fiebre, prefiere seguir asistiendo a las clases de la Universidad, donde ninguno de los estudiantes osa despojarse de sus abrigos, porque en su casa hace mucho más frío. He oído a una polaca quejarse de este clima calabrés porque en su país puede pasearse por casa en manga corta mientras ve caer la nieve tras los cristales; y sin embargo aquí debe llevar al menos tres o cuatro mangas superpuestas, para no morir congelada, mientras lo único que las ventanas le permiten contemplar es este tiempo de perros y tormenta, que moja con violencia y mal gusto. He oído a una alemana decir que el principal motivo por el que desea volver a su país no es la incultura o la mala educación de los regginos -y si así fuera, podría entenderla-, ni siquiera la inactividad estancada en el tiempo de esta ciudad vieja, sino el frío: sueña con el retorno a un hogar cálido. Y he visto a un ucraniano con jersey de cuello alto tiritar casi convulsionándose en el aire congelado de una tarde de noviembre en Reggio Calabria.

¿Quién dijo que en Italia no hace frío? ¿Quién dijo que en el sur de Italia no hace frío? Paso los fines de semana sin salir de la cama, porque es el único lugar de la casa que puedo mantener a una temperatura constante y medianamente aceptable. No lavo mi ropa porque soy consciente de que, en los cuatro días que me quedan en esta ciudad no se secará. A pesar de mi bien conocida aversión hacia el deporte, paso las tardes saltando y corriendo por la cocina, para entrar en calor. Duermo con cuatro mantas y dos pijamas, uno encima del otro, y aún así, sigo sin sentir mis pies. La sangre dejó de circular hace tiempo. Las ventanas de las antiguas, situadas estratégicamente una frente a otra en mi habitación, generan remolinos de aire helado en mi cama, que está justo en medio. Y es imposible enchufar las estufas porque provocan una sobrecarga en la casa y nos quedamos sin luz.

¿Quién dijo que en Italia no hace frío? No sé quién lo diría, pero quién lo escuchó, lo creyó sin atreverse a ponerlo en duda. Y la leyenda ha llegado a la actualidad. Y así, países tradicionalmente fríos, del Norte, Centro y Este de Europa, están mucho mejor preparados, equipados, para sufrir los rigores invernales que nosotros, europeos del Sur -y en esto incluyo a España.

Todos los años cae una gran nevada y todos los años nos admiramos, como si el verano, sólo por ser más largo y más caluroso que en otros países, fuera nuestra única estación. Y sin embargo, el invierno, y la evidencia de nuestra incapacidad para soportarlo, llega año tras año a nuestros países. El invierno ha llegado a Italia.

Milán es una nube. Venecia, un pantano. Roma, una cloaca. Y Reggio Calabria, un charco.

2.1.06

Las Reliquias y Los Talentos

En algún lugar del norte de Italia, el 29 de Septiembre de 2005.

Es más que evidente que las reliquias generan opiniones enfrentadas. Hasta los más fervientes católicos se atreven a dudar de la autenticidad de algunas de ellas. Desde mi punto de vista, la polémica no debería centrarse en su autenticidad, sino en su valor.

En todas las ciudades italianas que he visitado hasta el momento se conservan importantes reliquias. La mayoría son fragmentos de huesos de santos. Algunos templos, o incluso galerías privadas, como la Doria Pamphilj, conservan cuerpos íntegros, revestidos de telas bordadas de oro y plata, de santos coronados que sujetan hojas de palma, santos mártires. Hay otros ejemplos más curiosos, por salirse de lo escabroso y entrar en lo anecdótico o circunstancial, como las cadenas de San Pedro, que pude ver en San Pietro in Vincoli.

Pensando en el valor que para un cristiano convencido pueden tener este tipo de vestigios, se me ha venido a la mente la parábola de los talentos, aquella en que un noble entregaba una serie de talentos a sus siervos. La moraleja venía a decir que lo que hay que hacer con los "regalos de Dios" no es conservarlos bajo tierra como un tesoro escondido, sino darles un uso. Merece la pena arriesgarse, poner en peligro esos regalos, porque con esa actitud se les está reconociendo su valor.

Aplicando el mensaje de esta parábola al caso de las reliquias, podríamos decir que esos "talentos" o "regalos" que Dios entregó a sus discípulos fueron los santos, mártires o no, cuyo valor reside en el ejemplo que con su actitud piadosa pudieron dar a todos aquellos que desean llegar a ser buenos cristianos. Quizá en un primer momento fue así.

El caso es que, años más tarde, quizá siglos, intuyo que con los inicios del catolicismo, la línea del buen uso de los talentos se torció. En los santos dejó de buscarse un espejo en que mirarse; dejaron de ser un medio para reconocer y seguir el camino de una buena conducta, para convertirse en un fin, en un objeto de veneración en sí mismos.

Y con la locura que desata la idolatría, la veneración fue más allá de las almas de los santos, y se detuvo en sus cuerpos, fragmentos de cuerpos corruptos o no, manipulados, deshilachados, congelados en el tiempo de urnas de oro y cristal. Quedaron para siempre los talentos, las historias personales de fe y caridad, enterradas bajo tierra, mientras se elevaban fastuosas moles de piedra, destinadas a albergar las reliquias de los santos.