3.1.06

Frío Calabrés

Reggio Calabria, un glacial 18 de Diciembre de 2005.

He oído a un bielorruso ahogándose en su tos bronquítica decir que, a pesar de la fiebre, prefiere seguir asistiendo a las clases de la Universidad, donde ninguno de los estudiantes osa despojarse de sus abrigos, porque en su casa hace mucho más frío. He oído a una polaca quejarse de este clima calabrés porque en su país puede pasearse por casa en manga corta mientras ve caer la nieve tras los cristales; y sin embargo aquí debe llevar al menos tres o cuatro mangas superpuestas, para no morir congelada, mientras lo único que las ventanas le permiten contemplar es este tiempo de perros y tormenta, que moja con violencia y mal gusto. He oído a una alemana decir que el principal motivo por el que desea volver a su país no es la incultura o la mala educación de los regginos -y si así fuera, podría entenderla-, ni siquiera la inactividad estancada en el tiempo de esta ciudad vieja, sino el frío: sueña con el retorno a un hogar cálido. Y he visto a un ucraniano con jersey de cuello alto tiritar casi convulsionándose en el aire congelado de una tarde de noviembre en Reggio Calabria.

¿Quién dijo que en Italia no hace frío? ¿Quién dijo que en el sur de Italia no hace frío? Paso los fines de semana sin salir de la cama, porque es el único lugar de la casa que puedo mantener a una temperatura constante y medianamente aceptable. No lavo mi ropa porque soy consciente de que, en los cuatro días que me quedan en esta ciudad no se secará. A pesar de mi bien conocida aversión hacia el deporte, paso las tardes saltando y corriendo por la cocina, para entrar en calor. Duermo con cuatro mantas y dos pijamas, uno encima del otro, y aún así, sigo sin sentir mis pies. La sangre dejó de circular hace tiempo. Las ventanas de las antiguas, situadas estratégicamente una frente a otra en mi habitación, generan remolinos de aire helado en mi cama, que está justo en medio. Y es imposible enchufar las estufas porque provocan una sobrecarga en la casa y nos quedamos sin luz.

¿Quién dijo que en Italia no hace frío? No sé quién lo diría, pero quién lo escuchó, lo creyó sin atreverse a ponerlo en duda. Y la leyenda ha llegado a la actualidad. Y así, países tradicionalmente fríos, del Norte, Centro y Este de Europa, están mucho mejor preparados, equipados, para sufrir los rigores invernales que nosotros, europeos del Sur -y en esto incluyo a España.

Todos los años cae una gran nevada y todos los años nos admiramos, como si el verano, sólo por ser más largo y más caluroso que en otros países, fuera nuestra única estación. Y sin embargo, el invierno, y la evidencia de nuestra incapacidad para soportarlo, llega año tras año a nuestros países. El invierno ha llegado a Italia.

Milán es una nube. Venecia, un pantano. Roma, una cloaca. Y Reggio Calabria, un charco.

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