27.4.07

Hiperbólica Intimidad

No dejo de preguntarme cómo sucedió todo.

Había calles estrechas, que se revolvían en mil recovecos, conformadas por las casas centelleantes de cal, bajo un sol rotundo. En las casas, paraísos de sombra y agua; verdor de plantas; apenas mobiliario; y la familia, siempre presente. Fuera, algunos ejemplos de autoridad, representados sobre todo en la mezquita aljama. Y mucho barullo de gentes que intentaban timarse mutuamente. Gente que se engañaba y se traicionaba por la espalda, reyezuelos que se vendían al mejor postor cristiano, para salvar la apacible sombra bajo la que sesteaban. Mucho griterío fuera, y silencio en las casas. Calles oscuras, estrechas, húmedas y cerradas.

Y de repente, un desorbitado fervor cristiano. Negación de la fe. Doble negación, porque se negaba en falso. Aunque quizá al final empezó a crecer un sentimiento auténtico: desde la piel a las vísceras.

Y de repente, un entusiasmado placer por encontrar a los demás. Por la perezosa plática, por vivir sin dar un palo al agua, por sisar y extraviar los pagos. Rinconete y Cortadillo. San Fernando, cuando aún era beato.

De repente, el andalusí recogido en sus sombras de verdura, en el paraíso cerrado; se abrió en una explosión de andaluz que ansía el encuentro con el vecino, con el próximo, en memoria de todos los santos. Rosarios por la mañana, por la tarde, por la noche. Vía Crucis. Y toros y cañas. Y a retozar a las gradas. A las de la inmensa molicie catedralicia de Sevilla.

Dos calles abiertas, hacen una plaza. Y de repente un día, La Corredera.

¿De verdad hay tanta diferencia entre el andaluz medieval y el barroco? Las calles de las ciudades andaluzas dicen que sí, que la Andalucía musulmana vivía de puertas para dentro y que la Barroca, teatral como ella sola, empezó a abrirse como una flor, un clavel, supongo. O un geranio.

Pero yo creo que son la misma. Que la necesidad de encontrarse con el vecino y de rajar por los codos estuvo siempre ahí. Que la hiperbólica montaña hueca de la que nos jactamos hoy tenía la misma proporción que nuestra mezquita mayor. Y que, al terminar la jornada, sólo en el corazón de nuestras casas laten nuestras miserias.

Las grandezas las dejamos fuera. Y el andaluz -quizá me estoy refiriendo al andaluz occidental, o estrictamente al sevillano, habría que pensarlo- no deja de ser hipócrita. Es su naturaleza. Enorme fuera y pequeño dentro. Cristiano por dentro o por fuera, según convenga. Adulador con los que pueden ayudarnos a ascender a la gloria de la fama mundana. Miserable con el que primero se de la vuelta.

Al carácter que tradicionalmente se asocia al andaluz, festivo, efusivo, expansivo y tremendo, le bailan los adjetivos en la superficie. Quizá quien así nos defina no sabe que, una vez conocida la fachada, más allá de la puerta no hay nada. O no hay más, que otra puerta. Una puerta que muy pocos son capaces de abrir.

26.4.07

Biblioteca

Para un historiador del arte, no hay nada más jugoso que las relaciones de bienes que solían hacerse tras el fallecimiento de los artistas. Las posesiones materiales, tantas veces desprestigiadas y vilipendiadas; aquello que rodeaba al artista en su estudio; o aquel objeto que habitaba en su casa pero al que nunca prestaba atención; permiten contextualizar a la persona, más que al artista, como creadora de sus obras. Permiten trazar un mapa de su memoria sensorial y emocional.

Pero entre todos los bienes relacionados, si hay algún tipo que sobresale por permitir entrar a escondidas, mirando por el ojo de la cerradura, en la mente del creador, es el material bibliográfico. No sé cuántas veces habré leído aquello de "Pacheco tenía en su biblioteca un ejemplar de nosequién, lo que explica que adaptara las ideas tales a los tipos iconográficos de la pintura del último manierismo sevillano -o protobarroca, que también suena mucho-".

Las bibliotecas ejercen fascinación sobre aquellos deseosos de entender el proceso creativo. Cómo de aquel libro se extrajo una idea, que se desarrolló con ciertos principios establecidos en otro libro, y con una retórica parecida a la de una obra concreta, dando lugar a una elaboración personal de todo ello.

Quizá estamos cayendo en el error de aquel cinéfilo que, alabando un plano de Fritz Lang con un contenido semántico en su composición que sólo tenía sentido para él, le preguntó al maestro de dónde surgió tal hallazgo, a lo que Lang contestó: "No tenía otro sitio donde poner la cámara". (Lástima no recordar la cita exacta, pero hablo de memoria de una clase de Historia del Cine a la que asistí hace más de cinco años).

El material bibliográfico es inflamable, nos puede hacer estallar las ideas en la cabeza sin aviso previo; así que hay que manejarlo con cuidado. Un libro en una biblioteca puede servir, entre otras cosas, para coger polvo. Puede que su dueño no lo haya abierto jamás, o que sólo lo haya hojeado; o que tras leer las primeras páginas, lo haya desestimado por petardo pestiñoso. No podemos pensar que todas las lecturas actúan en la mente de sus lectores con la misma fuerza ni con el mismo empeño; no todas influyen por igual. Y por supuesto, leer diversos libros no nos obliga a relacionarlos según una estructura de pensamiento que sólo está en el erudito que posteriormente estudia ese hábito bibliófilo.

Y todo esto me hace pensar en las pistas que dejamos a los demás a través del blogroll, o de los links que aparecen en nuestra página, o de las páginas que visitamos pero de las que no queremos dejar rastro, esperando que el tiempo lo borre...

Seguro que los historiadores del futuro harán conjeturas con toda esta información.

Y hablando del asunto, tengo que referenciar las dos lecturas que me han influido para escribir este post: esta y esta.

23.4.07

Testimonio gráfico de una errata

O eso espero... Porque si no, ya podemos decir que el Ayuntamiento de Gines, Sevilla, donde ha sido tomada esta fotografía, se ha lucido. ¿Un error de la empresa que confeccionó el cartel? ¿Un paso en falso en el teclado que nadie ha sido capaz de descubrir hasta que estaba plantado en mitad de la calle? ¿Cuándo piensan quitarlo? ¿No saben que me rechinan los dientes cada vez que paso por delante, es decir, dos veces al día? ¿O quizá es una estrategia de marketing para llamar nuestra atención sobre el carácter "iMnovador" de la futura calle? ¿Es un experimento sociológico que pone a prueba nuestro aguante frente a una ortografía deficiente? Si es así, conmigo ya han acabado. A lo mejor, lo único que se pretende es revolucionar el panorama cultural, iMnovando y creando un nuevo lenguaje, para que el andaluz sea reconocido por fin como una lengua independiente del castellano.
Vamos, que esto es una "foto-denuncia". Así que, si no ha quedado claro, por favor, ¡que quiten ese cartel ya!

Ojo, este post pretende poner a prueba al Ayuntamiento de Gines. Si en un par de semanas, el cartel es eliminado, significará que en el Ayuntamiento tienen internet (por lo menos, tienen página y se hace llamar "gines avanza"), que lo usan para algo más que para colgar las incidencias -municipales- del día, que visitan blogs y tienen en cuenta la opinión de los blogueros. Pero sobre todo, significará que usan Technorati, como todo hijo de vecino.

20.4.07

Ocurrió en Virginia

Tenía la vana esperanza de que esto les incitara a replantearse de una vez por todas la necesidad de imponer una regulación mucho más estricta de la tenencia de armas.

Pero no ha sido así. Podrá ocurrir veinte veces lo mismo y no será así, mientras la posesión de armas de fuego sea entendida como un derecho, amparado por una normativa surgida en el contexto cultural del XVIII americano, con todo lo que eso conlleva, y por tanto, completamente obsoleta.

El debate ha quedado milagrosamente, o mejor televisivamente, desviado hacia otro punto: la responsabilidad ética de los programadores de las televisiones, sobre todo de informativos, en la difusión del video donde el asesino se confiesa.

Cualquiera puede comprar un rifle en Estados Unidos, pero más vale no mostrarle al público lo que un tarado aspira a -y puede- hacer con algo así entre las manos.

19.4.07

La nostalgia creativa

Cuando uno lleva una vida rutinaria y monótona, una de esas vidas en las que apenas se perciben cambios, más allá de los que la biología arrastra consigo, la mayoría de las cosas que ocurren no sucede más que en la mente del protagonista. Las verdades, mutables o inmutables, en las que cree a pies juntillas; los sentimientos que le revuelven por completo el alma; incluso aquellos que pueden hacerle tomar una drástica decisión capaz de terminar con aquella monotonía; no son más que recursos elaborados por la mente humana para escapar del hastío.

Y lo más peligroso de todo es que las relaciones con los demás, cuando se extienden en el tiempo, en los días agotados de esa vida cansada, con pausas, interrupciones, separaciones, viajes y distanciamiento, también suceden en el pensamiento de uno.

Y lo más peligroso es que esas relaciones inventadas pueden llegar a determinar nuestro estado de ánimo, o incluso nuestra felicidad.

Así que, si hace tiempo que un amigo no nos llama, es preferible ser optimista y pensar que debe estar muy ocupado en su trabajo, antes que tomarla con él por no recordar "aquellos buenos viejos tiempos".

En resumen, que hay gente en mi mente, que una vez estuvo en mi vida, y a la que echo de menos.

11.4.07

Tiempos medidos

La tristeza se mide en vidas. ¡Qué vida más triste!
La penuria, en años.
El dolor, en días.
El horror, en horas.
La angustia, en minutos.
El placer, en segundos.

La felicidad se mide en ratos.
Pero vivir esos ratitos es como echarse una plácida siesta a las puertas de la eternidad.

6.4.07

Enfermedades del alma y fisiología

Los periodos de tristeza son como los periodos de hambre: cuando consiguen saciarse, caen en un olvido tan profundo como si nunca hubieran existido, como si nunca hubieran estado ahí.

Eso sí, cuando el que muerde es el insecto de la soledad, no hay cura posible, no hay antídoto a esta enfermedad crónica. Ya nada vuelve a ser igual, nada se mira con aquellos ojos incólumes, ajenos al sentimiento de pérdida, protegidos por la ignorancia del peligro.

5.4.07

Autobiografía Ajena No Autorizada

Había empezado con grandes esperanzas, pensando que llegaría a ser novelista, pensando que sería capaz de escribir algo que conmoviera a la gente y que cambiara algo en sus vidas. Pero pasó el tiempo y poco a poco me di cuenta de que eso no iba a ocurrir. No llevaba dentro de mi ese libro, y en un momento dado me dije que debía renunciar a mis sueños. En cualquier caso, era más sencillo continuar escribiendo artículos. Trabajando mucho, pasando continuamente de un texto al siguiente, podía más o menos ganarme la vida, y aunque no fuese gran cosa, tenía el placer de ver mi nombre en letra impresa casi constantemente.

El señor Paul Auster se metió en mi cabeza y extrajo estos pensamientos. Lo extraño fue que lo hiciera cuando todavía no estaban ahí.

Me niego a ser la protagonista de una historia que se escribió cuando yo estaba empezando a aprender a escribir. Me niego a ser la protagonista de una historia que ya han vivido otros, miles de veces. Si no creo en el destino, tampoco tengo por qué creer en estas palabras. Y, aunque pueda ser considerado un acto de rebeldía, entiendo que la única creatividad consiste en romper estas barreras hechas de pesimismo, hastío y pereza. No quiero ser la perezosa que no supo rehacerse cuando parecía ver las líneas de su vida marcadas en la mano, sino la valiente que se atrevió a cuestionarlas.

Poco importa lo que llegue a hacer. Lo importante es no rendirse ante los primeros síntomas de cansancio.

Y La Trilogía de Nueva York es para enmarcar. O mejor, para no enmarcar nunca. Para no colocar nunca en una estantería a coger polvo. Es para tenerlo en la cabecera de la cama, o de almohada. Para dormir sobre él y despertar en él. Un libro camuflado en historias de detectives que habla, una y otra vez, del acto de escribir. Recomendado con cinco estrellitas.