30.11.06

En ocasiones oigo voces...

De fútbol, todos los fines de semana, y más si se enfrentan Sevilla y Betis; de toros, durante la feria; de feria, desde Navidad hasta Semana Santa; de Semana Santa, según la persona, bien todo el año o sólo desde los Carnavales hasta el Rocío; del Rocío, cada vez que sale a relucir Carmina Ordoñez o María Jiménez; de "personajes y personajas", todos los días; de flamencos, flamenquitos y flamenquines, entre el café de la mañana y el almuerzo...

¿Y de política? ¿Cuándo se habla de política en esta tierra?

Nunca. Y es que aquí la política no existe. Existe la Junta de Andalucía y está tan integrada, tan asimilada, tan cotidianizada, que el absoluto proteccionismo, en unos casos, o intervencionismo descarado, en otros, pasa completamente desapercibido.

A veces envidio a los catalanes, que sí oyen voces...

Sin Control

Si el destino, la providencia y los caminos del señor, que son inescrutables, son producto de nuestra desbordada imaginación para no caer en la más absoluta desesperación. Si la absurda creencia de que todo en esta vida tiene un sentido y una razón de ser, que nos permite elucubrar teorías que no se sostienen en pie para trazar un camino razonable y bien hilado conforme a los bandazos de nuestra vida a tumbos, es un consuelo vano para seguir adelante y dejarnos zarandear de nuevo por nuestras ocurrencias y las de los demás.

Entonces, el pensamiento de aquel que necesita tenerlo todo bajo control, prometiéndose a sí mismo que le irá bien si obra bien; que conseguirá lo que desea si se lo propone y lucha hasta el final; ¿no está también carente de sentido?

26.11.06

Libre

Ni con mis pies balanceándose al borde del abismo más profundo. Ni en la cima más alta, sintiendo como el viento oscuro me desenreda el pelo. Ni con los ojos posándose en el horizonte del mar inmenso, en busca del lugar a donde va la luz del ocaso. Ni cuando dejo volar mis sueños.

Con un lápiz en las manos es como más libre me siento.

15.11.06

¿Qué diría Moneypenny?

Bien

Mal

No es que sea muy aficionada a la saga de películas de James Bond. Es más, diría que no he podido terminar de ver ninguna, de puro aburrimiento. Pero el agente 007 se ha convertido en un icono cultural del calibre de la mismísima Marilyn que serigrafió Andy Warhol, por lo que, no sólo me voy a permitir opinar sobre el actor que han elegido para encarnar al personaje en la última entrega de esta serie, sino que me atrevería a solicitar su declaración como Patrimonio de la Humanidad.

Tampoco soy una purista. Es decir, no me quedo exclusivamente con el Bond que materializó en los inicios el escocés-con-faldita-a-cuadros Sean Connery. Muy al contrario, aprecio como positivas las aportaciones de los diversos James Bond de la historia del cine, excepción hecha del cara-plástico Timothy Dalton, al que sólo le faltaba el brillito en el diente. El más reciente, Pierce Brosnan, aka Remington Steel, dejaba sin embargo buen sabor de boca, quizá porque recordaba a ese mítico personaje de serie ochentera, que salía indemne de cualquier aventura, sin siquiera despeinarse, y con más guasa y salero que auténtico cuajo frente a los malos.

Pero la elección de este botarate con cara de gañán, conocido como Daniel Craig, ha sido sin duda desafortunada. ¿Qué hacía especial a James Bond? Pues eso, que no se despeinaba. Que sabía mantener la calma frente a cualquier situación sin alarmarse, con la capacidad de urdir, en momentos de auténtico peligro, un plan brillante, sutil e imaginativo, que le permitiera salir airoso, con el menor esfuerzo. Y también, a qué negarlo, una sexualidad implícita -indirecta diría Hitchcock-, donde lo que se oculta es más atractivo que lo que se muestra: el arte de la sugerencia.

Bond ha sido siempre una especie de Odiseo moderno, cuyo recurso principal es la astucia, en lugar de la fuerza, con la diferencia de que, en lugar de trabajar incansable para volver a su Ítaca, el inglés trabajaba al servicio de Su Majestad. Y mientras, cepillándose a las Circes que iba encontrando por el camino: esas malísimas magas, infiltradas siempre del bando contrario, que caían rendidas a los pies del moreno y gallardo enemigo.

Todo aquello se ha perdido con Daniel Craig y el resto de artífices de Casino Royale. Aquí Bond no es más que un matón brutote, un héroe de acción como otro cualquiera, que recuerda terriblemente al gobernador de California en sus buenos tiempos. Un tío que, empapado y a contraluz, emerge de las brillantes aguas del mar, colocándose el paquete.

Asimilar al siempre elegante James Bond a cualquier personaje de acción pega-puñetazos de cualquier película americana no es una forma de revitalizar al personaje: es una estrategia que evidencia el natural desgaste después de tantos años. ¿Qué más daba Daniel Craig que Bruce Willis? Casi habría sido más interesante ver cómo este último se metía en la piel del agente británico, puestos a pedir metamorfosis extravagantes. Así, además, habríamos podido rememorar con él otra de aquellas series míticas de los ochenta.

Dado que, batacazos como éste demuestran que la serie toca a su fin, yo propondría una última película que, en lugar de seguir narrando las aventuras del personaje, culminara con su muerte. Y no me refiero a una muerte violenta a manos de un malo malísimo, porque eso acabaría con el mito. No, yo veo a un James Bond anciano, en una casita preciosa, que dedica sus últimos días a regar las plantas de su jardín y pasear al perro. Un James Bond que, mientras lee el periódico esperando a que esté listo su té, cae fulminado, simplemente, porque su corazón está cansado de bombear sangre. Un James Bond mayor que, puestos a pedir, podría encarnar de nuevo el propio Connery, que ya está en edad.

11.11.06

Recuerdos de un abuelo que no conocí I

Recuerdo vagamente a mi abuela materna, que murió siendo yo muy niña. Me viene a la mente una imagen de esas enormes, que sólo se ven tan grandes desde la infancia, de un cabello blanquinegro. No gris, sino blanco y negro, entreverado. Los ojos también negros, pequeños y amables, que podían clavarse como alfileres, si era necesario imponer disciplina. Y las ropas negras, como las ancianas de hace 20 años, que eran mucho más viejas que las de hoy. Y recuerdo el dibujo que hice, cuando supe que había muerto; no por recordarme a mí misma haciéndolo, sino por haberlo visto por casa mil veces: el dibujo de una niña que llevaba flores a una tumba.

A mi abuelo, su marido, no le llegué a conocer. Murió mucho antes de nacer yo. Murió cuando mi madre era aún "mocita", como se decía entonces. Pero ella siempre procuró hacerme llegar su recuerdo, como una leyenda o un cuento, transmitido por tradición oral, de generación en generación.

Había una foto muy pequeña, casi de tamaño carné, en un marco sobre una repisa, que ahora no sé donde está (ni la foto, ni el marco, ni la repisa). Una de esas viejas fotos donde, a falta de Photoshop, los fotógrafos de la época habían aplicado algo de pintura sobre el rostro de mi abuelo, para hacerle brillar los ojos y colorearle las mejillas rechonchas. Debía tener en la imagen unos 60 años, pero aparentaba más.

Cuando yo tenía frío, en invierno, envuelta en mi bata rosa, nos sentábamos en la cama de mi madre y ella cogía mis dos manos temblorosas entre las suyas. "Tu abuelo tenía las manos enormes y siempre calientes. Y yo era muy friolera, como tú. Así que cuando tenía las manos heladas, me las cogía así". Y yo me imaginaba dos enormes hogazas de pan tierno y humeante, con vida propia, que venían a calentar los témpanos de mis dedos.

"Su madre, mi abuela, es decir, tu bisabuela, era italiana... De apellido Rossi".

El apellido paterno de mis abuelos maternos era el mismo, así que debín ser parientes lejanos, que habían ido a nacer uno a cada lado del mismo mar Mediterráneo: la una, en Santa Pola y el otro, en la Isla de Tabarca.



Debió ser allí, en la isla, donde aprendió su oficio. Mi madre nunca me dijo que era pescador, siempre decía que era "patrón de un barco de pesca". Y yo me lo imaginaba como al Spencer Tracy de "Capitanes Intrépidos", personaje que además mostraba un carácter dulce, y debía tener las manos siempre calientes.

Una de mis tías era pelirroja, y la llamaban "la rubia". También murió hace años.

Quizá fuera por las uniones consanguíneas, pero la familia de mi madre está repleta de casos de enfermedades debidas a la herencia genética, y alguna, sin cura conocida por el momento.

Yo me parezco a mi abuela paterna, o eso dicen, que falleció el año pasado a la edad de 92 años y más por aburrimiento que por otra cosa. Quizá no herede ninguna de aquellas enfermedades fatales, pero tampoco he tenido la suerte de ser pelirroja.

No tengo más recuerdos de mi abuelo, pero siempre me intrigó el hecho de haber tenido ascendientes italianos. ¿Quizá mi italianofilia se deba a eso? ¿O será más bien por mi interés por el arte? También creo que a él se debe mi amor infinito por el mar infinito, así como el respeto que le profeso, a sabiendas de que en cualquier momento, si no interpreto bien sus señales, se puede levantar contra mí.

8.11.06

Cassette de gasolinera

Sí, es cutre. Sí, de gasolinera. Pero lo he grabado para tí, con todo mi cariño, porque ¡ya tienes carné! ¡Yuhu! Mil millones de felicidades, y sobre todo, acuérdate de lo que dice la canción para darle un buen uso.

PD. Para los no iniciados: hoy es un día histórico. El hombre que no tenía carné de conducir, ya lo tiene. Por fin se ha examinado, durante 40 interminables minutos, pero con éxito. Así que, hoy es un día grande, día de fiesta. Tendremos que salir a celebrarlo.

6.11.06

Una piedra para tropezar

Lo que caracteriza al ser humano, frente a otras especies animales, no es la inteligencia, ni la razón, sino el error: ese ingenioso invento, que condiciona la propia trayectoria vital y la de la estructura social general, y que otorga valores positivos o negativos, a veces de carácter moral, a las decisiones tomadas entre varias posibilidades.

Un problema, varias soluciones. Un problema, una elección.

En definitiva, lo que nos hace humanos es el error, la capacidad de errar y la conciencia de haber errado. El haber sido capaces de pensar que existen blancos y negros, e incluso grises. La libertad para elegir. La libertad para fallar.

Infectada

¡Aps! ¡Uy! ¿Qué ha sido eso? Creo que me ha picado un bicho. Me levanto la manga de la camiseta, y ahí está: una mancha informe, que va adquiriendo un tono rojizo, y que delata una leve inflamación. Tengo los dedos largos, como ET, así que no me queda más remedio que hacer como él: estirar el índice y señalar todo aquello que me llama la atención o me interesa; y tocar con la yema, para probar hasta dónde alcanza el nivel de dolor. ¡Uy!

Aún no duele mucho, pero sé que se hinchará. Y que la hinchazón no será más que el rastro de la lucha en mi cuerpo. El veneno ya se ha colado bajo mi piel. Estoy infectada y empiezo a sudar, no tanto por la fiebre, como por la angustia de saber que no tengo solución. Que lo único que puedo hacer es esperar a que termine la batalla, mientras sufro con entereza sus consecuencias; esperar a que pase la enfermedad y el dolor; asumir que la única cura es dar una respuesta hábil al veneno; crearla y desarrollarla; y, cuando el virus haya mutado, infectar a los demás...

Sí, me ha picado un "meme". Y no me queda más remedio que contestarlo. Se trata de responder a una serie de preguntas haciendo uso sólo de los títulos de las canciones de un grupo, el que sea. Como dicen en mi tierra: "el que más coraje te de".

No me da coraje, pero era evidente que mi grupo no podía ser otro que Radiohead, alabados sean. Vamos allá:

¿Eres hombre o mujer? Subterranean Homesick Alien
Descríbete The Tourist
¿Qué sienten las personas cerca de ti? How to disappear completely
¿Cómo te sientes? Climbing up the walls
¿Cómo describiría su anterior relación sentimental? Let Down
Describe tu actual relación con tu novio/a o pretendiente: Optimistic
¿Dónde quisieras estar ahora? In Limbo
¿Cómo eres respecto al amor? Nice Dream
¿Cómo es tu vida? Life in a Glass House
¿Qué pedirías si tuvieras sólo un deseo? Sail to the moon
Escribe una cita o frase famosa: ¡Error del sistema! No he encontrado citas ni frases famosas en toda la discografía de Radiohead. Más que nada porque supongo que preferirán inventarse frases nuevas para cada canción. Si no, ¿que interés tendrían?. Eso sí, si se trata de traer una canción llena de "tópicos" -en este caso tópicos sociales-, estoy entre Fitter Happier y la angustiosamente hermosa, casi sublime, No surprises.

Y, ya que quien me gustaría que contestara a un test de este tipo, no se digna a tener blog, tendré que infectar a otros. Mis elegidos son:

El Ché
Pies Automáticos
Lovesick
Y Sergio Mahugo

A ver quién se digna. Por cierto, ¡pero qué grandes son!

4.11.06

Diferencia y Equilibrio

Me he pasado media vida buscando a alguien igual a mí a quien amar. No me había dado cuenta de que para eso ya me tenía a mí misma. ¡Qué tonta!

La muerte de los dioses

En nuestra cultura occidental, hemos asistido a una dolorosa y traumática muerte del arte, que muchos no han aceptado todavía. Seguimos mirando las huellas que ha dejado su paso por nuestra casa, sus obras aún calientes, como panes recién sacados del horno, con admiración y hambre de belleza; preguntándonos cómo fue posible su decadencia, su vejez prematura y su definitiva desaparición.

Pero en realidad fue una muerte rápida, porque cuando llamamos arte a cualquier tipo de expresión humana con intención comunicativa y estética a partes iguales, erramos de objeto. A nuestros ojos, todas aquellas obras que fueron creadas en la antigüedad y en los siglos que vinieron después pueden parecer arte, pero nunca nacieron con la determinación de serlo. Sólo a partir del siglo XVIII el arte tomó conciencia de sí: fue. Y al mismo tiempo firmaba su sentencia de muerte. Quizá se le hincharon las narices, quizá el aire de divinidad de los artistas, las alas desplegadas, hería los sentimientos de las obras, al borde del suicidio. Quién sabe...

Cuando Kant definió lo bello y lo siniestro, e hizo converger estos conceptos estéticos en lo sublime, quizá no lo sabía pero estaba anunciando la agonía del arte. Lo sublime es la chispa que hizo al arte reventar de tanta belleza; una belleza que no se puede soportar.

El arte murió de una enfermedad incurable, pero hemos asistido al fallecimiento de otros conceptos de igual valor por voluntad de los hombres. Y si no, no hay más que ver cómo Nietzsche mató a Dios con sus propias manos. Y sin temblarle el pulso.

Quizá estas ideas fueron el preludio de la muerte definitiva de todos los valores, el nacimiento de la nada como destino vital y la negación de la moral. Hemos regresado, o quizá nunca nos fuimos, al relativismo moral de los sofistas. Nos hemos desecho de una verdad única, inmutable y absoluta. Y mientras tanto, para soportarlo, hemos ido levantando nuestros pequeños dioses.

Esos dioses son las afirmaciones infantiles de nuestro ser: un ansia de perfección que nos encumbrará a la fama, al triunfo, a la nada. Nos han dicho que en cada uno de nosotros puede haber un dios y nos empeñamos en sacarlo a la luz, intentando situarlo por encima de los otros pequeños dioses. La competitividad por sí misma, sin otorgar valor a aquello por lo que se compite; y el ansia de superación de la que fácilmente se puede hacer ostentación, y que por tanto se basa en aspectos materiales y superficiales, mueven el mundo.

Mi pequeño dios me impulsa a pretensiones vanas: ser la mejor, la más brillante, en mi trabajo; la más guapa; la más inteligente... Bien podía animarme a ser mejor persona, mejor amante, más que amada. Pero nuestros pequeños dioses, como aquellos de la mitología, nos conducen por el camino más humano y menos divino. Y de momento, son bien aceptados entre nosotros.

¿Para cuándo un movimiento filosófico que se deshaga de ellos? ¿Cuándo empezará el hombre a caminar sin tener que cogerse de la mano de un ser supremo, por mundano que sea?

1.11.06

¡Está viva!

La anciana dama, regocijada en la contemplación diaria de su imagen ajada, cargada de joyas sin brillo, en el espejo, parece despertar de su letargo. A veces, deja de suspirar, para abrir los ojos y las ventanas, y respirar con fuerza, hacer suyo el aire fresco que entra en sus pulmones. Aire y luz que hacen visible esa belleza antigua que la consagra y también, el polvo que cubre sin piedad sus ropas y los muebles abandonados de su casa.

A veces, Sevilla despierta, reniega de esa eterna voz que no hace más que quejarse de esa falta de reconocimiento, de ese olvido en que ha caído, frente a otras ciudades más activas, quizá más vivas, pero con menos sueños de perdurabilidad de un imposible.

A veces, Sevilla resucita en el presente y recobra algo de esa voluntad, casi perdida, por seguir adelante con una existencia en la que apenas tiene fe.

Y como soy la primera en criticarla, en quejarme de sus obras sin fin y de su inmovilismo feriante y semanasantero; también debo estar rápida para reconocer que no todo es tan malo. Y que, en ocasiones, cuando abre los ojos somnolientos, casi se puede decir que... ¡Está viva!

De vez en cuando pasan cosas en esta ciudad, cosas que no aparecen reflejadas en ese espejo de Blancanieves en que se mira. El Eventoblog no sólo es una noticia extraordinaria, por inusitada e infrecuente, sino que está cargada de energía positiva por su carácter, o al menos su intención, completamente vanguardista. Porque, como ya dije por ahí, Sevilla se quiere poner al día y quiere ser la primera de su clase, no sólo, en nuevas tecnologías y comunicación, sino en la influencia que éstas tienen, y reciben, en cualquier aspecto de nuestras cotidianas e insignificantes vidas.

Por otro lado, además de exposiciones de arte cofrade, de vez en cuando, se nos ofrece, a nosotros cotidianos espectadores de este mundo, la oportunidad de conocer más que el arte del pasado, el arte del futuro, proyectos de vanguardia. En esta ocasión, ha sido el Colegio de Arquitectos, que ha llevado a cabo una exposición, por cierto a punto de finalizar, donde se daban cita las obras más significativas de arquitectos contemporáneos, integradas a la perfección en ciudades históricas. ¿Acaso el Colegio de Arquitectos le estaba diciendo al Ayuntamiento algo así como "tomad nota"? Sería otra noticia extraordinaria, en caso de confirmarse.

Y por último, otro de esos eventos que se producen de vez en cuando, y que muy probablemente me perderé por los problemas de siempre, a los que no quiero ni referirme: el Festival de Cine. Hace años, cuando empezó a convocarse, alguien tuvo la genial idea de unir en la misma oferta el cine y el deporte. Pero, ¿a cuántos frikis gafapastas apasionados del cine europeo de autor, o simplemente fans de Woody Allen aunque ya esté pasado de moda, le interesan los mundiales de atletismo? La cosa no funcionaba y, al final, ha sido como debe ser. Cine 100% cine. Y los mundiales de atletismo ya pasaron.