24.7.05

Recuerdos de San José de Níjar

San José de Níjar, 4 de Julio de 2005

Un hombre rubio, de aspecto desaliñado, ha llegado a la cala chica de San José mientras yo estaba tendida en la arena, tomando el sol. "Un guiri", he pensado, "uno de esos turistas que llegan envueltos en un aire hippy, pero tienen montón de pasta en el banco". Prejuicios.

Se ha quedado al pie de la escalera, observando. No se ha atrevido ni a ponerse al sol ni a darse un baño. Sólo observaba, no sé si al mar o a la docena escasa de personas que poblábamos la ínfima cala. Y pasados unos instantes de contemplación, ha sacado un saxo, no se sabe de dónde, para tocarlo con el único acompañamiento rítmico del run-run del mar.

El saxofón le confiere un aspecto si cabe más surrealista a la ya de por sí acogedora ensoñación que es San José, cobijo de soñadores despiertos sin patria; idealistas fracasados en un intento por reanimar la utopía; fantaseadores del imposible que es "vivir por vivir". Como el "arte por el arte". Utopía. Utopía y las notas volátiles y deshilvanadas; felices y juguetonas; ingenuas pero sabias, del saxofón.

Estoy yo sola con él. El aire, cargado de fuego, arena negra y sal, baila a nuestro alrededor; pero yo sólo siento el aire que viene embriagado de su sonido. Así, lejos de los turistas, parejas de novios, abuelas con nietos; sólo estamos la montaña, el mar, mi piel tirante y, revoloteando a mi alrededor, la música.

Quizá la vida sea esto: venir a calas desiertas en pueblecitos perdidos a tocar el saxo y tomar el sol. Quizá esto es sólo ficción.

Mirando a la orilla en forma de media luna que es la playa de San José, he visto resumidos en un instante, en un haz de luz, en una gota de este Mediterráneo azul -azulón, como el restaurante donde he comido hoy-, resumidos en un granito de esta arena morena, todos los años de vida de este pueblo viejo.

Él abrió y cerró el ciclo de la belleza. A veces, los hombres no son conscientes del poder que les ha concedido la naturaleza, o el instinto; no son conscientes de poseer esa capacidad para transformar la realidad. Porque la realidad de cada cual se debe a su percepción... Y mi percepción de esta cala en San José estará siempre ligada, en mi imaginación y en mi recuerdo, a la belleza de la melodía, rebelde e indisciplinada, mágica y propiciatoria, del saxofón.

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