27.7.05

Paisajes

He visto paisajes de horizontes interminables, donde el aire era una fiesta de haces de luz dorada, suspendidos en miles de gotas de rocío. Paisajes donde lo grande era enorme y lo pequeño, diminuto. Paisajes de sombras alargadas y juguetonas, escurridizas e inmóviles. Paisajes de contrastes.

En ellos, un jardín era una selva, poblada de monstruosas criaturas y seres invisibles, innumerables. Y mi casa, mi palacio y mi castillo, mi fortaleza y mi cárcel.

Paisajes de manos grandes, suaves y calientes; de sillas bajas y pan rallado. Paisajes de rostros familiares, emborronados por el tiempo y la pérdida. Paisajes de olor a lluvia y a jabón; a besos y buenas noches. Hasta demà si Deu vol.

Paisajes donde tener frío o calor era seguir viviendo, frotarse las manos, secarse la frente...

Y paisajes de tedio, que eran grises y grises. Un gris y otro gris igual. La luz por la ventana y sólo a través de la ventana. Y dar un paso era tener una perspectiva distinta de la misma ventana. Paisajes otoñales, marchitos antes de hora. Paisajes a los que les costaba trabajo sonreír. Paisajes vacíos y nublados. Paisajes sin forma y sin nombre.

A veces los recuerdo y me pregunto dónde fueron a parar. Paisajes olvidados; paisajes recuperados bajo el pincel de la arqueología emocional.

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