25.10.05

La insignificancia del ser humano ante si mismo


No me salen las palabras. Ver "Il Postino" es ver uno de esos cuadros de Friedrich, con figuras que se reconocen como humanas por actitudes de un temor absorto y una melancolia que solo pueden ser humanas: figuras minusculas, insignificantes ante el paisaje sin medida.

De "Il Postino", al final, solo queda el brillo de las estrellas en el cielo y el ronroneo constante del mar, demasiado bellos para ser recreados por la poesia; demasiado grandes para enjaularlos en la sinfonia siempre incompleta, inexacta, de las palabras.

Pero ademas de eso, "Il Postino" grita alta y clara una verdad de las relaciones humanas que quiza por evidente, en ocasiones se olvida: la subjetividad, el punto de vista.

A veces una persona irrumpe en una vida tranquila y monotona y la vuelve del reves, dejandole el corazon al sujeto de la accion -o del sentimiento- en carne viva; pervirtiendo sus emocines; forzando un cambio en el pensamiento y en el "ser". Y a veces , esa persona que irrumpe, haciendo saltar por los aires los cimientos de una vida tranquila y monotona, ni siquiera es consciente de ello o, al menos, no de la gravedad del asunto; del estado de absoluto desamparo emocional en que queda el sujeto de la accion o el sentimiento. Esa persona que mira desde lo alto y, desde su omnipotencia sobre nuestras emociones, nos sabe fragiles y nos sonrie con piedad, o nos pone una mano en el hombro con compasion.

Y no hace falta que esa persona sea Pablo Neruda. Puede ser un amigo muy querido, pero que nunca llama; o ese amor perdido por el que estuvimos suspirando durante anyos hasta que se apago en el olvido.

Y en realidad, la culpa no es de ninguno de ellos, sino de ese ser humano que se mira dentro y ve el vacio; y cree encontrar fuera el infinito: esa persona insignificante para si misma.

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