
Así soy, por qué negarlo: neurótica hasta para viajar, maniática y compulsiva. Si no cumplimos mi plan, si nos saltamos alguna de las filas de mi tabla en tres columnas, si echamos a perder todos los esfuerzos cogiendo un autobús que no estaba previsto, mi furia puede ser indescriptible.
La chispeante textura de la ilusión, que sabe a burbujas de cocacola, se mezcla con la tensión agria del miedo. Así que mi próxima partida, sabe a Bitter kas. Los nervios no me permiten pensar con claridad. La maleta todavía sin hacer y mi cama llena de trastos inútiles. Pensando qué libro llevarme, aunque sé que no voy a leer. "Como una biblia, para dejar junto a mi cama, donde leer párrafos sueltos cuando me dé la nostalgia de mi tierra y de mi lengua", he dicho.
Mañana marcho a Italia. Pero como dijo Terminator, volveré. En realidad no he visto esa película, pero es como la escena de la ducha de psicosis: es conocida por todos, cinéfilos o no.
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