17.9.05

Ciao Italia

Dos semanas de preparativos, de no despegarme del ordenador, navegando por las cantarinas fuentes de la sabiduría italiana -trenitalia, atac, etc.- han dado su fruto. Todo está listo, calculado al milímetro: una planificación detallada hasta el extremo, vertida en un documento de word con formato tabla. A la izquierda las horas, los minutos; después una breve descripción de lo que haremos en cada momento, introduciendo ya palabras en italiano para no despistarme, no vaya a ser que quiera comunicarme en castellano; y por último, el precio de cada actividad, garantizando la gratuidad de algunas de ellas, como el sencillo pero agradable acto de pasear entre pedruscos de más de mil años.

Así soy, por qué negarlo: neurótica hasta para viajar, maniática y compulsiva. Si no cumplimos mi plan, si nos saltamos alguna de las filas de mi tabla en tres columnas, si echamos a perder todos los esfuerzos cogiendo un autobús que no estaba previsto, mi furia puede ser indescriptible.

La chispeante textura de la ilusión, que sabe a burbujas de cocacola, se mezcla con la tensión agria del miedo. Así que mi próxima partida, sabe a Bitter kas. Los nervios no me permiten pensar con claridad. La maleta todavía sin hacer y mi cama llena de trastos inútiles. Pensando qué libro llevarme, aunque sé que no voy a leer. "Como una biblia, para dejar junto a mi cama, donde leer párrafos sueltos cuando me dé la nostalgia de mi tierra y de mi lengua", he dicho.

Mañana marcho a Italia. Pero como dijo Terminator, volveré. En realidad no he visto esa película, pero es como la escena de la ducha de psicosis: es conocida por todos, cinéfilos o no.

No hay comentarios: