31.8.05

I want to live in America

Decenas de personas -según las autoridades podrían ser cientos- han muerto en Nueva Orleanspor falta de previsión. Todos los años montones de casitas se deshacen como si fueran de papel y es necesario desalojar urbanizaciones enteras, a causa de huracanes y tifones, en una costa; o por incendios y terremotos, en la otra.

Miles de soldados han muerto en una guerra que echó mano de motivaciones falsas para justificarse y hoy, la farsa se muestra clara y diáfana incluso a los ojos de los propios estadounidenses.

El dinero que podría emplearse en educación y sanidad, se derrocha en armamento y fuegos artificiales que hacen muy bonito en el espacio aéreo. A todos les gusta ver los estallidos de Cabo Cañaveral y todos siguen, como si de una superproducción de Hollywood se tratara, las incidencias del viaje de los astronautas-hasta el infinito y más allá- con el alma en vilo. Más que reyes del mundo, llegarán a ser los reyes del universo.

Aunque sabemos que el dinero mueve voluntades como montañas en cualquier sitio, allí su poder podría multiplicarse por mil. Con dinero se compra todo: arte -nuestro patio del castillo de Vélez Blanco, por ejemplo-, cultura, un estatus, popularidad -tan codiciada por sus devaluadas autoestimas- e incluso justicia.

Un determinado nivel económico puede hacer a ciertas personas intocables ante un sistema judicial con fallos evidentes. Los jurados populares no son aconsejables en ningún caso, pero menos aún cuando abunda el analfabetismo en la población.

Allí hay clases y clases. Por debajo de la clase trabajadora, que dentro de lo que cabe vive relativamente bien, hay muchas más clases, infinitamente más degradadas. Y sobrevivir es casi una aventura. Regreso a la Jungla de Cristal. O de cemento.

Y es allí, en el "País de las Libertades", donde perdura la pena de muerte. ¿Por qué? Pues porque hay clases y clases, precisamente. Y porque sobre todas las demás, hay una clase que se otorga a sí misma el derecho a decidir sobre la vida o la muerte de los otros. Complejo de Dios, que le llaman.

Hablando de divinidad, hay que mencionar a su presidente, un alcohólico que tiene comunicación directa con Dios, no sabemos si por teléfono, por fax o por internet, muy al estilo Aída Nízar. ¿Qué ocurriría si alguien como ella presidiera el Gobierno del Estado Español? No duraba ni dos días, linchamiento inmediato, seguro.

Y todo esto en un sistema político que carece de partidos que representen a la izquierda.

En fin, si todo esto ocurriera aquí, los españolitos todos nos habríamos echado a la calle veinte veces, entre otras cosas porque somos unos quejicas a quienes nos encanta la "crispación", esa cosa tan de moda hoy en día, que a mí sólo me recuerda a una marca de cereales y el sonido que se desataba en mi plato al verter la leche.

Una inquebrantable cadena de gravísimos acontecimientos y una insostenible situación caracterizada por la total ausencia de libertades, que aquí significarían sin duda la inmediata dimisión del gobierno en pleno y una serie de dimisiones asociadas que harían tambalear todo el sistema político para tener que replantearlo íntegramente de nuevo. Tabula rasa.

Sin embargo, ellos, encantados de la vida. Alguien me decía ayer: "pregúntales, a ver si están descontentos". Mi respuesta a semejante desafío iba por el camino de la viga en el propio ojo de la parábola aquella. Pobrecitos, no se dan cuenta.

Teniendo en cuenta que la imagen que tengo de los Estados Unidos procede casi exclusivamente de los informativos televisivos -tan criticados y criticables-; de los documentales y libros de Michael Moore; y de series de televisión como CSI o películas tipo American Pie, es muy posible que dicha imagen esté bastante distorsionada y no se corresponda en absoluto con la realidad.

Hay cosas que es necesario ver con los propios ojos. Una fascinación ejercida por el rechazo y la repulsión, quizá. Pero hay cosas que parecen pedirme a gritos que las analice a fondo para ver si alcanzo a comprender los porqués.

Haciendo un ejercicio de acercamiento a los Estados Unidos pondría en peligro mi vida y mi libertad, entre otras cosas por no ser ciudadana estadounidense, por hablar un inglés deficiente, por ser morena y por ser española, que no hispana.

Puede que visitar Estados Unidos signifique entrar en la boca del lobo, o en un nido de víboras, o cuantas expresiones del estilo se me ocurran, pero tengo que verlo de cerca. Si estoy equivocada, reconoceré públicamente mi error; si no lo estoy, disfrutaré viendo caer un imperio.

¿Por qué ir a Estados Unidos? Porque sería como ir a la Roma de Cómodo.

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