21.8.05

La cama vacía

Cuando era pequeña, me gustaba usurpar la cama de mis padres para poder disfrutar al máximo de la posición horizontal; es decir, formando una equis de tamaño humano, estirando manos y pies hacia los cuatro puntos del rectángulo de 2 por 1.50 metros. Quería una cama enorme para mí sola, sin límites, donde en ningún caso me chocara con el borde del colchón, el abismo, el vacío, el precipicio de medio metro que me aguardaba con las fauces abiertas. No quería chocarme con nada. Quería dormir en la cama como quien flota en una nube de algodón. La comodidad llevada al extremo.

Ahora me estiro en mi cama de 1.90 por 1.35 metros, que no es lo mismo, pero aún así, hace un buen papel. Y a veces temo el día en que, estirando la mano izquierda hacia ese lado -yo tiendo a dormir en el derecho- me encuentre a alguien debajo de las mantas, usurpando mi espacio.

Y es que mi generación ha sido educada para la soledad, pero una soledad egoísta de quita y pon, una soledad de intereses, de "hoy sí, mañana no", de "sin compromiso", de "no tengas prisa", de "dentro de un rato", de "ya te llamo yo". Una soledad donde yo soy la dueña y señora de mi cama y aquí la usa quien yo digo y cuando yo quiero. Una soledad que desconoce por completo el significado de compartir.

Las frases que oía en mi casa, cuando aún usurpaba la cama recién hecha de mis padres, debían haber dirigido mis pasos hacia otro lugar. Pero por alguna razón, he ido a dar en la confortabilidad de lo artificial, en la comodidad de la vida a medias, que no es capaz de arriesgarlo todo y ofrecer parte de su tiempo y su espacio a otra persona. Las cosas han cambiado mucho desde la época de mis padres, aquel tiempo de entrega absoluta.

Quizá hemos ganado en libertad, pero no se puede tener todo y seguramente tengamos que aprender de nuevo a ceder un poco de nuestras míseras libertades, del espacio vacío de la cómoda vida en solitario y de la vana satisfacción profesional -que no es más que una manera cualquiera de ganarse el pan- para poder disfrutar de las pequeñas alegrías de los momentos compartidos.

No hay comentarios: