11.11.05

Otonyo

Chispeante nerviosismo otonyal. El verano siempre muere languido, hastiado de si mismo y de su calor. Una tarde, vamos a ver la puesta de sol, ese sol rojo y surenyo, y cual es nuestra sorpresa al ver que ya no esta. El dia se acorta. La noche llega fria, impavida y sin piedad. La noche se extiende como un chicle mascado durante horas. La noche plastica de otonyo trae los primeros temblores, los escalofrios que recorren la espalda. Carne de gallina. Gaensehaut. Las luces han perdido su contraste y ya no sabemos donde empieza el dia y donde termina la noche. Un soplo humedo recorre las almas, refresa tiriteras olvidadas en los pasillos de los colegios. Llega el cosquilleo de los libros nuevos que, efimero, se agota despues de doblar las tres primeras paginas. Y entonces, ocurre el milagro.

Cuando las sonrisas debian irse apagando; cuando la lluvia parecia querer prohibirnos salir de casa; cuando la rutina de las tardes oscuras debia ir goteando por las paredes... Entonces... Salimos a la calle y vemos las luces doradas en las esquinas de niebla. Y de repente, un humo blanco se extiende denso frente a nosotros. Y aspiramos... Castanyas! Y el frio ya no es tan molesto, con la bufanda al cuello. Y nos quitamos los guantes, decididos, para que nuestras manos terminen negras como el carbon.

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