3.12.06

Un Restaurante Japonés

La primera vez que fuimos, hace más de tres años, fue casi por casualidad. Pasábamos por allí y sentimos la tentación de entrar a probar los platos de una carta que nos sonaban a chino, aunque fueran japoneses.

Como no éramos capaces de decidirnos, pedimos un menú. Como no sabíamos usar los palillos, pedimos cubiertos.

El arroz tres delicias no era como el de los restaurantes chinos.
La sopa miso, calentita y deliciosa.
El sashimi, una sorpresa. No pensé que pudiera llegar a gustarme tanto el pescado crudo.
Y el helado de té verde, ni fu ni fa.

Espiábamos, a escondidas, a un compañero de trabajo que también cenaba allí con su novia, envidiando la maña que se daban con los palillos.

Mirábamos deleitados la decoración, minimalista pero llena de detalles curiosos. Después supimos que esos pequeños detalles, los colores, las formas, los temas, iban cambiando con el paso de las estaciones. Como los kimonos de las camareras.

Las sucesivas visitas nos animaron a probar platos nuevos: el tofu, el tiriyaki, los pinchitos de pollo, que poco tienen que ver con los morunos... Y mientras tanto, encontramos nuestro menú perfecto: sunomono, harumaki, yakisoba y sushi mixto.

¡Un barco! ¡Yo quiero un barco de sushi! Me gritabas de vez en cuando, como un niño caprichoso.

La jefa de camareras nos reconocía y saludaba cordialmente. Bromeaba con nosotros cada vez que nos tomaba nota, porque siempre pedíamos lo mismo; cada vez que yo me derramaba la salsa de soja o la bebida por encima. Aunque el restaurante estuviera a rebosar, como todos los fines de semana, siempre era capaz de encontrarnos un par de toallitas calientes, humeantes, para las manos. El resto de los ocasionales visitantes no tenían esa suerte. Hemos vivido mes a mes su embarazo. La última vez que fuimos, le preguntamos si había sido niño o niña.

El árbol de otoño, cada vez con menos hojas. El calor del hogar y un abrazo. Hoy me apetece una sopa miso, bien caliente, a tu lado. Y basta.

Por si alguien está por Sevilla y le apetece ir, está en los Remedios, en la Calle Salado.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Si tienes la oportunidad, lee el breve "Elogio de la sombra" de Tanizaki. Es un librito en el que se percibe el alma visual japonesa, el juego de luces y de sobras, el amor por las cosas cotidianas... No conzoco a nadie, que habiéndolo leído, no lo alabe.
Claro que no es obligatorio, leerlo y alabarlo.

Anónimo dijo...

So0mbras, umla, no sobras... Que no es lo mismo.
La palabra que me exige el sistema de seguridad es tan curiosa que no me resisto a copiarla: "zbbhdasv"

umla2001 dijo...

Gracias por la recomendación. Ya tengo una idea para incluir en la lista a los reyes magos, que cada año que pasa se hace más plana, más aburrida, más materialistas, más carente de ilusión...