10.1.07

Una Crueldad

Puede que haya cierto tipo de solidaridad que actúa de buena fe, con convicciones; pero lo cierto es que la mayor parte de quienes, desde el primer mundo, dan de comer al hambriento y auxilian al enfermo del tercero, no hacen sino acallar con estos gestos un sentimiento de culpa por tener todo lo que otros desearían; llenar el vacío que deja el consumismo superficial; llenar un vacío espiritual.

Pero imaginemos que vivimos en un mundo ideal, donde todos tienen, no lo que quieren, sino lo que necesitan. Un mundo saciado de bienes materiales. ¿Cómo satisfaríamos entonces el hambre de ese estómago rugiente que es nuestro espíritu? Sin nadie a quien alimentar, sin nadie a quien ofrecer las sobras, ¿qué tendríamos para compartir? ¿Quién es más pobre ahora?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si todo el mundo que tuviera todos los bienes y materiales ya tendriamos conciencia a la que acallar. Rafa

Anónimo dijo...

hNo me parece un escenario nada preocupante. Nuestra competitividad más inquebrantable se ha movido ordinariamente (y ahora en exclusiva) en tener más que nuestro vecino. Si los bienes materiales dejaran de tener importancia como valor supremo, otras cualidades substituirían la riqueza. La cuestión es competir, ser más, ganar y esto me parece que está demostrado. No estaría tan mal una sociedad donde el valor de la riqueza fuera substituido por a inteligencia, la bondad, la amabilidad, la educación, el saber. En cualquier caso sería también igualmente injusta su distribución y el azar pieza importante en el reparto