3.1.07

Y comieron perdices...

Una pareja en un restaurante. Mientras ella se lleva el tenedor a la boca, comenta:

- Qué bien que al final todo saliera como queríamos.

- Sí, es casi increíble que, en el último momento, esa banda del este que quería extorsionar a mi padre le liberara, después de tantos días retenido y justo a tiempo para asistir a nuestra boda.

- Sí, pero, todo gracias a tu negociación. No esperaba que fueras a reaccionar tan bien... Ya sabes que yo habría querido que interviniera la policía directamente, pero fuiste tan cauteloso, tan hábil, que al final lo conseguiste tú solito.

- Bueno, no es para tanto... Ha habido un poco de suerte, nada más.

- No seas modesto. Has hecho mucho para llegar hasta aquí.

- Te refieres a lo del anillo, claro.

- ¡Madre mía! Recuperar la sortija de mi abuela, aquella que su segundo marido había empeñado antes de morir para pagar sus deudas de juego, sólo, sólo y exclusivamente, para pedir mi mano. ¡Cómo los antiguos!

- Será que soy un romántico...

- Eso sí.

- Pero tú sí que te lo has trabajado. Has conseguido que mi familia te acepte y ya sabes cómo son. Intratables. Ni yo mismo me atrevería a enfrentarme a sus prejuicios. Siempre he tendido a agachar la cabeza y seguirles la corriente, para evitar discusiones. Pero tú has conseguido ganártelos... Por tu corazón. Por cómo eres. Por eso te quiero.

- Y yo a tí.

Hay un silencio y ella dice:

- Qué ricas las perdices.

- Sí...

- ¿Qué hay de segundo?

1 comentario:

Isabel Barceló Chico dijo...

Esa es la pregunta clave, lo que viene después... Feliz año, querida amiga. Un beso y hasta pronto.