Una pareja en un restaurante. Mientras ella se lleva el tenedor a la boca, comenta:
- Qué bien que al final todo saliera como queríamos.
- Sí, es casi increíble que, en el último momento, esa banda del este que quería extorsionar a mi padre le liberara, después de tantos días retenido y justo a tiempo para asistir a nuestra boda.
- Sí, pero, todo gracias a tu negociación. No esperaba que fueras a reaccionar tan bien... Ya sabes que yo habría querido que interviniera la policía directamente, pero fuiste tan cauteloso, tan hábil, que al final lo conseguiste tú solito.
- Bueno, no es para tanto... Ha habido un poco de suerte, nada más.
- No seas modesto. Has hecho mucho para llegar hasta aquí.
- Te refieres a lo del anillo, claro.
- ¡Madre mía! Recuperar la sortija de mi abuela, aquella que su segundo marido había empeñado antes de morir para pagar sus deudas de juego, sólo, sólo y exclusivamente, para pedir mi mano. ¡Cómo los antiguos!
- Será que soy un romántico...
- Eso sí.
- Pero tú sí que te lo has trabajado. Has conseguido que mi familia te acepte y ya sabes cómo son. Intratables. Ni yo mismo me atrevería a enfrentarme a sus prejuicios. Siempre he tendido a agachar la cabeza y seguirles la corriente, para evitar discusiones. Pero tú has conseguido ganártelos... Por tu corazón. Por cómo eres. Por eso te quiero.
- Y yo a tí.
Hay un silencio y ella dice:
- Qué ricas las perdices.
- Sí...
- ¿Qué hay de segundo?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Esa es la pregunta clave, lo que viene después... Feliz año, querida amiga. Un beso y hasta pronto.
Publicar un comentario