Ni con mis pies balanceándose al borde del abismo más profundo. Ni en la cima más alta, sintiendo como el viento oscuro me desenreda el pelo. Ni con los ojos posándose en el horizonte del mar inmenso, en busca del lugar a donde va la luz del ocaso. Ni cuando dejo volar mis sueños.
Con un lápiz en las manos es como más libre me siento.
26.11.06
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
La lucidez y elegancia de esta reflexión compensa de sobra tu ausencia estos días.
Saludos.
Gracias, proyecto. Estuve algo acatarrada y con ordenadorfobia, que debe ser un efecto secundario del paracetamol. Ahora me toca ponerme al día, porque ya he visto que vosotros no habeis dejado de escribir.
Saludos.
Felicidades. Ser y sentirse libre con algo tan cotidiano y simple como un lápiz es una labor del espíritu. Besos.
Isabel, gracias por tu comentario y por pasarte. Conste que te sigo leyendo, aunque la cantidad de comentarios que sueles tener me deja tan abrumada que prefiero mantenerme en silencio.
Respecto al lápiz, creo que no valoramos las cosas en su justa medida. Tendemos a buscar la libertad fuera de nosotros, cuando ese lápiz, por ejemplo, puede ser una buena herramienta para tomar conciencia de que nuestra libertad depende sólo de nosotros mismos y del uso que hagamos de ella.
Eso sí, un lápiz puede ser tanto una herramienta útil como un arma peligrosa. Mucho más que todos esos elementos paisajísticos que los poetas tienden -¿puedo atreverme a decir tendemos?- a asociar con la libertad. Esos elementos pueden ser el espejo de nuestro mundo interior, pero nada más.
Besos.
Publicar un comentario