11.11.06

Recuerdos de un abuelo que no conocí I

Recuerdo vagamente a mi abuela materna, que murió siendo yo muy niña. Me viene a la mente una imagen de esas enormes, que sólo se ven tan grandes desde la infancia, de un cabello blanquinegro. No gris, sino blanco y negro, entreverado. Los ojos también negros, pequeños y amables, que podían clavarse como alfileres, si era necesario imponer disciplina. Y las ropas negras, como las ancianas de hace 20 años, que eran mucho más viejas que las de hoy. Y recuerdo el dibujo que hice, cuando supe que había muerto; no por recordarme a mí misma haciéndolo, sino por haberlo visto por casa mil veces: el dibujo de una niña que llevaba flores a una tumba.

A mi abuelo, su marido, no le llegué a conocer. Murió mucho antes de nacer yo. Murió cuando mi madre era aún "mocita", como se decía entonces. Pero ella siempre procuró hacerme llegar su recuerdo, como una leyenda o un cuento, transmitido por tradición oral, de generación en generación.

Había una foto muy pequeña, casi de tamaño carné, en un marco sobre una repisa, que ahora no sé donde está (ni la foto, ni el marco, ni la repisa). Una de esas viejas fotos donde, a falta de Photoshop, los fotógrafos de la época habían aplicado algo de pintura sobre el rostro de mi abuelo, para hacerle brillar los ojos y colorearle las mejillas rechonchas. Debía tener en la imagen unos 60 años, pero aparentaba más.

Cuando yo tenía frío, en invierno, envuelta en mi bata rosa, nos sentábamos en la cama de mi madre y ella cogía mis dos manos temblorosas entre las suyas. "Tu abuelo tenía las manos enormes y siempre calientes. Y yo era muy friolera, como tú. Así que cuando tenía las manos heladas, me las cogía así". Y yo me imaginaba dos enormes hogazas de pan tierno y humeante, con vida propia, que venían a calentar los témpanos de mis dedos.

"Su madre, mi abuela, es decir, tu bisabuela, era italiana... De apellido Rossi".

El apellido paterno de mis abuelos maternos era el mismo, así que debín ser parientes lejanos, que habían ido a nacer uno a cada lado del mismo mar Mediterráneo: la una, en Santa Pola y el otro, en la Isla de Tabarca.



Debió ser allí, en la isla, donde aprendió su oficio. Mi madre nunca me dijo que era pescador, siempre decía que era "patrón de un barco de pesca". Y yo me lo imaginaba como al Spencer Tracy de "Capitanes Intrépidos", personaje que además mostraba un carácter dulce, y debía tener las manos siempre calientes.

Una de mis tías era pelirroja, y la llamaban "la rubia". También murió hace años.

Quizá fuera por las uniones consanguíneas, pero la familia de mi madre está repleta de casos de enfermedades debidas a la herencia genética, y alguna, sin cura conocida por el momento.

Yo me parezco a mi abuela paterna, o eso dicen, que falleció el año pasado a la edad de 92 años y más por aburrimiento que por otra cosa. Quizá no herede ninguna de aquellas enfermedades fatales, pero tampoco he tenido la suerte de ser pelirroja.

No tengo más recuerdos de mi abuelo, pero siempre me intrigó el hecho de haber tenido ascendientes italianos. ¿Quizá mi italianofilia se deba a eso? ¿O será más bien por mi interés por el arte? También creo que a él se debe mi amor infinito por el mar infinito, así como el respeto que le profeso, a sabiendas de que en cualquier momento, si no interpreto bien sus señales, se puede levantar contra mí.

6 comentarios:

Isabel Barceló Chico dijo...

Ese desconocimiento no impide el haberlo sentido cerca alguna vez. Y el mar... sin duda es tu abuelo quien te avisa, quien te advierte sobre su belleza y su capacidad de traición. Un bello post. Besos.

Isabel Barceló Chico dijo...

Hola umla, dejé una respuesta a tu comentario en mi blog, que creo te puede interesar. Besos.

umla2001 dijo...

Isabel, gracias por tus reiteradas visitas y tus comentarios. Y gracias también por avisar.

Besos.

Anónimo dijo...

Es un comentario muy hermoso, y tiene una enorme frescura literaria. Es prosa de la que da gusto leerla, un poco barojiana, un poco Pla, magnífica. En mi post "La luz, mi luz" hablo de este paisaje mariuno y de la isla de Tabarca que veo cada mañana, al levantarme, cuando estoy en la casa del Cabo, que casi se ve en la foto. Bueno, por proximidad.

umla2001 dijo...

Buenos días, Luis. Me halagas con tus comparaciones. Me pasaré por ese post tuyo: ese paisaje se merece una visita aunque sea literaria ya que, de momento, no puede ser física.

Saludos.

Anónimo dijo...

"La isla". Así la llaman sus habitantes, quizá porque para ellos no existe más tierra que esa. O a lo mejor porque tan sólo necesitan ese trozo de tierra ya que poseen lo más preciado, el mar, ese que parece te reclama, te subyuga, te emociona.
Seguro que cuando la conozcas, tu sangre italiana hervirá y te sentirás como "el pescadito".