12.1.07

Luces y Sombras

Cuanto más leo sobre el siglo XVIII, cuantas más obras conozco de esta época, más convencida estoy. El periodo comprendido entre 1730 y 1770, así, a grosso modo, no es ese "Siglo de las Luces", entendido como el momento en que, oh milagro, aparece en el mundo la ciencia; una ciencia que, por cierto, abarcaba todo el conocimiento humano y que derivaría en todas las ciencias estudiadas hoy.

No, la ciencia siempre estuvo ahí. El mérito del siglo XVIII es darle un reducto, un patio de juegos donde se queda sin amiguitos, pero puede crecer sola.

La ciencia se ordena y reclama su espacio, desvinculándose del mundo, de la vida, del arte... Si en el XVII las obras de arte son un juguete para la razón, en el XVIII se vuelven vulgares y ya no levantan cabeza; se convierten en piezas cada vez más viscerales, encaminadas al placer directo de los sentidos y apartadas del camino en que los números y las leyendas daban forma a la pintura; en que la geometría y su simbolismo levantaban edificios.

Todo se ha acabado y está lleno de absurdas rocallas, de las que nunca se sabe si tienen forma de oreja o de caracola mutilada.

3 comentarios:

Isabel Barceló Chico dijo...

Pues no creas, umla, el rococó tiene también su encanto. Yo no soy una devota, pero he ido aprendiendo a estimarlo. En cuanto a la ciencia, desde luego está llena de esplendor. Besos, querida amiga.

Anónimo dijo...

Tu mirada sobre la historia es tan personal que parece que la vives y la entelas de una cierta melancolía o tristeza.
Como Isabel puede que no esté de acuerdo con todo lo que escribes sobre historia, pero me llega y emnociona como lo haces.

umla2001 dijo...

Perdón por la tardanza en contestar, pero estuve lejos de ordenadores este fin de semana, para variar.

Os tengo que agradecer que, a pesar de tener una opinión contraria a la mía, la transmitáis con tanto "cariño", si se me permite la expresión.

Es cierto que soy subjetiva, pero cuando hablo de arte me cuesta dejar de serlo. Creo que es su esencia. Y aunque la historia y la historia del arte deberían tender a la objetividad, es difícil que la alcancen nunca.

Saludos.