20.9.07
Ciao a tutti
He querido dejar reposar las palabras durante un tiempo, esperar a que pasara la marejada. Pero ya nada será igual. Y no sólo por la pérdida del anonimato, sino por el hastío que venía arrastrando cada entrada.
Tengo que dar las gracias a todos los que han participado con sus comentarios, porque la experiencia ha sido enriquecedora: ha sido agradable saber que hay gente que lee estas páginas, y que disfruta con ello; ha sido reconfortante sentir su apoyo en los momentos difíciles (¡gracias Isabel!); y sobre todo ha sido sensacional ver que podíamos abrir espacios de debate, espacios para compartir e intercambiar opiniones, aunque estas no fueran siempre del mismo signo.
He dejado una promesa incumplida.
Pero prometo seguir escribiendo, no sé dónde, no sé cuándo...
29.8.07
Aclaraciones
No lo sé.
De todas maneras, es necesario matizar algunos aspectos que se podían desprender de las abundantes críticas y quejas que sobre mi trabajo vertí en estas páginas.
La soledad y el aislamiento. Quizá no fueron tales, pero yo me sentí sola y aislada. No puedo borrar ese sentimiento de mi memoria porque ahí está. Quizá no supe ver que sí había personas que me apoyaban. Y esto, cualquier trabajador que se haya sentido aislado en su empleo, puede comprenderlo.
Especialmente, tengo que resaltar la labor de la Consejería de Cultura. Si bien en un primer momento consideré que su ayuda no era de la magnitud que yo estimaba necesaria para desarrollar un proyecto como era el de la serie Andalucía Barroca, debo reconocer que durante los últimos meses su personal se volcó conmigo, facilitándome el trabajo semana tras semana para poder sacar la serie adelante. En este sentido, tengo que destacar el empeño y pasión que pusieron Jesús Romero, Director General de Bienes Culturales, y José Luis Romero, Conservador del Patrimonio, a quienes admiro por haber sido para mi una fuente inagotable de conocimientos en todo este proceso y por su capacidad para implicarse en el proyecto.
Asimismo, respecto a los asesores que debieron haber participado en la serie, no sólo aportando su saber al departamento de documentación, sino realizando los totales que luego se insertarían en el discurso narrativo de cada capítulo; no deja de ser verdad que muchos de los que se nos propusieron como contactos en un primer momento, no dieron una respuesta favorable a esta colaboración.
Sin embargo, sí hubo muchas otras personas dispuestas a colaborar, capaces de dedicarnos su tiempo, sus conocimientos y su amabilidad. Entre ellos debo destacar a profesores y catedráticos como Reyes Escalera, Rosario Camacho, Rafael Sánchez-Lafuente Gémar, Miguel Bernal, Antonio Parejo, Victor Pérez Escolano, Antonio Bonet Correa, etc. Auténticos pesos pesados del estudio de la Historia del Arte en Andalucía, que han demostrado su grandeza, a nivel profesional y humano. Cabe además en estas líneas un cariñoso recuerdo para una de las personas más generosas que he podido conocer en mi vida profesional, el Delegado Episcopal para la Restauración de la Iglesia del Salvador, Juan Garrido Mesa, que falleció pocos días después de rodar su intervención en la serie.
Por último, debo reconocer que si estuve en desacuerdo con el nivel que se me había impuesto en la escritura del guión; o con la metodología de trabajo; este blog no era el espacio más adecuado para hacerlo saber a nadie. Y si mis palabras al respecto pudieron ser interpretadas como palabras de menosprecio o resultaban hirientes para las personas con las que estaba trabajando, se debió sin duda a un error de interpretación por su parte, o a una mala redacción por la mía, porque esa nunca fue mi intención.
24.8.07
Exposición Pública
No medí las consecuencias de mis actos. No pensé que la imagen de las instituciones con las que trabajábamos podía verse comprometida. Pero al mismo tiempo, conforme escribía, estaba convencida de que indicaba con suficiente claridad que las críticas que iba realizando no iban dirigidas a la Consejería de Cultura. Tampoco a mis compañeros.
Si alguien pensó que estos eran los objetivos de mis quejas, es que malinterpretó mis palabras.
Sin embargo, recientemente me han hecho notar que, aunque ésta no era la intención, sí pudo ser el resultado de estas publicaciones. He podido ofender o herir a muchos profesionales, a pesar de que nunca he querido poner en duda su profesionalidad. Transmitir de un modo público que la empresa donde he estado trabajando muestra constantes faltas de respeto hacia sus empleados, puede resultar muy dañino, tanto para ellos, como para quienes contratan sus servicios. Y estoy completamente segura de que si los responsables de la contratación hubieran sido conscientes del sufrimiento de la gente que trabaja en esta empresa, no se habrían comprometido con ella.
Por eso, y porque he reflexionado lo suficiente como para darme cuenta de que estas críticas deben quedar limitadas al ámbito privado, he decidido retirar todos los posts al respecto.
No obstante, si soy coherente con mis ideas, no puedo retractarme de todo lo escrito. No puedo declarar que escribía movida por un estado de estrés que me nublaba la mente, que deformaba mi capacidad de percepción hasta hacerme ilustrar situaciones que nunca ocurrieron. No puedo hacerlo, porque mentiría. He descrito los comportamientos y situaciones que he vivido en esta empresa, tal y como los sentí en su momento. Mi opinión al respecto no ha cambiado. Y no me arrepiento de pensar como pienso. En la opinión no cabe la culpa.
No cabe tampoco la coacción. No tiene sentido ofrecerme una improbable recuperación de mi empleo a cambio de una rectificación pública, porque lo único que me ha mantenido atada a este trabajo durante los últimos meses ha sido el profundo compromiso asumido para culminar la serie que tenía entre manos, un proyecto que había sido verdaderamente ilusionante. Un compromiso que me ha obligado a esforzarme hasta el extremo con el fin de sacar adelante mi trabajo con algo de dignidad. Y eso, ese espíritu de sacrificio por el bien común es lo único que espero que se recuerde de toda esta experiencia.
Quizá esta postura parezca poco inteligente, por augurarme un dudoso futuro profesional. Pero si me hacen elegir entre un puesto de trabajo y mi coherencia, lo tengo claro. Después de haberlo pensado mucho, sólo puedo reconocer que me he equivocado en una cosa: haber hecho públicas mis opiniones.
20.8.07
25.7.07
Arte en tiempos oscuros
Cuando el equilibrio frena el ímpetu de buscar más allá, cuando llega la paz, se detiene también el motor de la expresión. Reina el silencio profundo y sereno.
Por eso el caos, la contradicción, el desequilibrio, la inestabilidad y el desasosiego, que claman por buscar respuestas, que gritan recorriendo caminos que les lleven a una escapatoria, son muchas veces el origen del arte.
13.7.07
9.7.07
Creciendo a la luz de las imágenes

¡Cómo me reí luego!
La crueldad y la violencia extrema no hacen daño, siempre y cuando sepamos que no es más que una farsa. Tomar conciencia del tono de una película puede ser difícil en ocasiones, pero es sin duda necesario para dejarse deleitar por la experiencia cinematográfica.

Igual ocurre con casi todas las artes; hay que saber que disfrutar del arte no es un lujo gratuito, sino que requiere un pequeño esfuerzo: intentar vislumbrar la mirada ajena, la del autor, en el trazo del pincel o la huella de la gubia. Si no, sería fácil horrorizarse ante representaciones de la vida, tan dramáticas como realistas.
El arte nunca debería ser un monólogo.
6.7.07
3.7.07
¡La plaza es mía!
En definitiva: para enterarse bien, lo importante es saber a quién preguntar.
2.7.07
Piedras en el camino
29.6.07
Felicidad y Moda
La felicidad es como un par de zapatos: si no se anda cómodo con ellos, poco importa lo bonitos que luzcan.
14.6.07
13.6.07
Frase del día VII
7.6.07
6.6.07
Frase del día V
1.6.07
26.5.07
22.5.07
11.5.07
Proteger lo protegido
Hace dos días, el pasado miércoles 9 de Mayo, el Ayuntamiento de Sevilla, a través de su empresa municipal Emvisesa, sorteó más de mil viviendas protegidas para los colectivos que tienen más difícil comprarse una casa -o piso, igual me da-, desde minusválidos a familias monoparentales, pasando por supuesto por los jóvenes con sueldos miserables y contratos temporales, a pesar de que su formación suele superar con creces a la de los jefes para quienes trabajan.
Y digo yo, ¿en qué cabeza cabe que un derecho constitucional, un bien básico y fundamental para la vida, tenga que estar sujeto a las injustas leyes de un mercado donde, unos pocos forrados pueden comprarse tres o cuatro -o quince o veinte- viviendas y jugar con ellas como quien juega en bolsa? ¿Por qué tenemos que esperar a que nos den viviendas protegidas a pesar de tener un buen trabajo y un buen sueldo para poder pagarlas? ¿Por qué celebramos tener que pagar 15 millones de las antiguas pesetas como si nos hubiera tocado la lotería? ¿Sólo porque lo normal es pagar diez veces más? ¿Es posible que estemos errando en la proporción? ¿No sería más lógico que todas las viviendas tuvieran el razonable precio de las protegidas y que el resto, una proporción mínima, fueran viviendas de lujo para aquellos que puedan y quieran pagar esos precios?
Huelga decir que no me ha tocado ni la pedrea.
Frase del día I
Con esta frase inauguramos nueva sección en el blog, dedicada a las frases incoherentes que se me van ocurriendo cada día.
6.5.07
Palabras
No sé hasta qué punto el total desconocimiento de la existencia de esta palabra implica una auténtica escasez de vocabulario por mi parte. Me da la sensación de que muchas de las palabras más votadas tienen una ligazón emocional con sus votantes, que las eligen por haber sido el soniquete constante de su infancia, o porque, un día, estuvieron en boca de esos seres queridos que ya no están.
También estoy casi segura de que la ausencia de muchas de esas palabras en nuestro vocabulario cotidiano no se debe tanto a una mengua en nuestra capacidad para recordar significados asociados a sonidos, o a un interés cada vez más escaso por la lectura, sino a la normalización del lenguaje llevada a cabo con dureza desde las instituciones y medios de comunicación, desde las capitales y grandes ciudades. Cada vez hablamos de un modo más correcto y más uniforme, pero menos personal. Igual en Cádiz que en Pontevedra.
La falta de uso de muchas palabras está vinculada a la desaparición del objeto o concepto al que se refieren. Pero en otros casos no es así: en otros casos tenemos la posibilidad de elegir entre varias palabras que significan lo mismo, pero tendemos a utilizar aquella que es más utilizada por los demás, la que suena más, para no resultar extravagante, o sencillamente, por la comodidad de tenerla almacenada en la memoria temporal.
Hace unos días, me reuní un especialista en historia de la pintura para determinar el contenido de un guión documental. Me llamó la atención uno de sus comentarios, que no iba dirigido a los temas que trataba el guión, a los pintores que debían aparecer en el vídeo o sus obras, sino al empleo de la palabra cobrar. "Cobrar fama o notoriedad", era más o menos la expresión. "Me suena sudamericano", me dijo. Y aunque no se lo dije, me pregunté por qué, dado que para mí es un término de uso cotidiano. ¿No irá a caer en desuso también esa palabra? ¿No se limitará a partir de ahora sólo a los cobros en metálico? ¡Qué cosa más prosaica!
Algunas de mis palabras favoritas se contaban entre las más votadas en la iniciativa de Escuela de Escritores, entre ellas las sonoras "alféizar" y "zaguán", muy vinculadas por cierto a la tradición arquitectónica popular de Andalucía. ¿Cómo llamaríamos si no a ese lugar donde colocamos los geranios? ¿Y a ese donde, tras venir del bochorno veraniego, asados al sol, nos refugiamos nada más entrar en casa?
Pero otras muchas se han quedado fuera. Y merece la pena traerlas aquí. Algunas son de uso casi diario:
ABORRECER, porque ¡Lo tengo aborrecío!
REVENIRSE, porque casi siempre que me encuentro mal Estoy revenía.
DESNORTARSE, porque mi madre me decía a menudo, y transcribo su acento, Estás esnortá. Algo que ahora me suelo repetir a mí misma para salir del trance.
ACICALARSE, porque es lo que hace mi novio antes de verme, que es muy presumido.
MENESTER y ESPABILAR, porque casi siempre las he escuchado unidas, en exhortaciones del tipo ¡Es menester que espabiles!
Otras describen a la perfección la personalidad de gentes que pueblan, o han poblado, mi vida:
El ZOQUETE, el TUNANTE, el LISONJERO o la PIZPIRETA, algo que nunca he conseguido llegar a ser, ya que para eso era menester espabilar.
Y por último, las más bonitas son aquellas que hablan de un tiempo perdido e irrecuperable, salvo para nuestra memoria:
Como el ACERICO apuñalado de alfileres que mi madre guardaba en su costurero...
O el PISCOLABIS que, en verano, podíamos tomar a media mañana después de haber pasado por los ULTRAMARINOS.
5.5.07
Martes Festivo
A lo que iba, que me estaba quedando tan bonita que no tuve más remedio que hacerle una foto. Después, resultó que estaba tan rica como parecía.
Esto fue lo que hice el pasado martes festivo, en lugar de trabajar, como había planeado, pero ¿quién puede culparme por ello? A quien se atreva, le reto a probarla antes de decir una palabra. Ea.
La entrada imposible
Es mejor que no diga nada.
Llevo aquí cerca de una hora y se me ha borrado tres veces lo que había escrito, porque tres veces se ha ido la luz. Así que, si mis palabras no quieren salir publicadas, será porque les da vergüenza, o porque piensan que no deben ser publicadas, porque quizá estaba dando demasiados datos personales que no debían darse a conocer... Quién sabe. ¿Serán las palabras tan listas? ¿O será casualidad? ¿Existe la casualidad? ¿O todo son causalidades desconocidas, causas sobre las que no habíamos reparado, pero que no por ello dejan de tener su efecto?
Lo dejo por imposible. Otra vez será.
27.4.07
Hiperbólica Intimidad
Había calles estrechas, que se revolvían en mil recovecos, conformadas por las casas centelleantes de cal, bajo un sol rotundo. En las casas, paraísos de sombra y agua; verdor de plantas; apenas mobiliario; y la familia, siempre presente. Fuera, algunos ejemplos de autoridad, representados sobre todo en la mezquita aljama. Y mucho barullo de gentes que intentaban timarse mutuamente. Gente que se engañaba y se traicionaba por la espalda, reyezuelos que se vendían al mejor postor cristiano, para salvar la apacible sombra bajo la que sesteaban. Mucho griterío fuera, y silencio en las casas. Calles oscuras, estrechas, húmedas y cerradas.
Y de repente, un desorbitado fervor cristiano. Negación de la fe. Doble negación, porque se negaba en falso. Aunque quizá al final empezó a crecer un sentimiento auténtico: desde la piel a las vísceras.
Y de repente, un entusiasmado placer por encontrar a los demás. Por la perezosa plática, por vivir sin dar un palo al agua, por sisar y extraviar los pagos. Rinconete y Cortadillo. San Fernando, cuando aún era beato.
De repente, el andalusí recogido en sus sombras de verdura, en el paraíso cerrado; se abrió en una explosión de andaluz que ansía el encuentro con el vecino, con el próximo, en memoria de todos los santos. Rosarios por la mañana, por la tarde, por la noche. Vía Crucis. Y toros y cañas. Y a retozar a las gradas. A las de la inmensa molicie catedralicia de Sevilla.
Dos calles abiertas, hacen una plaza. Y de repente un día, La Corredera.
¿De verdad hay tanta diferencia entre el andaluz medieval y el barroco? Las calles de las ciudades andaluzas dicen que sí, que la Andalucía musulmana vivía de puertas para dentro y que la Barroca, teatral como ella sola, empezó a abrirse como una flor, un clavel, supongo. O un geranio.
Pero yo creo que son la misma. Que la necesidad de encontrarse con el vecino y de rajar por los codos estuvo siempre ahí. Que la hiperbólica montaña hueca de la que nos jactamos hoy tenía la misma proporción que nuestra mezquita mayor. Y que, al terminar la jornada, sólo en el corazón de nuestras casas laten nuestras miserias.
Las grandezas las dejamos fuera. Y el andaluz -quizá me estoy refiriendo al andaluz occidental, o estrictamente al sevillano, habría que pensarlo- no deja de ser hipócrita. Es su naturaleza. Enorme fuera y pequeño dentro. Cristiano por dentro o por fuera, según convenga. Adulador con los que pueden ayudarnos a ascender a la gloria de la fama mundana. Miserable con el que primero se de la vuelta.
Al carácter que tradicionalmente se asocia al andaluz, festivo, efusivo, expansivo y tremendo, le bailan los adjetivos en la superficie. Quizá quien así nos defina no sabe que, una vez conocida la fachada, más allá de la puerta no hay nada. O no hay más, que otra puerta. Una puerta que muy pocos son capaces de abrir.
26.4.07
Biblioteca
Pero entre todos los bienes relacionados, si hay algún tipo que sobresale por permitir entrar a escondidas, mirando por el ojo de la cerradura, en la mente del creador, es el material bibliográfico. No sé cuántas veces habré leído aquello de "Pacheco tenía en su biblioteca un ejemplar de nosequién, lo que explica que adaptara las ideas tales a los tipos iconográficos de la pintura del último manierismo sevillano -o protobarroca, que también suena mucho-".
Las bibliotecas ejercen fascinación sobre aquellos deseosos de entender el proceso creativo. Cómo de aquel libro se extrajo una idea, que se desarrolló con ciertos principios establecidos en otro libro, y con una retórica parecida a la de una obra concreta, dando lugar a una elaboración personal de todo ello.
Quizá estamos cayendo en el error de aquel cinéfilo que, alabando un plano de Fritz Lang con un contenido semántico en su composición que sólo tenía sentido para él, le preguntó al maestro de dónde surgió tal hallazgo, a lo que Lang contestó: "No tenía otro sitio donde poner la cámara". (Lástima no recordar la cita exacta, pero hablo de memoria de una clase de Historia del Cine a la que asistí hace más de cinco años).
El material bibliográfico es inflamable, nos puede hacer estallar las ideas en la cabeza sin aviso previo; así que hay que manejarlo con cuidado. Un libro en una biblioteca puede servir, entre otras cosas, para coger polvo. Puede que su dueño no lo haya abierto jamás, o que sólo lo haya hojeado; o que tras leer las primeras páginas, lo haya desestimado por petardo pestiñoso. No podemos pensar que todas las lecturas actúan en la mente de sus lectores con la misma fuerza ni con el mismo empeño; no todas influyen por igual. Y por supuesto, leer diversos libros no nos obliga a relacionarlos según una estructura de pensamiento que sólo está en el erudito que posteriormente estudia ese hábito bibliófilo.
Y todo esto me hace pensar en las pistas que dejamos a los demás a través del blogroll, o de los links que aparecen en nuestra página, o de las páginas que visitamos pero de las que no queremos dejar rastro, esperando que el tiempo lo borre...
Seguro que los historiadores del futuro harán conjeturas con toda esta información.
Y hablando del asunto, tengo que referenciar las dos lecturas que me han influido para escribir este post: esta y esta.
23.4.07
Testimonio gráfico de una errata
Ojo, este post pretende poner a prueba al Ayuntamiento de Gines. Si en un par de semanas, el cartel es eliminado, significará que en el Ayuntamiento tienen internet (por lo menos, tienen página y se hace llamar "gines avanza"), que lo usan para algo más que para colgar las incidencias -municipales- del día, que visitan blogs y tienen en cuenta la opinión de los blogueros. Pero sobre todo, significará que usan Technorati, como todo hijo de vecino.
20.4.07
Ocurrió en Virginia

19.4.07
La nostalgia creativa
Y lo más peligroso de todo es que las relaciones con los demás, cuando se extienden en el tiempo, en los días agotados de esa vida cansada, con pausas, interrupciones, separaciones, viajes y distanciamiento, también suceden en el pensamiento de uno.
Y lo más peligroso es que esas relaciones inventadas pueden llegar a determinar nuestro estado de ánimo, o incluso nuestra felicidad.
Así que, si hace tiempo que un amigo no nos llama, es preferible ser optimista y pensar que debe estar muy ocupado en su trabajo, antes que tomarla con él por no recordar "aquellos buenos viejos tiempos".
En resumen, que hay gente en mi mente, que una vez estuvo en mi vida, y a la que echo de menos.
11.4.07
Tiempos medidos
La penuria, en años.
El dolor, en días.
El horror, en horas.
La angustia, en minutos.
El placer, en segundos.
La felicidad se mide en ratos.
Pero vivir esos ratitos es como echarse una plácida siesta a las puertas de la eternidad.
6.4.07
Enfermedades del alma y fisiología
Eso sí, cuando el que muerde es el insecto de la soledad, no hay cura posible, no hay antídoto a esta enfermedad crónica. Ya nada vuelve a ser igual, nada se mira con aquellos ojos incólumes, ajenos al sentimiento de pérdida, protegidos por la ignorancia del peligro.
5.4.07
Autobiografía Ajena No Autorizada
El señor Paul Auster se metió en mi cabeza y extrajo estos pensamientos. Lo extraño fue que lo hiciera cuando todavía no estaban ahí.
Me niego a ser la protagonista de una historia que se escribió cuando yo estaba empezando a aprender a escribir. Me niego a ser la protagonista de una historia que ya han vivido otros, miles de veces. Si no creo en el destino, tampoco tengo por qué creer en estas palabras. Y, aunque pueda ser considerado un acto de rebeldía, entiendo que la única creatividad consiste en romper estas barreras hechas de pesimismo, hastío y pereza. No quiero ser la perezosa que no supo rehacerse cuando parecía ver las líneas de su vida marcadas en la mano, sino la valiente que se atrevió a cuestionarlas.
Poco importa lo que llegue a hacer. Lo importante es no rendirse ante los primeros síntomas de cansancio.
Y La Trilogía de Nueva York es para enmarcar. O mejor, para no enmarcar nunca. Para no colocar nunca en una estantería a coger polvo. Es para tenerlo en la cabecera de la cama, o de almohada. Para dormir sobre él y despertar en él. Un libro camuflado en historias de detectives que habla, una y otra vez, del acto de escribir. Recomendado con cinco estrellitas.
30.3.07
El Gañán en el arte

Pero antes, ya en el siglo XVII, los pinceles de artistas tan grandes como el nunca suficientemente reivindicado Alonso Cano, sacaban a la luz la existencia de este personaje prototípico de un sentimiento apasionado, que surge con la espontaneidad más fresca y no se deja enjaular en los corsés de la alfabetización:

Y aunque, visto lo visto, pudiéramos aludir a su carácter intrínsecamente hispánico, bien es cierto que encontramos dignos ejemplos de gañán en el arte italiano, que nos permiten pecibirlo más bien como un modelo propiamente mediterráneo.

Con este "David", Bernini demostró ser un buen observador de la sociedad de su tiempo, por encima de los excelsos, pero utópicos, ideales del Renacimiento.
28.3.07
Cara y Cruz del Barroco

19.3.07
Razones para estudiar idiomas

Me asomaba a las Fallas con cierta repulsión y fingida indiferencia, que se tornaba iracundo desprecio cuando la parafernalia que rodea a la fiesta me atacaba directamente: esos niños tirándome petardos, esas multitudes incordiando, esas bandas de musica despertándome a las siete de la mañana durante la semana que no tenía que ir al colegio y que, supuestamente, tenía libertad para dormir hasta las tantas. Y, cómo no, esos peinados incomodísimos, de roetes tirantes y peineta clavada. ¡Cómo dolía! Esa chocolatada, que recibía arrugando la nariz ante los grumos y la gruesa piel de nata. Ese cantar un himno que no era mío, de la mano de niños que no eran mis amigos.
No, yo no era valenciana. Y hacía alarde de no serlo. Una de mis pataletas más duradera, porque duraba todo el año académico, se refería a la lengua: me negaba a estudiar valenciano porque no era mi lengua. Así que, durante todo el curso, renunciaba a hacer los deberes y trabajos diversos que se nos encomendaban, máxime si la cosa trataba de escribir una redacción sobre Jaime I -allí "Jaume I, el Conqueridor"-. Sabía que no tenía dificultad en aprender, sólo fingía que no quería hacerlo. Aprobar los exámenes no era ningún problema pero, a pesar de tener buenas notas al final, mi profesora decidió -con buen criterio, pienso ahora- suspenderme por este evidente problema de actitud.
La condición que me impuso para aprobarme consistía en realizar todas las tareas que tenía pendientes, todas las que había ido dejando atrás a lo largo del curso. No tardé más de dos semanas: aprobado asegurado, y el resto del verano para mí, sin manchas en mi expendiente. Pero sólo lo hice por eso, por no dejar manchas, por lavar más limpio y con serias dificultades para tragarme mi orgullo.
Ahora bien, si la profesora hubiera sido además una buena educadora, se habría preocupado además de hacerme entrar en razón, me habría convencido con argumentos para estudiar valenciano, que los hay. Me habría hecho entender que estudiar una lengua que no es la mía no sólo no es malo, sino que puede ser una herramienta muy útil para ayudarme a comprender mi propia lengua, si de ombliguismo se trata, dada la interconexión de las lenguas romances. Me habría hecho entender que estudiar la lengua del lugar donde vivo es un ejercicio de respeto hacia la cultura de ese lugar, un generoso intento por integrarme, del que me habría podido beneficiar con algo menos de aislamiento en mi absurda infancia. Me habría hecho entender que estudiar una lengua que no es la mía sirve, básicamente, para entender a quienes la hablan. Y no querer entender no sólo es un acto de soberbia, sino que fue la actitud más prepotente, rozando lo ridículo, que pude asumir.
Terminé hablando el valenciano bastante bien, casi como si fuera de la tierra. Pero, por falta de uso, hoy por hoy lo tengo bastante olvidado.
17.3.07
13.3.07
Las Campañas de la DGT
Sí, es necesario una estrategia directa, pero efectiva, para hacer mella en todos los insensatos que circulan por nuestras vías. La DGT se puede permitir los lujos que quiera: desde un carísimo spot de televisión con despligue de medios técnicos; hasta un sencillo pero impactante mensaje negro sobre blanco capaz de remover estómagos. Puede escandalizar con escenas violentas y fotografías que ni el CSI cuando se pone macabro. Pero lo que no puede hacer es distraer a los conductores en pleno trayecto.

Y por fin, los carteles luminosos. La DGT se ha topado con gente muy profesional para su última campaña de marketing. Tan en serio se la han tomado, que la han planteado de un modo integral, afectando no sólo a los medios tradicionales, sino también a la señalización en carretera. Empezaron con los mensajes de fin de semana, con frases del tipo "56 muertos el mismo fin de semana en 2006" o "buen viaje, pero sin correr". Mensajes que, aisladamente, se entienden y puede que incluso alguno los agradezca. A mi, cuando a las cuatro y media de la tarde del viernes, me los encontraba de camino al trabajo, me fastidiaban bastante, porque lo único que me hacían pensar es que iban dirigidos a todos esos compañeros de carretera que ya habían terminado su jornada laboral y podían irse de viaje.
La última es, como he dicho, una campaña de marketing integral. Esto significa que no es posible comprender los mensajes aisladamente, sino dentro de un contexto creado por dicha campaña. Es decir, es necesario haber visto los spots de televisión o al menos haber leído los anuncios en prensa escrita, para poder descifrar las palabras que aparecen en los carteles luminosos.

La primera sorpresa, a bordo de mi Kalos por la SE-30, me la dio una frase que decía: "Elige tu razón y úsalo". Como las palabras así, sueltas, no tenían ningún sentido para mí, tuve que leerlas varias veces, lo que hubiera podido provocar una situación de riesgo si me hubiera despistado del todo, concentrada en la lectura. Al cabo de un rato, cuando ya estaba a punto de decidir que aquello no tenía ningún sentido para mí, me acordé del dibujito que aparecía junto al mensaje: una especie de muñequito con el cinturón puesto. Pero claro, esto es echarle imaginación, porque el muñequito lo mismo podía ser un canguro, con un cangurito colgando. Eso me hizo recordar el spot y, al fin, pude comprender el sentido del mensaje-anuncio. Mientras lo descifraba, debieron pasar dos o tres minutos durante los cuales mi concentración sobre el acto de conducir debía estar bajo mínimos.
Hoy ha aparecido uno nuevo: "A 150 no se salva nadie". Este no me pilló de sorpresa, así que fue muchísimo más fácil de entender y no tuve que dedicarle tanto tiempo. Aún así, también tuve que apoyarme en el spot que había visto hacía sólo unas horas.
Ahora la pregunta es, ¿realmente resulta útil una señal luminosa que hace perder la concentración a los conductores? ¿No debe utilizarse este medio con más cabeza y más sentido práctico y dejar las campañas para otros medios, convencionales o no? Es decir, podemos empapelar el Parque de María Luisa con mensajes de concienciación, que tarde o temprano, seguramente un domingo soleado, nos los encontraremos, pero leerlos y descifrarlos no supondrán ningún peligro.
Añoro los días en que las señales luminosas sólo avisaban de incidentes que podían afectar a la conducción, como el peligro de alcances a causa de la lluvia o la presencia de un coche parado en el arcén.
La foto del toro de Osborne es cortesía de Carlos.
5.3.07
Los Halcones de San Ildefonso
La culpa la ha tenido La Catedral del Mar, peñazo infumable que no hay por donde coger. ¿A quién se le ocurrió publicar este libro? Estoy por encadenarme a la puerta de la editorial y ponerme en huelga de hambre o algo así. El pobre Ildefonso Falcones, abogado barcelonés al que se le ven las ganas de ilustrarnos a todos con su sabiduría y su profundo conocimiento de las leyes medievales, no tiene la culpa. El tío no sabe escribir, ¿y qué? Pues que le cierren las puertas de la editorial.
No es ya por el lenguaje ramplón, el vocabulario de primero de la ESO, o la narrativa absolutamente plana y desprovista de toda emoción. No es sólo por la paja mental de Ildefonso, que cada vez que puede nos explica, cual profesor vocacional sin posibilidad de ejercer, las leyes de la época. Tampoco por la incoherencia del texto, que en la página 40, relata la obsesión del protagonista -o por lo que imagino, del padre del protagonista- por conseguir la Carta de Ciudadanía, para librarse de la servidumbre de la tierra y ser un ciudadano libre en Barcelona; mientras en la 80, muestra la sorpresa del mismo personaje al enterarse de que existía un documento llamado "Carta de Ciudadanía". Esa fue mi última página, mi último intento. "Hasta aquí ha podido mi paciencia, no leo una palabra más".
¡Qué va! Si ya lo digo, que Ildefonso no tiene la culpa. Lo que me pregunto es, ¿no hay lectores profesionales encargados de evitar despropósitos como éste? ¿No hay editores capaces de decir "Anda, Ildefonso, dedícate a la abogacía y déjanos en paz"? Que haya mamarrachos por ahí que se creen escritores y con posibilidades de publicar me conduce a un éxtasis borracho de elitismo que siempre he denostado, pero que cada día me parece más necesario. ¡Viva Prada! Hay que ponerle puertas al campo, o sea, al arte. Es decir, al Arte, que no todo es lo mismo.
Todo esto se habría solucionado sólo con ofrecerle el texto a un redactor profesional, para que trabajara en él durante un mes, sólo un mes, y le diera "una vueltecita", como me dicen algunos a mí. No tiene gran dificultad y me habría librado de este sentimiento de desesperación, no ya porque se haya publicado este libro, sino porque no hago más que preguntarme cómo es posible que haya vendido tanto. ¿Quién fue el primero en recomendar esto?
Ahora no me queda más remedio que agachar la cabeza de nuevo ante el incombustible Reverte. Que El Caballero del Jubón Amarillo me pareciera una obrita menor, frente a la intensa El Sol de Breda, la mejor de la saga por el momento, no significa que el autor esté de capa caída. A pesar del tono folletinesco, que puede llegar a incordiar lo suyo, debo reconocer cuando alguien es capaz de asumir el lenguaje de una época y traerlo a la actualidad con absoluta maestría y grandes dosis de frescura.
Igualito que Ildefonso Falcones. Y por cierto, si yo tuviera ese nombre, no dudaría en titular mi primera novela "Los Halcones de San Ildefonso". ¿Que por qué? Pues porque sí, porque es sonoro. Recursos literarios para justificar ese título, los hay a patadas.
Debo matizar, para quienes creen que quien teclea esto lo hace movida por el prejuicio a los best-sellers o la novela histórica, que procuro leerlo todo con los ojos, y el pensamiento, bien abiertos. Que me pasé las nosecuántas páginas de Los Pilares de la Tierra, aburridísima novela a la que debe mucho la protagonista de esta entrada, esperando a que llegara esa tan cacareada emoción sin límites que describían quienes me la recomendaron. Que devoré con ansia El Código Da Vinci, llegando a considerarla un entretenidísimo ejercicio de ficción narrativa, muy por encima de las especulaciones polémicas de carácter religioso, que no son más que una mera excusa. Que creo que la culpa de todo la tiene El Nombre de la Rosa, título que venero y que es capaz de demostrar que lo comercial no está reñido con la calidad. Y sobre todo, que lo que más me entristece, es que los buenos escritores, tengan que agarrarse a la red. Estoy deseando que publiquen lo suyo. Mientras tanto, me seguiré dejando los ojos pegados a la pantalla.
9.2.07
Nueva temporada de cine
Mi primera película del año fue el fulgurante estallido de sensabilidad, que no ñoñería, y sensaciones diversas y fluctuantes, preparado como un postre de los de chuparse los dedos, por la hijísima, la Coppolina. Y lo del postre le viene muy al pelo, ya que de ellos había a montón en toda la cinta: dulces llenando la pantalla a base de ritmos ochenteros y neo-ochenteros, fresas con nata y rosa y blanco como colores principales de la casita de la Barbie en que parecía haberse convertido Versalles. ¡I want candy! ¡Plas, plas!
Pija casi por imposición, María Antonieta, dando nombre a la película, se hacía también con todos los planos que podía, encarnada sin mesura pero con encanto por la eterna vampirita Kirsten Dunst. Quienes echan en falta el documental de la BBC en esta coqueta obra de arte, han debido tener dificultades para captar las sutilezas, y los cañonazos, con los que se da a entender que esto no es una película sobre la Revolución Francesa, sino sobre una persona-personaje a quien sitúan como protagonista de una historia que le pillaba muy de lejos. Asistimos a un muestrario de percepciones, sin mayor intención didáctica que poner ante los ojos un punto de vista que nada tiene que ver con la lección de Historia: el punto de vista del que, desde fuera de la realidad, se ve abocado a tomar decisiones sobre ella.
Aquí el amigo Rousseau sale de extra, leído en una de las pseudotertulias de la reina con sus amigas. No está mal el rollo intelectualoide de la protagonista. Quizá tuviera inquietudes en este sentido, pero ninguna capacidad para ponerlas en práctica, por lo que se ve, al menos en lo que se refiere a medidas sociales porque la sociedad no existía en la película, y por ende, en su vida.
Eso sí, hartita como debía estar de llevar esos vestidos tan incomodísimos, y esos peinados que seguramente costaría mucho desenredar, María Antonieta se decidió a buscar una pureza física, anímica y emocional, similar a su idea de lo que debía ser el hombre rousseaoniano, en su Petit Trianon. En estas secuencias, vemos como se reconstruye un modo de vida bucólico de la reina con sus hijos, con sus amigos, con las gallinas, con la ovejita de norit... En fin, un nuevo paseo entre algodones para caer en lo que todos sabíamos, pero nadie verá al final. Una muerte que le ha tocado en suerte, como la vida, que también fue obra de la lotería.
Donde si entra en juego con rotundidad el mito del buen salvaje es en Apocalypto. Desconfiaba por venir anunciada de la mano de Turismo de México. Pero como narración audiovisual no está mal, con mucho ritmo, intensidad, tensión, emoción... Una pasada para los amantes del cine de acción que no necesita caer en los tópicos de las explosiones, fuegos artificiales y trucos de magia.
Eso sí, a Mel, se le ve el plumero. Aquí viene a decir que éramos todos felices hasta que llegó la civilización. En la mítica aldea maya del protagonista, todo es tan bucólico como en el Petit Trianon de la reina sin cabeza. Hay amor, cariño fraterno, respeto por los mayores, sabiduría antigua heredada de generación en generación... Pero resulta que vienen los malos, los de la capital, a conquistarles. Sin mediar palabra, lo arrasan todo y se los llevan como esclavos. Y claro, llegar a la ciudad es ver la decadencia, la corrupción. Cosas de las estructuras sociales y económicas, supongo. A partir de ahí, todo es escapar para el protagonista, Garra de Jaguar, que, como buen héroe de acción, no muere ni enterrándolo en cal viva.
Al final se libra de todos los malos, que daban auténtico miedo -¡qué bueno es ver actores desconocidos trabajando tan bien!-, y rescata a la chica. Como buen héroe de acción.
Lo curioso es que todo había empezado con un mal presagio. Claro, viendo la cinta, es lógico pensar que el mal presagio era la cercanía de esa civilización a punto de destruir de un torpe manotazo sus tranquilas vidas. Pero los malos mueren, el héroe escapa y el mal presagio continúa. Entonces, el espectador podrá ver aparecer en el horizonte las naves españolas y descubrirá el mensaje final de la película: ¡los malos somos nosotros! Los malos, somos todos. ¡Si es que no se puede vivir en sociedad!
1.2.07
Concienciados con el Reciclado
Ejemplo de basura arrojada desde el Espacio Exterior.
23.1.07
El inasible silencio
El problema es que a veces los silencios buscados no llevan más que a un vacío imprevisto, donde lo único que suena no son las esperadas voces de los demás; esas voces conocidas, amantes y amadas, que nos sacarán de la modorra espiritual, de nuestras vacaciones de continente y contenido léxico-gráfico. A veces, sin saber a dónde acercar la oreja, llegan a nuestros oídos palabras que nunca deberían haber llegado, bien incovenientes, bien innecesarias y, la mayor parte de las veces, inútiles y vanas.
Y muchas de esas palabras me hacen chirriar los oídos tanto que no puedo callármelo más y empiezo a escribir sobre por qué no me gustan los silencios que no permiten escuchar el silencio sino voces ineresperadas.
Encuentro la monodia imparable de una voz mandona, pero sostenida, que no sé como acallar, porque no basta con asentir, llevar la corriente o dar la razón, negando externamente la propia conciencia, los propios argumentos.
Encuentro publicidad barata. "Apocalypto, la última película de Mel Gibson. Con la colaboración de Turismo de México y Viajes Iberia." ¡Qué descaro! Cómo para alabar a los publicistas ahora...
Encuentro canciones de una emisora de radio que no busco y que no sólo carecen de su pretendida poesía, sino del más mínimo conocimiento de la gramática. "Es probable que lo merezco...". ¿Dónde se ha dejado esta chica el subjuntivo? ¿Es que en México no se utiliza?
Quizá por eso, los silencios infinitos, las medias voces, el griterío popular que atraviesa los muros de palacio y los ritmos trepidantes del pop y del rock, ensamblados en la última película de la Coppolina, María Antonieta, me gustaron tanto.
La crítica, para otro día.
16.1.07
Darse de Baja
Siempre respondía la típica señorita de Atención al Cliente, muy imbuida de conocimientos de marketing directo: "¿Pero cuál es el problema? ¿Ha consultado las ofertas que tiene disponibles? Quizá sea posible cambiar las condiciones de su contrato para hacerlo más favorable a sus necesidades." Ante mi negativa, mi postura inamovible, sin razones ni explicaciones, llegaban las amenazas: "Es posible que al dar de baja su servicio de vida, el resto de usuarios de su vivienda se vean afectados, ¿quiere continuar con el procedimiento de desconexión de cualquier manera?". Ahí la señorita de atención al cliente ya veía un resquicio de duda, pero no dudaba en pasarme con el Servicio Técnico para llevar a cabo la desconexión.
El Servicio Técnico de Suministro de vida, como todos los de su especie, utiliza un vocabulario único, que sólo sus trabajadores conocen. Las formalidades y formalismos, técnicos y tecnocráticos, de la burocracia tecnológica me dieron siempre quebraderos de cabeza. Me proponían elegir entre diversas formas de desconexión, pero, tal como me las ofrecían, ninguna resultaba del todo satisfactoria.
Un día me presenté en su oficina, ingenua de mí, y me mostraron un catálogo con las opciones, a cuál más desagradable y sangrienta, a sabiendas de que aquello me desmoralizaría y frenaría mi aparente ímpetu destructivo. Siempre planeaba sobre mí la duda de cómo afectaría mi desconexión a la red local de mi vivienda. Y todo ello pudo con mis razones diluidas. ¿Por qué no continuar con el servicio? ¿Y por qué sí?
Al final, me venció la pereza. Sigo con el mismo contrato, aunque he conseguido beneficiarme de alguna oferta. El precio sigue siendo elevado, pero he aprendido a usar el mando a distancia, el control remoto y todos esos sistemas que parecía que no servían para nada y que desconocía casi por completo. En fin, he descubierto ciertas ventajas en este servicio, y como no conozco nada mejor, he decidido no darme de baja.
Y en esas estaba cuando, hace dos días, suena el teléfono. "Le llamaba del banco para ofrecerle un seguro de vida". Esta chica de atención al cliente no conoce mi historia y no sabe lo poco que vale eso que ella quiere comprar por un precio tan alto, con el fin de hacer negocio.
12.1.07
Luces y Sombras

No, la ciencia siempre estuvo ahí. El mérito del siglo XVIII es darle un reducto, un patio de juegos donde se queda sin amiguitos, pero puede crecer sola.
La ciencia se ordena y reclama su espacio, desvinculándose del mundo, de la vida, del arte... Si en el XVII las obras de arte son un juguete para la razón, en el XVIII se vuelven vulgares y ya no levantan cabeza; se convierten en piezas cada vez más viscerales, encaminadas al placer directo de los sentidos y apartadas del camino en que los números y las leyendas daban forma a la pintura; en que la geometría y su simbolismo levantaban edificios.
Todo se ha acabado y está lleno de absurdas rocallas, de las que nunca se sabe si tienen forma de oreja o de caracola mutilada.
10.1.07
Una Crueldad
Pero imaginemos que vivimos en un mundo ideal, donde todos tienen, no lo que quieren, sino lo que necesitan. Un mundo saciado de bienes materiales. ¿Cómo satisfaríamos entonces el hambre de ese estómago rugiente que es nuestro espíritu? Sin nadie a quien alimentar, sin nadie a quien ofrecer las sobras, ¿qué tendríamos para compartir? ¿Quién es más pobre ahora?
5.1.07
Montañas
El miedo es el mejor bálsamo contra la crudeza de la verdad universal: es la demostración de que esa verdad no existe, el estímulo para crear verdades particulares en realidades paralelas.
3.1.07
Y comieron perdices...
- Qué bien que al final todo saliera como queríamos.
- Sí, es casi increíble que, en el último momento, esa banda del este que quería extorsionar a mi padre le liberara, después de tantos días retenido y justo a tiempo para asistir a nuestra boda.
- Sí, pero, todo gracias a tu negociación. No esperaba que fueras a reaccionar tan bien... Ya sabes que yo habría querido que interviniera la policía directamente, pero fuiste tan cauteloso, tan hábil, que al final lo conseguiste tú solito.
- Bueno, no es para tanto... Ha habido un poco de suerte, nada más.
- No seas modesto. Has hecho mucho para llegar hasta aquí.
- Te refieres a lo del anillo, claro.
- ¡Madre mía! Recuperar la sortija de mi abuela, aquella que su segundo marido había empeñado antes de morir para pagar sus deudas de juego, sólo, sólo y exclusivamente, para pedir mi mano. ¡Cómo los antiguos!
- Será que soy un romántico...
- Eso sí.
- Pero tú sí que te lo has trabajado. Has conseguido que mi familia te acepte y ya sabes cómo son. Intratables. Ni yo mismo me atrevería a enfrentarme a sus prejuicios. Siempre he tendido a agachar la cabeza y seguirles la corriente, para evitar discusiones. Pero tú has conseguido ganártelos... Por tu corazón. Por cómo eres. Por eso te quiero.
- Y yo a tí.
Hay un silencio y ella dice:
- Qué ricas las perdices.
- Sí...
- ¿Qué hay de segundo?